Las cicatrices del suicidio: esta causa de muerte sube en Málaga
Testimonios ·
Un total de 168 personas fallecieron el pasado año en la provincia por este motivo. Asociaciones de la capital trabajan con afectados y familiares para prevenir y sanar en el dueloLos últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística hace tan sólo unos días confirman el incremento de las muertes por suicidio en Málaga. ... Un total de 168 personas fallecieron el pasado 2024 en la provincia por esta causa: 136 hombres y 32 mujeres; en 2023 fueron 163 muertes.
Pero por encima de los datos están las personas. Cada historia, cada paso para aliviar, cada dolor que llega a ser insuperable. Aunque hay miles de personas que se dedican a intentar acompañar, escuchar, apoyar e incluso evitar causas mayores. En Málaga hay asociaciones que trabajan en la prevención del suicidio y el acompañamiento en el duelo. Y hay quienes en ellas encuentran su refugio.
Es el caso de Emilio Bandera, que tras varios intentos suicidas conoció Afenes (Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental) y su vida cambió por completo. Allí volvió a sentirse parte de la sociedad y se conoció a sí mismo. Conoció la calma dentro de la tempestad.
También Teresa Lerma encontró un sitio de desahogo en la Asociación Alhelí tras el fallecimiento de su hija Marina. Allí, en las sesiones de acompañamiento en el duelo, aprendió que su rutina no sólo iba a estar llena de llanto, volvió a hablar y expresar sus sentimientos.
Aquí cuentan su historia y aseguran que, aunque el dolor ni se cura ni se olvida, hay una pequeña luz al final del túnel que hace cicatrizar algunas heridas del corazón.
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Emilio Bandera
«Llegué a pesar 150 kilos y tomar 15 pastillas diarias. Perdí el sentido de la vida»
Emilio Bandera vivió un periodo «de rebeldía contra el mundo» que desembocó en casi diez años sin salir de casa y varias conductas suicidas. Había estado un tiempo viviendo en la calle y no se sentía parte de la sociedad, su identidad estaba perdida. Ahora analiza y reconoce con claridad cuál fue el punto de partida. «Todo empieza cuando ese Emilio pierde su propia identidad a través de los diagnósticos: esquizofrenia, agorafobia, depresión crónica, trastorno obsesivo compulsivo... Ese Emilio no se entiende a sí mismo, viene de vivir en una situación de calle, de pasar por ingresos hospitalarios y centros psiquiátricos... Ese Emilio tiene miedo a contar a la sociedad quién es; también a su familia, que no entiende lo que es un proceso de salud mental. Ese Emilio se escudó en el diagnóstico y cada vez salía menos de casa hasta llegar a perder el sentido de su vida. Y tuvo un par de intentos de no querer estar aquí, de desear desaparecer, de no querer formar parte de la sociedad. A ese Emilio le comían sus emociones; llegó a pesar 150 kilos y tomaba 15 pastillas diarias».
Así confiesa, en tercera persona, el malagueño Emilio Bandera su propia historia convertida en un infierno cuando era adolescente. Ahora tiene 43 años y puede contar que ese Emilio del que habla sigue trabajando en reconducir todas las situaciones pasadas y su rutina hace años que dio un giro de 360 grados. Entre psicólogos, psiquiatras y tratamientos de pastillas interminables, encontró un refugio que finalmente le empujó a mejorar su conducta. Fue Afenes (Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental), con sede en Málaga, que se convirtió en ese apoyo que Emilio necesitaba.
Cumple diez años como técnico de la asociación, pero nunca dejará de ser un usuario como en sus inicios: «Yo sigo en mi recuperación, esto no se trata de conseguir estar bien o no. Es un camino en el proceso de volver a tener un sentido de vida», asegura Emilio, que relata la importancia del trabajo del tejido asociativo: «Cuando llegué a Afenes me ayudó mucho el simple hecho de poder hablar con alguien un rato sin que me juzgase; empecé a sentirme parte de un grupo que me ofrecía las herramientas que aún sigo usando para seguir avanzando».
