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Antigua alquería de Moclón, en el término municipal de Júzcar.
La guerra que terminó con la desaparición de varias aldeas en la Serranía de Ronda

La guerra que terminó con la desaparición de varias aldeas en la Serranía de Ronda

En este otoño se cumple el 450 aniversario de la rebelión morisca en los valles del Genal y del Guadiaro, en la que fueron expulsados más de un millar de vecinos

Domingo, 15 de noviembre 2020, 16:07

Pospitar, Moclón, Benastepar, Audalazar o Benajeriz son algunas de las aldeas de las que hoy nos queda apenas rastro, pero que, en su día, fueron algunos de los núcleos de población más importantes de la Serranía de Ronda. Todas ellas desaparecieron, antes o después, a consecuencia de la guerra que enfrentó a las tropas de Felipe II y a los moriscos que se resistían a abandonar las tierras donde habían vivido durante generaciones.

Además del despoblamiento de algunos núcleos, de los que hoy se conserva poco más que sus nombres, más de un millar de moriscos fueron expulsados de allí y obligados a ir al interior de la Península Ibérica. El 28 de octubre de 1570, una carta del rey Felipe II ordenaba que todos los moriscos de la Serranía de Ronda fueran enviados hacia Córdoba para, desde allí, fueran repartidos por Extremadura y Galicia. En total, fueron 1092 los expulsados, de los que más de un tercio eran del pueblo de Jubrique. También salieron en gran número de localidades como Algatocín, Júzcar o Alpandeire.

Hoy los valles del Genal y del Guadiaro o Sierra Bermeja son un remanso de paz, donde la naturaleza tiene más protagonismo que el hombre. Pero, hace cuatro siglos y medio este territorio vivió un semestre intenso, convulso, con muchos enfrentamientos y mucha sangre derramada. En la Serranía de Ronda, todo empezó año y medio más tarde que en la Alpujarra de Granada, que vivió la principal sublevación morisca del antiguo reino nazarí. El detonante fue la Real Pragmática dictada el 1 de enero de 1567, que prohibía hablar o leer en árabe o usar vestimentas de la tradición andalusí, entre otras costumbres.

A diferencia de la Alpujarra, cuyos moriscos se levantaron en la Navidad de 1568, en la Serranía de Ronda la rebelión se vivió entre la primavera y el ecuador del otoño de 1570, hace ya cuatro siglos y medio. Hasta el mes de abril los moriscos y los cristianos viejos convivía en paz. De hecho, «había muchos pueblos del Valle del Genal, donde había poblaciones mixtas, sobre todo en la zona del Havaral», explica Manuel Becerra, autor de varios libros que abordan tanto este momento como la repoblación de la zona.

Arriba, ilustración de moriscos. Abajo Iglesia de Genalguacil, escenario de uno de los capítulos más violentos de esta contienda (foto: Manuel Becerra), y el libro de suertes de la villa de Benaoján.
Imagen principal - Arriba, ilustración de moriscos. Abajo Iglesia de Genalguacil, escenario de uno de los capítulos más violentos de esta contienda (foto: Manuel Becerra), y el libro de suertes de la villa de Benaoján.
Imagen secundaria 1 - Arriba, ilustración de moriscos. Abajo Iglesia de Genalguacil, escenario de uno de los capítulos más violentos de esta contienda (foto: Manuel Becerra), y el libro de suertes de la villa de Benaoján.
Imagen secundaria 2 - Arriba, ilustración de moriscos. Abajo Iglesia de Genalguacil, escenario de uno de los capítulos más violentos de esta contienda (foto: Manuel Becerra), y el libro de suertes de la villa de Benaoján.

No había enfrentamiento entre las poblaciones hasta aquella primavera ni síntomas evidentes de una futura sublevación. «Esto ocurría sobre todo porque era una zona de señoríos, que arrendaban sus tierras a los moriscos para que las cultivaran», explica el también gerente de Ediciones Pinsapar. La tranquilidad en la Serranía de Ronda sólo se veía interrumpida hasta entonces sólo por las incursiones de algunos cristianos viejos procedentes de Ronda, Zahara de la Sierra, Olvera y Setenil, que, como aclara Becerra «intentaban provocar a los moriscos acosándoles para que se levantaran y así justificar posteriores saqueos». De hecho, algunos moriscos llegaron a contratar a una treintena de soldados mercenarios para que los protegieran de estos hostigamientos. La villa de Benaoján incluso tuvo que pedir permiso a Felipe II para arrendar el monte de Líbar y poder pagarles.

