Antioxidantes y medias verdades
Los conocidos como radicales libres tienen una pésima fama y tradicionalmente han sido relacionados con la aparición de multitud de enfermedades y el propio envejecimiento
Profesor de biología y experto en tecnología alimentaria
Martes, 3 de mayo 2022, 00:20
Cuando la vida empezó en la Tierra, hace unos 3800 millones de años, nuestro planeta era un lugar muy diferente. Por destacar solo un aspecto, ... la atmósfera no tenía oxígeno libre y este tampoco estaba disuelto en el agua, de forma que las primeras formas de vida eran, necesariamente, anaeróbicas (seres vivos que no utilizan el oxígeno).
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Esto se mantuvo durante centenares de millones de años, pero unas bacterias primitivas empezaron a hacer algo sorprendente. Eran capaces de fijar el CO2 atmosférico para construir moléculas complejas y expulsaban O2 como sustancia de desecho. Esta reacción la conocemos como fotosíntesis y lo iba a cambiar todo.
El mayor veneno de la historia
El O2 expulsado por esas peculiares bacterias fue acumulándose y empezó a complicarle la vida a los microorganismos de la época. Resulta que el oxígeno libre es muy reactivo y no es fácil lidiar con él. Se cree que su acumulación en los mares precámbricos debió provocar una extinción masiva incluso mayor, proporcionalmente, que la del periodo Pérmico.
Ese ambiente oxidativo era un desastre para la vida, pero unas pocas células fueron capaces de utilizarlo en su favor. Su gran reactividad, que suponía la muerte para millones de células, podía ser empleada para mejorar la productividad de las reacciones metabólicas de forma exponencial. Esto supuso un cambio radical en la evolución de los sistemas biológicos. Así, pasamos de unas reacciones bioquímicas que proporcionaran la energía justa para sostener individuos microscópicos a rutas metabólicas capaces de desarrollar estructuras complejas que son la base de los actuales seres vivos.
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Esencial y peligroso
Está claro que el oxígeno es esencial para la vida compleja, tal y como la conocemos. Pero no podemos olvidar que su gran reactividad también tiene su vertiente problemática. Algo que es fácil de visualizar si partimos una manzana o un aguacate por la mitad y los dejamos al aire.
Cuando las células usan oxígeno para generar energía se crean las llamadas especies reactivas de oxígeno (ROS). Los conocidos como radicales libres tienen una pésima fama y tradicionalmente han sido relacionados con la aparición de multitud de enfermedades y el propio envejecimiento. Resultando hasta casi poético, la misma sustancia que te permite vivir termina matándote.
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Esta información ha calado tanto en la sociedad que los alimentos ricos en elementos antagónicos de la acción del oxígeno no pueden tener mejor fama. Los antioxidantes aparecen en algunos alimentos como los frutos rojos, algunos cítricos, el té verde, la zanahoria, las alcachofas, los espárragos o el brócoli. Pero lo curioso es que los propios principios activos, con complicados nombres bioquímicos, no son ajenos al gran público: fitoesteroles, polifenoles, beta-carotenos, resveratrol…
El consumo de este tipo de alimentos con sustancias antioxidantes tiene una importancia notable, pero no son los únicos. Nuestro cuerpo también posee enzimas con valiosas funciones antioxidantes como la superóxido dismutasa (SOD), la catalasa (CAT), la glutatión peroxidasa (GPx) y la glutatión reductasa (GRx).
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El nivel adecuado
EL consenso científico, hasta ahora, converge en que un exceso de estrés oxidativo produce un daño celular acumulado que está detrás de numerosas afecciones y procesos degenerativos. Esto ha provocado una idea fuerza en la sociedad y es que todo alimento o sustancia que tenga propiedades antioxidantes es bienvenida en una pauta de alimentación sana. La consecuencia no ha sido, únicamente, la incorporación a nuestra dieta de alimentos que exiban músculo antioxidante, sino la adición de todo tipo de suplementos que presumen de altísimos niveles de antioxidantes.
Esto ha sido objeto de estudio y no son buenas noticias las que se deducen después de leer algunas de sus conclusiones: «A niveles bajos o moderados, ROS ejercen efectos beneficiosos sobre las respuestas celulares y la función inmunológica. A altas concentraciones, que generan estrés oxidativo, un proceso que puede dañar todas las estructuras celulares». Otros metaanálisis apuntan en la misma dirección sugiriendo, incluso, el aumento del riesgo de mortalidad por el exceso de consumo de suplementos.
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Todo apunta a que el consumo de antioxidantes contenidos de forma natural en los alimentos, frutas y verduras en especial, es una excelente idea para protegernos del exceso de reactividad del oxígeno. Pero que cuando estas sustancias son aisladas o sintetizadas para ser consumidas en forma de suplemento las cosas empiezan a torcerse.
Las causas pueden ser dos. Una es obvia, el exceso de cantidad. Pero la otra tiene más que ver con la actuación que tienen las diferentes sustancias cuando están insertas, de forma natural, en el alimento en contraposición a cuando se encuentran aisladas en un suplemento. Cada vez se acumulan más evidencias de que la acción puede ser sustancialmente diferente y siempre a favor del consumo más natural, lo cual nos debe alertar sobre la ingesta de suplementos sin la necesaria prescripción, que en el mejor de los casos, suponen atesorar una orina especialmente cara.
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