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Cientos de niños se extraviaron durante el recorrido.
80 aniversario: La carretera Málaga-Almería, la masacre silenciada de la Guerra Civil

80 aniversario: La carretera Málaga-Almería, la masacre silenciada de la Guerra Civil

La tarde del 7 de febrero de hace 80 años, Málaga capital se quedó vacía. Una inmensa columna de personas presa del miedo huía por el litoral ante la inminente entrada de los nacionales. Fueron bombardeados por mar y aire en el éxodo más cruento de la contienda

Elena de Miguel

Lunes, 6 de febrero 2017, 21:32

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7 de febrero, domingo de Carnaval: La huida

El domingo 7 de febrero es domingo de carnaval. La ciudad lleva meses siendo bombardeada por los aviones  franquistas, pero los ataques se han vuelto más encarnizados en los últimos días. La llegada de refugiados de los pueblos ocupados es imparable. De poco sirve que los periódicos republicanos de la época silencien la realidad, como en la portada que ese mismo día saca a la calle el diario de izquierdas 'El Popular', donde no se hace ninguna referencia a que las tropas nacionales tienen cercada la ciudad. Nada ni nadie puede parar ya la espiral de pánico que se están adueñando de la ciudad.

Gamel Woolsey, esposa del escritor Gerald Brenan, lo describe así en su libro 'El otro reino de la muerte':

"Un siniestro rumor que nos hizo olvidar a todos la quema de casas se propagó por el pueblo: ¡El tercio, que viene el tercio! Por el tono de las voces que oímos en la calle, era como si hubieran dicho: 'Se ha abierto el infierno, Lucifer y su legión están sobre nosotros. Esta legión, digna de Lucifer, era lo que esperaban y la expectativa corría como una ola  fría de horror sobre el campo. Nadie se acostó, todos estaban fuera en la carretera, viendo la llamarada roja de Málaga e intentando escuchar a lo lejos los pasos del enemigo que acercaba".

La visión de los primeros cañones en las montañas que rodean Málaga en esa soleada mañana de domingo es sólo la confirmación de los peores presagios. De barrio en barrio, de calle en calle, de casa en casa se propaga la misma frase: 'Que vienen los moros'. El temido Tercio de Regulares de Marruecos que acompaña a las tropas nacionales arrastra una fama funesta; a ellos se les atribuyen todo tipo de actos violentos. Es entonces cuando las charlas del general Queipo de Llano desde Radio Sevilla, repletas de amenazas, adquieren máxima relevancia.

Comienza la desbandada. Hay quienes huyen porque tienen las manos manchadas de sangre o por haber tenido relevancia política o sindical. No obstante, la inmensa mayoría parte porque lo hacen sus vecinos y porque nadie quiere quedarse a ver lo que está a punto de ocurrir. El miedo da lugar a un efecto imitación sin precedentes en el que la masa lo arrastra todo, incluso a personas sin ninguna ideología. Los propios milicianos, huidos del frente, también ejercen una fuerte presión psicológica y, en ocasiones, obligan a la población a marchar.

Ya por la tarde, la marea es imparable. Los barrios populares se quedan vacíos, mientras que la caravana se agolpa en el paseo del Parque y avanza hacia El Palo y Rincón de la Victoria. La componen miles de personas, animales y carros que arrastran sus pertenencias personales, muebles, máquinas de coser, mantelerías, radios... No existe una cifra oficial de cuántas personas salieron ese 7 de febrero. Historiadores como Encarnación Barranquero aseguran que lo más probable es que las 50.000 personas que vivían refugiadas desde hace meses en la ciudad procedentes de los pueblos ocupados huyeran todas. A ellas se unen miles de personas de la capital y de pueblos del camino. La cifra oscila entre las 90.000 y las 150.000 personas, según la fuente que se consulte.

El corresponsal del 'Daily Worker' Arthur Koestler describe de esta forma lo que se está viviendo en ese momento en Málaga en su libro 'Dialogue with the death':

"Hacia las 2 de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches,  mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y lo arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor Corren algunos extraños rumores por Málaga: que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos 50 km; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta, pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo".

