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'Caso niño pintor': un informe policial desmonta la pista del suizo, el único sospechoso oficial

'Caso niño pintor': un informe policial desmonta la pista del suizo, el único sospechoso oficial

Un estudio fisonómico de la obra de David Guerrero concluye que la caricatura dibujada por el menor no pretendía representar a Rudolf Eschmann, que fue la principal línea de investigación

Juan Cano

Málaga

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Miércoles, 22 de febrero 2023, 00:36

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Fue la pista más sólida y el único sospechoso oficial en el caso de David Guerrero Guevara, apodado por los medios como 'El niño pintor', en paradero desconocido desde el 6 de abril de 1987. El investigado se llamaba Rudolf Eschmann, aunque en España se le conoció como 'El suizo'. La declaración de una camarera de pisos de un hotel y su parecido físico, a ojos del profano, con la última caricatura dibujada por el menor antes de su desaparición convirtieron a Eschmann en el principal candidato de un posible secuestro.

Caricatura dibujada, supuestamente, por David Guerrero
Caricatura dibujada, supuestamente, por David Guerrero SUR

Han pasado 35 años y el paradero del 'niño pintor', que entonces tenía 13 años, sigue siendo un completo misterio. En todo este tiempo no se ha encontrado una sola pista que explique qué fue de David Guerrero, lo que, de algún modo, ha contribuido a que la figura del suizo se extendiera como una sombra alargada sobre el caso. Sin embargo, ahora, tres décadas después de que surgiera esta pista, un informe policial ha desmontado esa línea de investigación.

El sumario se archivó de forma provisional el 16 de julio de 1996 (nueve años después de la desaparición), tal y como consta en una resolución del Juzgado de Instrucción número 10 de Málaga, a la que ha tenido acceso este periódico. La ausencia de nuevas líneas de trabajo y la prescripción de los posibles delitos convirtió el sobreseimiento en firme. Es un caso cerrado, al menos judicialmente.

La investigación original la llevó el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, por el que han pasado numerosos jefes en estas últimas tres décadas. En abril de 2019, los responsables de la Comisaría Provincial decidieron que el caso se revisara desde una óptica diferente y a la luz de los nuevos procedimientos científicos, lo que en criminología se conoce como 'cold case' (investigación en frío).

El encargo recayó en la Unidad de Policía Judicial adscrita a los juzgados, un reducido grupo de agentes que trabaja al auxilio de jueces, magistrados, fiscales y demás funcionarios. De hecho, la unidad como tal tiene sus oficinas en la Ciudad de la Justicia de Málaga, y no en la Comisaría Provincial.

Los investigadores empezaron por reconstruir el sumario que se conserva en el Juzgado de Instrucción número 10 de la capital y ensamblarlo, como si de las piezas de un gran puzle se tratara, con los legajos policiales que se almacenaban en cinco cajas en el Grupo de Homicidios.

Tras esa primera fase, en la que los agentes intentaron repasar todas las esferas de la vida del menor, se revisaron las líneas de investigación que se habían seguido en el caso y que aparecen en el sumario. La principal, a tenor del tiempo y el esfuerzo que le dedicó la policía, fue la del suizo.

La pista surgió en 1990, transcurridos ya más de tres años desde la desaparición de David Guerrero. Una camarera de pisos del Hotel Los Naranjos, en el Paseo de Reding, acudió aquel día a la comisaría y contó que en 1987, en la época en que desapareció el menor, se alojó allí un hombre de nacionalidad suiza y de unos 50 años. Se llamaba Rudolf Eschmann.

Retrato de Rudolf Eschmann
Retrato de Rudolf Eschmann SUR

La mujer declaró a los policías que uno de esos días, al arreglar la habitación del huésped, encontró unas fotos de unas chicas de 12 a 14 años, ambas de raza negra, y una tercera imagen, en blanco y negro, de un chico de similar edad. Ella pensó que eran los hijos de Rudolf y le comentó: «¡Qué niños más guapos tiene usted!».

El hombre le respondió que no eran familiares suyos, sino «chicos bellos» -así aparece reflejado en la declaración policial de la época- que fotografiaba en la calle o en el parque. Aunque aquello le pareció raro, la camarera de pisos siguió definiendo a Rudolf como una persona educada, amable y alegre.

