Nutrición y estado de ánimo
Existe una lógica interiorizada donde los episodios de bajo estado de ánimo deben compensarse con alimentos ricos en grasa y azúcar
Profesor de biología y experto en tecnología alimentaria
Sábado, 5 de noviembre 2022, 00:02
La imagen de Bridget Jones afrontando su enésima decepción sentimental, con una gran tarrina de helado, forma parte de la memoria sentimental de los que ... ya acumulamos unos cuantos trienios.
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Existe una lógica interiorizada donde los episodios de bajo estado de ánimo deben compensarse con alimentos ricos en grasa y azúcar. Que los domingos por la tarde son un gran momento para pizzerías, hamburgueserías, pastelerías y heladerías no es ningún secreto. Pero es posible que estemos metiendo la pata hasta el corvejón.
Comida y felicidad
Esta relación es indudable. No en vano, solemos enmarcar nuestras grandes celebraciones con banquetes o pitanzas pantagruélicas que llegamos a considerar sinónimos de plenitud. Pero sería interesante ver qué efecto real tiene sobre nuestra salud mental atiborrarse de alimentos grasientos y azucarados, si conseguimos aislar esta acción del disfrute con amigos y familiares.
Estos temas han captado la atención de sesudos investigadores y en países como EE UU llevan tiempo cuidando un nuevo campo de investigación conocido como Psiquiatría Nutricional. Esta relación entre la alimentación y nuestro bienestar psicológico ha sido tradicionalmente ignorada. La nutrición solo afectaba desde un punto de vista físico, la mente debía abordarse desde otras premisas.
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Nuestro segundo cerebro
Una persona adulta sana alberga 100 billones de bacterias, sobre todo en el colon, de unas 1.000 especies diferentes. Si las pesáramos, supondrían unos dos kilos, y de su buen comportamiento y composición depende, en gran medida, nuestra salud.
La flora intestinal es responsable de funciones como la producción de factores de crecimiento y vitaminas, la vitamina K (esencial para la coagulación) y algunas vitaminas del Grupo B. También contribuye a la estimulación del sistema inmunológico, la inactivación de toxinas, la reducción de lípidos sanguíneos, el ahorro de energía y el efecto barrera frente a gérmenes patógenos. Muchos científicos consideran que el efecto barrera es vital, bloqueando hasta un 70% de posibles infecciones.
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Está clara la importancia de nuestros compañeros de viaje situados al final del tubo digestivo y sus implicaciones en casi todos los aspectos de nuestro bienestar. Implicaciones que, sin duda, atañen al buen funcionamiento de nuestro sistema nervioso. No en vano, neurotransmisores tan capitales como la serotonina y la dopamina son producidos por estos microorganismos con una importancia tal que hace tiempo que se habla del eje intestino-cerebro. Dicha trascendencia es sostenida por afirmaciones como la que se publicó hace poco en la 'Harvard Review of Psychiatry': «Un conjunto cada vez mayor de literatura muestra que la microbiota intestinal influye en la formación de una variedad de trastornos psiquiátricos, incluido el trastorno depresivo mayor». También se han realizado trasplantes fecales en países como Australia para repoblar la microbiota intestinal con sorprendentes resultados en determinadas depresiones severas.
¿Qué dicen los estudios?
Hace tiempo que los estudios marcan un mejor estado mental en las personas que cuidan su alimentación y llenan su dieta de alimentos ricos en nutrientes.
Este tipo de investigaciones solo muestran correlaciones por lo que sería lógico una serie de preguntas: ¿qué fue primero? ¿el bajo estado de ánimo lleva a alimentarse peor? ¿la buena alimentación nos hace más felices? La solución vino en posteriores publicaciones donde se estudiaba la causalidad. En una investigación australiana se estudió directamente en pacientes diagnosticados con depresión.
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Estos pacientes se dividían en dos grupos. En unos de ellos se les cambiaban las pautas nutricionales por alimentos ricos en fibra, fruta, legumbres, frutos secos, pan integral, muesli… Tras 12 semanas, el grupo que había cambiado su dieta mejoró espectacularmente. De hecho, un tercio de sus integrantes ya no cumplía con los criterios para ser considerados enfermos depresivos.
Resultados parecidos se dan cuando la pauta utilizada es la dieta mediterránea y los parámetros que se estudian no son solo la depresión, sino también el estrés y la ansiedad.
Comer una ensalada no te va a curar la depresión, pero cada vez está más claro que junto al historial psiquiátrico de un paciente debiera existir una exploración de su dieta, algo que ya es rutinario en importantes hospitales psiquiátricos de EE UU y Australia. Alimentos como el marisco y el chocolate negro tienen acciones nada desdeñables y muy complementarias si se acompañan de una dieta rica en legumbres, frutos secos y verduras. Parece ser que este tipo de opciones nutricionales favorecen la plasticidad y regeneración neuronal, ya que promueven el conocido factor neurotrófico, una proteína que ayuda a la protección de nuestro tejido neuronal.
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Está claro que alimentos ricos en grasas insaturadas, fibra, ácidos grasos omega 3, antioxidantes… van a mejorar nuestra salud intestinal y dicha salud parece cada vez más determinante en nuestro estado mental. Solo ahora empezamos a ser conscientes de su importancia en España, algo que lleva años siendo objeto de estudio en países como Canadá, Australia o EE UU y que ratifica completamente la sentencia del filósofo alemán Ludwig Feuerbach «somos lo que comemos».
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