Llegada a Torre del Mar. Comienzan los bombardeos

Al amanecer del día 8 de febrero, mientras las tropas nacionales toman la capital, la columna de malagueños alcanza  ya Torre del Mar, donde se les suma la marea de refugiados procedentes del interior de la provincia. La carretera por la que avanzan está pegada al mar. Es entonces cuando contemplan barcos en la costa y los primeros aviones, que empiezan a bombardearlos. Los partes de guerra de la época no aclaran si la intención era bombardear directamente a la población o si estaban cubriendo la bajada de las tropas italianas desde Vélez hasta la playa. El general Queipo de Llano explica así esta decisión:

A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó

El bando nacional justifica estos ataques porque sostiene que quienes huyen son milicianos de los frentes derrotados y líderes políticos de izquierda. Sin embargo, la realidad es otra bien distinta. La inmensa mayoría de los milicianos partieron días antes, cuando comenzaron a caer los frentes, y quienes integran la caravana son, sobre todo, familias que arrastran a niños y ancianos.

Queipo de Llano niega también que la huida sea tan masiva: El gobernador de Almería, un perfecto marxista, dice (...) de Málaga han huida 250.000 personas que no han querido sufrir la opresión fascista. La coladura es de calidad, pues para esa evacuación hubiesen  necesitado 10.000 camiones, poniendo a cada vehículo 25 personas y si a cada camión le damos 25 metros de carretera resulta que hubiesen necesitado 250 kilómetros para la caravana; es decir que cuando el primer camión hubiese pasado 40 milómetros más allá de Almería, el último estaría aún en la ciudad de Málaga.

Los refugiados aceleran su paso; se viven escenas de pánico; la gente se esconde en las cunetas, en las alcantarillas, entre las cañas de azúcar que encuentran en el camino. Los barcos que bombardean son el cañonero Canarias, su gemelo Baleares y el Almirante Cervera, que se mueven con una gran facilidad por el litoral porque no hay ninguna marina republicana que les haga frente. Desde el aire, la aviación franquista e italiana tampoco da regua.

El diario británico The Manchester Guardian da cuenta de lo que está ocurriendo en la costa malagueña:

La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (...) Pronto el camino quedó cubierto de muerte.

La caravana de miles de personas llena la carretera de banda a banda; se avanza con dificultad. Algunos prefieren hacerlo de noche aprovechando que hay luna nueva o deciden tirar campo adentro para evitar los continuos bombardeos que se hacen ininterrumpidos en esta zona de la costa.

Las tropas les siguen de cerca y la gente empieza a abandonar sus enseres en la carretera, que se llena de bultos, carros y de los utensilios más insospechados. Los caballos y los burros pasan a ser los bienes más codiciados, hasta el punto de que algunos supervivientes recuerdan haber presenciado enfrentamientos e incluso robos de estos animales que, en ocasiones, se desploman exhaustos de cansancio.

La comida empieza a escasear y los cultivos de caña de azúcar del camino se convierten en el único sustento. Los campos quedan arrasados al paso de esta marea humana que también rebusca alimento en los cortijos abandonados. La gente de los pueblos cierra a cal y canto las puertas de sus casas; son pocos los que ofrecen ayuda a los refugiados.

Nerja-La Herradura, el tramo con más muertos por los bombardeos

La carretera se retuerce y se estrecha en su entrada al paraje natural de Maro. Ya no hay cultivos con los que alimentarse y el camino, recortado entre los peligrosos acantilados que caen a la orilla y  la montaña de fondo aparece como una diana perfecta. La multitud avanza agotada tras dos días andando casi sin descanso  y bajo el temor de las bombas y de las tropas nacionales e italianas que les pisan los talones.

Los bombardeos se hacen especialmente encarnizados en la cuesta de La Herradura, donde, según los testimonios de los supervivientes, se producen más víctimas normales. Cada ataque de los aviones o de los barcos dispersa el grupo en busca de refugio. Al regresar a la carretera, son muchas las familias a las que les falta algún miembro. Comienza entonces una búsqueda angustiosa que en algunos casos no obtendrá nunca resultados. Otros, la mayoría, se reencontrarán durante el trayecto o al cabo de los años.

