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LUIS UTRILLA NAVARRO. PRESIDENTE PROVINCIAL DE CRUZ ROJA
Domingo, 4 de mayo 2025, 02:00
Según datos del Fondo Monetario Internacional, España ocupa el décimoquinto lugar de los países del mundo en Producto Interior Bruto, el tercero de la Unión ... Europea, descendiendo al puesto treinta y cinco si el dato que analizamos es el de PIB per cápita, haciendo patente el desigual reparto de la riqueza de nuestra sociedad. En ambos casos, son datos que revelan la importancia económica de nuestro país y que reflejan el estado de bienestar del que la sociedad española, en general, disfruta.
Y es por eso, que en ese contexto chirría de manera escandalosa que España tenga la tasa más alta de pobreza infantil de la Unión Europea. Un 34% de nuestros menores de edad viven en riesgo de pobreza, y si sumamos los datos de los adolescentes entre 13 y 17 años, esa cifra se eleva casi al 36%. Para hacer más ininteligible la ecuación, si nos circunscribimos a Andalucía el dato de pobreza de menores de 18 años alcanza la vergonzosa cifra del 47%.
Ante los fríos números de la estadística, todos ellos referidos al año 2024, conviene recordar que cuando hablamos de pobreza, hablamos de niños y adolescentes que no pueden comer proteínas de carne o pescado dos veces a la semana; que sus viviendas no pueden permitirse el lujo de tener una temperatura adecuada; o que no pueden sustituir la ropa y el calzado estropeado. Y por supuesto, como resulta obvio, en sus hogares no disponen de conexión a internet, ni su familia cuenta con un automóvil, ni mucho menos pueden participar en actividades de ocio o disfrutar de una semana de vacaciones al año.
Si bien la pobreza tiene una mayor repercusión en los ámbitos rurales, no estamos hablamos de un mundo lejano, sino que son niños y adolescentes que transitan por nuestras calles de forma cotidiana, que asisten a los colegios junto a nuestros hijos, pero que crecen en una sociedad que le cierra las puertas a un desarrollo educativo vital y por ende profesional, y, a la par, les niega los derechos de los que disfrutan el resto de los niños.
Son niños y adolescentes que han nacido en una familia vulnerable, y han heredado de sus padres una pobreza que cada día resulta más estructural y que amenaza en ahondar aún más una próxima generación de pobres, ya que la desigualdad de oportunidades en España alcanza uno de los niveles más importantes de la Unión Europea, solamente superado por Rumanía y Bulgaria. Es, por tanto, el momento de actuar para sembrar en la actual generación de menores de 18 años un futuro de esperanza. Estableciendo políticas reales de apoyo a la infancia, con rentas directas significativas a las familias con hijos; mejorar sustantivamente la implementación del Ingreso Mínimo Vital; y, sobre todo, afrontar las debilidades del sistema educativo en materia de equidad que realmente permita a los niños de familias vulnerables realizar estudios de bachillerato, formación profesional y universitarios.
Desde Cruz Roja Juventud se trabaja en estimular a niños y adolescentes a recuperar la esperanza que les permita superar las fronteras. Pero los programas de apoyo escolar, de suministro de material deportivo y académico, de participación en actividades culturales y deportivas, de acceso a becas y ayudas públicas que se llevan a cabo desde Cruz Roja son sólo un granito de arena.
Corresponde a las administraciones públicas apostar decididamente por el futuro, y para ello hay que trabajar denodadamente por cambiar la realidad de nuestros niños y adolescentes en el presente, y evitar así que, en unos pocos años, sigan engrosando las estadísticas de la pobreza.
El mirar para otro lado no es la solución. Tenemos recursos suficientes para todos, como señalaba Mahatma Gandhi, pero nunca serán suficientes para satisfacer la codicia de unos pocos. Hay que apostar por la educación pública, reforzando los ciclos de Formación Profesional que tan buenos resultados están dando en la integración laboral y no abandonando ese nicho formativo a las empresas privadas.
Hay que multiplicar de forma importante el número de residencias públicas universitarias, que permitan a los miles de estudiantes que no residen en Málaga, poder acceder a los estudios superiores, seriamente lastrados en la actualidad por el precio de la vivienda.
Hay que establecer entornos de ocio saludable, cultural y deportivo, en todos y cada uno de los barrios de las ciudades de nuestra provincia, que permitan construir una sociedad abierta e interclasista.
Hay que recuperar, en definitiva, el ascensor social que durante la segunda mitad del siglo XX permitió a miles de niños y adolescentes acceder a un futuro mejor que el de sus padres. Un ascensor que se averió definitivamente en la crisis de 2008 y que ninguna administración se compromete a reparar. Porque no sabemos cómo serán las ciudades de las próximas décadas, ni si los drones nos traerán los paquetes a casa, o si la inteligencia artificial suplantará las actividades de los profesionales de la ingeniería o la medicina. Pero sí sabemos que las personas que habiten nuestra ciudad deberán poder convivir en un razonable estado de igualdad, en un futuro que hoy debemos empezar a sembrar.
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