La mujer declaró que el hombre estuvo hospedado en el hotel alrededor de un mes y que, según le dijo, se encontraba en Málaga sólo por turismo. De hecho, al arreglarle la habituación, halló en su mesita de noche folletos de publicidad sobre museos o exposiciones en la provincia.

Un día después de ver las fotos de los niños, encontró sobre la misma mesita una servilleta de papel, como las que se usan en los bares. Cuando iba a tirarla, observó que tenía una anotación en español que decía «David Guerrero Guevara. Huelín (sic)» seguida de una dirección, según su declaración ante la policía.

La camarera de pisos no podía recordar los números que acompañaban a la calle por el tiempo transcurrido, aunque le sonaban el 3, el 9 y el 19. El menor residía con sus padres en la barriada 25 Años de Paz, en la zona de Huelin. Su madre, Antonia Guevara, sigue viviendo en el mismo piso, su casa de siempre, que durante meses permaneció abierta para que, si volvía, no tuviera ni que llamar. Sólo coincide el 3: es una tercera planta.

A la mujer le llamó la atención que la servilleta estuviese escrita en un correcto español, pese a que el huésped era extranjero y supuestamente sólo estaba allí de vacaciones. Llegados a ese punto, el instructor insistió a la camarera de pisos sobre si estaba completamente segura de haber leído ese nombre. Ella lo confirmó. Incluso aportó un dato más: al día siguiente, al hacer la habitación, encontró la misma servilleta hecha trocitos en la papelera.

La testigo también reveló que, cuando le preguntó por los niños de las fotos, el hombre le explicó que solía pedirles su dirección para, después, enviarle las instantáneas tomadas a su familia. Como la policía comprobaría después, al parecer esta era una práctica habitual en Rudolf Eschmann.

La mujer reveló que, durante su estancia en el hotel, el suizo se ausentó unos días y parece que hizo un viaje a Marruecos, del que trajo una alfombra que situó entre la cama de la habitación y el cuarto de baño. Al cabo de unos días, Eschmann le anunció que se marchaba, haciendo alusión a que su hijo había arribado al puerto de Málaga desde Alicante.

La camarera de pisos reconoció que, días después, se enteró en el trabajo de la desaparición del 'niño pintor'. Cuando supo que se llamaba David Guerrero, recordó la servilleta hallada en la habitación del suizo y se lo contó a una compañera, que le aconsejó acudir a la policía. Ella no lo hizo por miedo a mezclarse en un «asunto turbio».

Como no podía «dormir tranquila», confesó lo que había visto a una amiga que era esposa de un policía, quien a su vez la puso en contacto con el instructor del caso, que le tomó declaración el 12 de julio de 1990. Cuando los investigadores terminaron de identificar a Rudolf Eschmann, descubrieron que había fallecido en enero de ese mismo año.

Pese a que el sospechoso ya había muerto, la Policía Nacional solicitó al juez una comisión rogatoria para desplazarse a Suiza y seguir investigando. El jefe del Grupo de Homicidios y un par de compañeros se desplazaron al país helvético y, junto a sus homólogos suizos, se entrevistaron con la esposa del difunto.

La mujer se mostró completamente escéptica respecto a que su marido, un empresario adinerado amante de la fotografía, pudiera tener cualquier tipo de relación con la desaparición del menor. Aun así, dio acceso a los agentes a todo el archivo fotográfico de Rudolf, que estaba en una especie de gimnasio-sauna-despacho que sólo usaba él y que se hallaba en el sótano de su casa.

En total, los policías inspeccionaron unos 14 contenedores de diapositivas, que albergaban medio centenar de imágenes cada uno tomadas en España y Marruecos durante el año 1987. Sólo intervinieron seis fotos para «futuras gestiones policiales», aunque en ninguna de ellas aparecía David.

Los investigadores comprobaron que, efectivamente, Rudolf acostumbraba a fotografiar a menores. El motivo, según su hijo, no era otro que la naturalidad con la que los niños posaban, frente al modo impostado en que lo hacían los adultos. La mujer, en su día, aludió a que su marido sufría depresiones porque no aceptaba la idea de ser mayor, de ahí su «innegable» -indica la policía en uno de sus informes- aproximación a la juventud, «con especial preferencia a las mujeres».