La carretera se llena de gritos y de llantos. Entre los extraviados hay multitud de niños pequeños. El médico canadiense, Norman Bethune, que avanza con su ambulancia recogiendo a refugiados, llega a contabilizar más de 5.000 menores de 10 años:

Los niños llevaban solamente su pantalón y las niñas su vestido ancho... Niños con los bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados: niños sin zapatos, con los pies hinchados, niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio.

Hay personas que, agotadas, se abandonan a su suerte en las cunetas del camino. Son en su mayoría ancianos o embarazadas. Bethune también deja constancia de ello:

Había mujeres que no podían dar un paso más: la sangre de las úlceras de sus piernas hinchadas  teñían de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos abandonaban toda esperanza y, tumbados en la cuneta del camino, esperaban la muerte.

Almuñécar: Los italianos interceptan a numerosos refugiados

El tramo entre Nerja y Almuñécar supone para muchos refugiados el final de su huida. Las familias que avanzan con más lentitud o que salieron más tarde de Málaga ven interrumpido el camino por las tropas italianas, que les impiden el paso y les conminan a volver a sus hogares donde, les aseguran, no tendrán  nada que temer si no tienen las manos manchadas de sangre. En algunas poblaciones como Almuñécar se fletan autobuses para llevar a los refugiados de regreso; otros deberán desandar el trayecto a pie.

En algunos periódicos de la época se publican fotos de los que vuelven y se llega, incluso, a afirmar que se trata de malagueños que huyeron de los republicanos y que ahora, una vez ocupada Málaga por los nacionales, desean retornar.

Motril: El río Guadalfeo arrastra a cientos de refugiados

Los refugiados que no han sido interceptados por los italianos prosiguen su marcha. En su camino, entre Salobreña y Motril, se encuentran con que el puente que atraviesa el río Guadalfeo ha sido volado. El caudal va muy crecido, aunque no se conocen aún hoy en día los motivos exactos. Durante años se ha asegurado que las tropas nacionales abrieron una presa que había más al norte, sin embargo, ese dique fue construido con posterioridad a estos acontecimientos; aun así, pudo liberarse alguna pequeña presa que surtía los campos de la zona. Lo que sí está confirmado es que ese mes de febrero fue especialmente lluvioso y que la semana antes de la huida la provincia fue azotada por un fuerte temporal de lluvia.

El río se convierte, por tanto, en un obstáculo casi insalvable. Aun así, son muchos los refugiados que se adentran en sus aguas para intentar cruzarlo; algunos lo hacen incluso de noche y con sus familiares en brazos. Este es uno de los episodios más referidos por los supervivientes y donde también se producen más víctimas. Otros no se atreven a cruzar el río y prefieren andar campo adentro, donde, según algunos testimonios, encuentran un puente de madera que les permite pasar al otro lado.

La recta de Adra: el hambre y el cansancio son ya mortales

La llegada de las Brigadas Internacionales que apoyan al Gobierno republicano contiene en Motril el avance de las tropas franquistas e italianas. El frente se establece en la sierra de Lújar, donde permanecerá hasta el final de la Guerra Civil. La presión de ser perseguidos desaparece por tanto para los refugiados que prosiguen su camino hacia Almería; los bombardeos han disminuido en intensidad. Aun así, el hambre y el cansancio son tan mortales ya como la metralla. La multitud avanza ya sin zapatos, con los pies heridos de la larga caminada y de la gravilla que cubre el camino. Los jirones de ropa que se encuentran tirados por el camino sirven como improvisadas vendas para cubrirse las heridas y seguir avanzando.