Pero, la armonía se rompió definitivamente a partir de abril de 1570. Hasta la Serranía de Ronda llega don Antonio de Luna con más de dos mil soldados con la misión de sacar de allí a los denominados 'moriscos de paces', es decir, aquellos que no se habían sublevado. La primera acción fue la encargada a Pedro Bermúdez, que fue enviado a Jubrique con quinientos soldados para comenzar a controlar las zonas altas de la Serranía.

Muchos moriscos abandonaron sus casas, mujeres e hijos y se fueron a la sierra. Los soldados cristianos aprovecharon para robar y recoger esclavos y ganado. Según ha podido comprobar Manuel Becerra en documentos del Ayuntamiento de Benaoján, hubo ensañamiento contra los moriscos. Así se corrobora en el 'Libro de suertes' que se hizo en 1571 de aquellas tierras arrebatadas, en las que se mencionan muchas viviendas quemadas.

Los huidos no tardaron en reaccionar y se enfrentaron a los soldados de Pedro Bermúdez. Llegaron incluso a quemar la iglesia de Genalguacil con soldados cristianos en su interior. Ante esa situación Antonio de Luna, optó por replegar su tropa a Ronda, con ella se traían también muchas mujeres, niños, ropas e incluso ganado, que se vendieron en la ciudad del Tajo. Por su parte, don Antonio de Luna se machó a Sevilla para contar lo ocurrido al rey Felipe II.

Mientras tanto, como se recoge en 'El Libro de Repartimiento de Moclón' (Editorial La Serranía), de Manuel Becerra y Francisco Siles, los soldados que quedaron en Ronda aprovecharon el momento para robar en las alquerías y aldeas de la Serranía, lo que propició el levantamiento definitvo d ellos moriscos, que se refugiaron en el fuerte de Arboto, en Istán, en un sitio difícilmente expugnable de Sierra Bermeja. Desde allí, comenzaron a hacer incursiones tanto en la Serranía como en las puertas de la ciudad de Ronda, matando a cristianos y robándoles.

Ante esa situación, Felipe II mandó al duque de Arcos, don Luis Cristóbal Ponce de León, a poner orden en la zona. Así, tenía como misión devolver a los sublevados mujeres e hijos con la condición de que se entregaran y se marcharan de sus tierras con destino al interior peninsular, a regiones como Extremadura o incluso Galicia. En julio de 1570, el duque de Arcos intentó llegar a un acuerdo con los moriscos, pero tanto muchos de éstos, los más radicales, como algunos cristianos viejos se oponían.

Finalmente, don Luis Cristóbal Ponce de León se vio obligado en agosto a cercar la fortificación morisca de Arboto para poner fin a esta sublevación. Para ello juntó a más de cuatro mil soldados, a los que se sumaron otros dos mil más que llegaron desde Málaga. La toma del fuerte de Arboto acabó con la huida de muchos hombres moriscos, que se dispersaron por la Serranía. Tras ellos dejaron a medio centenar de personas, entre mujeres y niños.

El 28 de octubre, Felipe II ordenó que los moriscos de la Serranía de Ronda fueran repartidos por Extremadura y Galicia. El duque de Arcos recogió en total a 1092 de ellos, según las listas realizadas en su día por los escribanos rondeños. Aunque, oficialmente, la guerra parecía acabar ahí, los enfrentamientos bélicos continuaron en la Serranía, donde quedaban aún unos tres mil moriscos, que, en su mayoría, fueron hostiles a los cristianos. Esto provocó que el duque de Arcos tuviera que hacer otra incursión militar en la zona. En enero 1571, don Luis Cristóbal Ponce de León dio por finalizado el conflicto y se machó a Marchena.

Eso sí, como explica Manuel Becerra, «la lucha de guerrillas» continuaría aún algunos años más, hasta los los últimos años de la década de los 70 del siglo XVI.

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