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El helicóptero, durante la maniobra de aproximación de uno de los rescates realizados ayer.
"Hemos volado al límite de la potencia del helicóptero para salvar a la gente"

"Hemos volado al límite de la potencia del helicóptero para salvar a la gente"

Las dos aeronaves de la Benemérita y de la Policía Nacional evacuaron a 23 personas de los tejados, entre ellas a un bebé y un niño de 11 años

Juan Cano

Lunes, 5 de diciembre 2016, 01:11

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El FLI (First Limit Indicator) es la brújula que mide la potencia del helicóptero. Es un reloj sencillo que marca del 6 al 14. A partir de 8,5, la aeronave entra en lo que los pilotos llaman «arco amarillo». El límite del peligro es 10. Si la aguja pasa de ahí, se escucha un gong, una señal acústica que indica que las turbinas están al máximo de su capacidad. Es la franja roja. «El helicóptero ya no tiene margen de respuesta. Si estás demasiado tiempo, corres el riesgo de que no remonte y ya no sales de ahí...», confiesa el teniente de la Guardia Civil Enrique Terrón (43 años).

Quien habla es el jefe de la tripulación del Cuco-Málaga, el helicóptero Eurocopter EC-135 de la Benemérita, con base en la capital, que voló ayer casi todo el tiempo en el «arco amarillo» al evacuar a 13 de las 23 personas entre ellas un bebé y un niño de 11 años atrapadas en los tejados de sus casas por la tromba de agua que anegó la comarca del Guadalhorce. «Nos hemos metido dos o tres veces en la zona roja. Hemos estado al límite de la potencia del aparato al sacar a la gente», reconoce Terrón. El resto de los rescates los hicieron Cuco-Granada y el helicóptero de la policía, aunque las tres aeronaves trabajaron como una sola e incluso realizaron un servicio conjunto.

El teléfono del teniente sonó a las 9.30 horas. Era del Centro Operativo de Servicios (COS). El operador le trasladó la pregunta del coronel de la Comandancia de Málaga, Jesús Esteban, que quería saber las posibilidades de salir en esas condiciones meteorológicas. Terrón activó a su tripulación, el cabo primero Ángel Segura (piloto) y el subteniente Francisco Martínez (mecánico); los tres son malagueños. «El primer problema fue llegar a la Base Aérea, ya que los accesos estaban anegados», relata el mando.

Tras un rodeo, y después de casi cruzar a nado, pudieron despegar sobre las 10.45 horas. Antes, tuvieron que aligerar el peso de la aeronave, con capacidad para 2.950 kilos, y desmontar la cámara de vigilancia del patín para que no dificultara los rescates. En el aire, se encontraron una fuerte tormenta, «con viento y visibilidad limitada», explica el mando de la tripulación. «Hubo que volar a muy baja cota, entre 30 y 100 metros de altitud, sorteando continuamente el cableado y los postes». Y los limpiaparabrisas no daban abasto.

El peligro de los tejados

A las 11.30 horas empezaron a sobrevolar la zona de Santa Amalia, en Alhaurín de la Torre, donde se concentraba la mayoría de los avisos. El panorama era desolador. «Había gente encima de las casas, que ean construcciones muy rudimentarias, con techos de uralita o de plástico cogidos con cuatro piedras, lo que supone un riesgo considerable para las turbinas. Si algún fragmento se desprende y se mete en el rotor principal, te vas al suelo», dice el teniente.

Sobre uno de esos tejados había seis miembros de una familia, uno de ellos un niño, y dos perros. «Íbamos guiando a las personas con la megafonía del aparato para que se fueran subiendo en los coches de manera que pudiéramos acceder a la zona. La casa tenía un plástico en el techo y tuvimos que pedirles que lo cortaran con un cuchillo para minimizar el riesgo». Los sacaron en tres tandas hasta una finca cercana. «En el último viaje nos llevamos un susto grande. Apoyamos el patín en el suelo de un camino delimitado por un muro de contención de una finca. Entonces, supongo que por el efecto de la lluvia y el rebufo de las hélices, el muro cedió. Las piedras cayeron a tres metros del helicóptero. Si nos rozan, nos vamos al suelo. Nos dimos cuenta porque uno de los guardias que estaba en tierra se llevó las manos a la cabeza», añade.

En una casa cercana vieron a un hombre con un perro subido en el tejado. «Le pedimos que avanzara unos 15 metros sobre las aguas hasta llegar al centro de la finca. Necesitábamos un sitio donde apoyar el patín para subirlo, pero tiene que ser una zona medianamente despejada porque el diámetro de rotor es de 12 metros. Si tocas cualquier cosa, te caes», cuenta el jefe de la tripulación, que empezaba a quedarse sin combustible. «Tras ese rescate, nos fuimos a repostar rápidamente, y regresamos».

El panorama, a su vuelta, era similar. En otro cortijo de Santa Amalia hallaron a un vecino subido encima de una grúa y, en la misma finca, a pocos metros, a otro hombre en el tejado de una casa con un perro en brazos. Tras agruparlos de los dos sobre el techo de la grúa, los sacaron de allí.

El siguiente fue probablemente el rescate más complicado. Un matrimonio sexagenario se había quedado atrapado sobre el techo de chapas metálicas de su vivienda, cerca de la gasolinera BP de la autovía A-357. Estaban prácticamente en el río y la crecida no sólo les impedía salir, sino que tampoco permitía acceder a los servicios de emergencias. «Fue una situación muy delicada. Estaba todo sembrado de cables de alta tensión y ellos se encontraban en medio de un cañaveral, rodeados por la corriente a izquierda y derecha. En uno de los márgenes había un coche sumergido hasta el techo». El helicóptero llegó a cortar con las hélices las puntas de las cañas, pero logró posarse lo suficiente para rescatar a la mujer, que no quería dejar allí a su marido. «No se preocupe, señora, en unos segundos volvemos», le dijeron. Lo hicieron acompañados de un buzo del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, que se lanzó al agua para llevar al hombre hasta una zona segura para el rescate. Después, volvieron a base.

Aunque ya no había avisos, a las 17 horas salieron de nuevo para hacer una batida de reconocimiento. «Cuando estábamos de regreso, nos llamó una patrulla porque había otra familia atrapada», continúa Terrón. Era una casa de madera con un tejado en forma de triángulo que dificultaba el rescate, aunque finalmente lograron evacuar al matrimonio. Regresaron ya casi sin visibilidad, pero contentos, después de todo. «Yo hago otro tipo de servicios, como narcotráfico o inmigración, pero no hay mayor satisfacción que salvarle la vida a una persona», concluye el teniente.

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