Ya en la recta de Adra empiezan a aparecer los primeros camiones de milicianos que recogen a los que avanzan en peores condiciones. Entre ellos está la ambulancia del médico Norman Bethune, que describe de esta manera la escena que acontece cada vez que su vehículo se abre camino entre la multitud:

Nuestro coche se abría paso a duras penas... Los refugiados pasaban al lado del camino, como si no lo vieran. Seguían caminando cansinamente, con los ojos entornados hacia el suelo como síntoma inconsciente de la extenuación... La mujeres avanzaban lentas con sus vestidos oscuros... Tenían la cara y los ojos congestionados por el polvo y el sol de días y levantaban hacia nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpecitos de sus hijos. Llévese a éste; ¡Mire este niño!; ¡Este está herido! ¿A quién íbamos a subir al coche? ¿Al niño que se moría de disentería o a la madre que nos miraba silenciosa apretando contra su pecho desnudo al bebé que había nacido en el camino.

La llegada a Almería y un nuevo bombardeo mortal

El viernes 12 de febrero comienzan a llegar a Almería los primeros refugiados. Se cobijan en las aceras de la ciudad, en el puerto, en fábricas y en almacenes. En apenas unos días la ciudad pasa a duplicar su población, de 50.000 a más de 100.000 personas. En el hospital del Socorro Rojo reciben atención médica, alimento y ropa. Si bien, a los que llegan primero aún les queda por vivir otro dramático suceso. La aviación franquista bombardea la ciudad  ese mismo viernes. Entre sus objetivos está hundir el acorazado republicano Jaime I que está fondeado en el puerto, pero las bombas golpean otras zonas de la capital almeriense, provocando decenas de muertos.

Como si no fuera bastante haber bombardeado y cañoneado a esa procesión de campesinos a lo largo de su caminata interminable, cuando el pequeño puerto de Almería estaba atestado de gente refugiada, los aeroplanos fascistas desataron sobre la población un nutrido bombardeo. Cuando se habían alejado los aviones, levanté del suelo los cadáveres de tres niños. La calle parecía una verdadera carnicería (Norman Bethune).

Los refugiados malagueños apenas permanecen unos días en Almería. Desde el puerto de la ciudad se fletan barcos y salen trenes de mercancías atestados con destino al Levante y Cataluña, aún bajo poder republicano. Tras la larga caminata, a los malagueños aún les queda un largo trayecto por delante. Algunos volverán a Málaga terminada la Guerra Civil; otros se quedarán en sus nuevos destinos o saldrán hacia el exilio.

Víctimas mortales

Resulta imposible determinar cuántas personas fallecieron en el éxodo de la carretera de Alería ya que no existen registros oficiales. Los historiadores siempre se han decantado por cifras que oscilan entre los 3.000 y 5.000 muertos. En aquellas zonas donde hubo más víctimas mortales, es probable que se produjeran enterramientos al borde del camino de los que nunca quedó constancia. Los camiones que transportaban a soldados italianos y regulares también recogieron cadáveres de vuelta a Málaga.

DOCUMENTACIÓN

Istituto Luce

ITN Source/Reuters/British Pathè

SUR

ABC Madrid

ABC Sevilla

Ideal

Heraldo de Aragón

Sol de Antequera

Archivo Histórico Hoy de Badajoz

Archivo Diario Vasco

Archivo Díaz de Escovar-Fundación Unicaja

Archivo Juan Temboury. Centro Cultural Provincial (Diputación de Málaga)

Archivo Municipal de Málaga. (Ayuntamiento de Málaga)

Archivo Fotográfico Bienvenido Arenas

Archivo de Arte y Cultura de Vélez Málaga

Archivo Biblioteca Diputación Provincial de Almería

Archivo Histórico Municipal de Antequera

Archivo general de la Guerra Civil

Asoc. contra el Silencio y el Olvido por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga

Biblioteca Supramunicipal San Zoilo

Biblioteca Municipal de Almuñécar

Museo Naval de la Armada

Fotografías de Norman Bethune:

Cedidas por Jesús Majada y el Centro Andaluz de la Fotografía

Extractos del diario de Norman Bethune:

Norman Bethune. El crimen de la carretera Málaga-Almería. Jesús Majada.

Extractos de las charlas de Queipo de Llano gentileza de:

Archivo Ideal

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