La pista del suizo se volvió aún más inquietante cuando la policía encontró una foto de él. En uno de los pocos informes que obran en el sumario judicial, los investigadores destacan el «extraordinario parecido físico» entre Rudolf Eschmann y la última caricatura que hizo David antes de su desaparición.

El dibujo se lo regaló el menor a Gema Calderón, una compañera de extraescolares que le venía pidiendo desde hacía tiempo que le pintara algo, admirada por la destreza del adolescente. Ella lo conservó en su habitación y, cuando se enteró de que David estaba en paradero desconocido, lo llevó al colegio donde ambos estudiaban, el Divino Pastor, que se lo entregó a su vez a la Policía Nacional.

Fotografía de David Guerrero con un cuadro pintado por él
Fotografía de David Guerrero con un cuadro pintado por él SUR

A ojos de alguien inexperto, la caricatura guarda cierta similitud con una fotografía concreta del ciudadano suizo: la perspectiva e inclinación del rostro, las arrugas, la calvicie, la nariz... Sólo cambia el gesto: en la foto, el hombre sale sonriendo. El del dibujo, en cambio, aparece con gesto desabrido, malhumorado. Un personaje patibulario.

La caricatura, pegada a la foto de Rudolf Eschmann casi como si estuviera imantada, se convirtió en una de las imágenes icónicas del caso del 'niño pintor'. La otra probablemente sería la de David mirando su cuadro del Cristo de la Buena Muerte, que pintó por encargo -no hay más rastro de arte sacro en su obra- y que se exponía aquellos días en la galería La Maison, en Duquesa de Parcent, adonde se dirigía el menor cuando salió de su casa la tarde del 6 de abril de 1987.

Todavía quedaban dos giros de guion en la trama del dibujo. El primero fue a finales de septiembre del año 2019, cuando la caricatura -la original, con el agujero de la chincheta que le puso para colocarla en su cuarto- apareció misteriosamente en el buzón del domicilio de Gema Calderón, es decir, volvió a su destinataria primigenia. Pero todo resulta aún más inquietante si se tiene en cuenta que Gema ni siquiera figura empadronada en ese domicilio porque sigue estándolo en el de sus padres. No obstante, la dirección del buzón donde se encontró la caricatura sí que consta en las bases de datos oficiales.

El último giro, y quizá el definitivo, proviene de un informe elaborado por el Grupo ABIS-Fisonómicos de la Brigada de Policía Científica de Málaga a petición de los investigadores de la unidad adscrita a los juzgados, encargados de la revisión del caso. Los agentes han solicitado a sus compañeros que cotejen el documento con una doble finalidad: identificar a la persona que lo sustrajo del sumario del caso y lo depositó en el buzón de Gema y, por otra parte, estudiar el dibujo en sí para comprobar la relación con Eschmann.

La primera línea de investigación resultó infructuosa. Las periciales practicadas sobre el papel no han permitido extraer una huella indubitada que conduzca a un sospechoso, ya que había sido manipulado por varias personas antes de ser entregado a la policía.

La segunda, centrada en el contenido del documento, sí ha permitido arrojar algo más de luz sobre el caso. Los especialistas de Policía Científica han realizado un estudio fisonómico del rostro del suizo y, tras examinar toda la obra pictórica de David Guerrero, han llegado a la conclusión de que, por su técnica y sus trazos, la caricatura no representa a Rudolf Eschmann. Dicho de otro modo: si el menor hubiese querido dibujar al ciudadano helvético, no lo habría hecho de ese modo.

Para alcanzar ese resultado, que desmonta la que históricamente ha sido la principal pista del caso, los policías de la Científica se han fijado principalmente en el modo en que, por ejemplo, David dibujaba los lóbulos de las orejas de sus personajes, o también la nariz, que en la caricatura es aguileña.

El informe, que resulta tremendamente llamativo teniendo en cuenta los ríos de tinta que han corrido sobre el suizo, no ha pillado por sorpresa a la familia del menor. Ni Jorge ni Raúl Guerrero, que también es pintor y por tanto tiene una opinión cualificada, ven parecido entre ambos. «Hay ciertos detalles que pueden ser similares entre la foto y el dibujo, pero para Raúl, que sabe realmente cómo pintaba David, no son la misma persona. Lo descarta al 100%», concluye Jorge.

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