En primera persona
Ahora, además de ser técnico de la asociación que le enseñó a ver la luz al final del túnel, participa en conferencias y ponencias sobre la conducta suicida contando su experiencia en primera persona. «Es muy importante validar esto a día de hoy porque ayuda mucho en el entendimiento de los procesos. Es un método diferente, ni mejor ni peor, pero hablar de manera cercana a una persona que está pasando justo por lo mismo que yo pasé ayuda a avanzar más rápido. A mí no me gusta hablar de enfermedad ni problemas, yo hablo de un proceso de vida dentro de la salud mental. Me estoy centrando ahora en hacer el acompañamiento entre iguales con grupos de apoyo mutuo donde no hay etiquetas, donde todos forman parte del proceso de mejora», detalla sobre su método de trabajo.
«La emoción puede ser tu peor enemiga, pero también tu mejor amiga. Cuando te das cuenta de esto, cambias la visión para crecer y tienes una herramienta más para poder seguir hacia adelante. Y se demuestra que sí, que se puede salir de estas situaciones», cuenta positivo Emilio. Aunque hay un momento de la conversación con SUR en el que se sincera y reconoce que no hace mucho volvió a sufrir una crisis. Ahora mismo está diagnosticado con Trastorno Límite de Personalidad y pasa crisis de ansiedad que le hacen vivir momentos de pánico: «Es duro y reciente, pero es necesario contarlo. Hace poco tuve que bajarme de mi orgullo y volver a pedir ayuda; no me encontraba bien por diversas situaciones personales después de un año sin parar. Me olvidé de tratarme a mí mismo y tengo que dar las gracias a todas las personas que estuvieron apoyándome en ese momento de crisis».
Herramientas
El Emilio que recordaba él mismo al inicio de la entrevista no hubiese sabido salir de esa situación. «Mi yo de hace muchos años hubiese actuado impulsivamente y no sabríamos si ahora mismo estaría aquí. Pero no pasó nada porque ahora tengo las herramientas con las que llevo tantos años trabajando junto a Afenes y que me han enseñado a salir de las situaciones negativas», asegura Emilio Bandera.
Conoce todo el recorrido de las conductas suicidas y ha vivido en primera persona cómo se aborda desde los servicios públicos hasta los recursos asociativos como Afenes. «Puedes ir a la consulta del psiquiatra, pero tiene 15 minutos para atenderte y hasta dentro de tres meses no vuelven a verte. Te da la medicación y, si tiene algo de conciencia, quizá te pregunte algo más. Esto no es válido para la salud mental, se necesita crear espacios de liberación emocional y eso sólo se está haciendo desde las asociaciones, que cada vez tienen menos recursos», lamenta y denuncia Emilio.
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Teresa Lerma
«Necesitamos que se nos oigan, que se haga público el suicidio y que deje de ser tabú»
El año 2022 fue un antes y un después en la vida de Teresa Lerma, que perdió a su hija Marina. «Viendo que llevaba tres intentos de suicidio en días anteriores, le dieron el alta voluntaria. No tenían que haberlo hecho porque ella estaba en riesgo. Pero es que los hospitales no están preparados para esto, nos encontramos un tabique en la salud mental», denuncia Teresa Lerma desde una de las salas de la Asociación Alhelí, un pequeño refugio que descubrió hace casi dos años y al que acude semanalmente para encontrar un apoyo. «Pero esto es algo que nunca se curará ni superará», confirma ella misma.
La voz de Teresa habla desde el dolor y la rabia de lo que podía haberse evitado. Y desde su verdad, que cuenta en esta conversación con SUR. «Yo he tenido también varios intentos tras perder a mi hija. Estuve con el psicólogo Miguel Guerrero y me escuchaba, me calmaba. Pero, luego, la psiquiatra sólo me miraba a la cara y me mandaba pastillas, pastillas y más pastillas. Ese es el arreglo de salud mental; se piensan que con las pastillas se puede curar todo, pero eso no arregla nada», denuncia.
Reflexiona desde su propia experiencia y la que vivió con su hija. También desde las historias que conoce de las sesiones grupales con personas que están en una situación similar a la de ella: han sufrido el fallecimiento de un amigo o familiar. La Asociación Alhelí, con sede en Málaga, les acompaña en el proceso del duelo. «Desde que vine aquí existe una Teresa que puede hablar, cosa que antes no hacía; sólo sabía llorar, llorar y ya está. Desde que conozco a Alhelí puedo soltar todo lo que tengo dentro y soy mucho más empática, quiero ayudar a todo el mundo. No sé... Por lo menos me voy soltando un poco, aquí me han enseñado a soltar mi pena y a saber que hay un apoyo. Hacen falta más lugares como Alhelí en Málaga, Andalucía y España», reclama Teresa.
Las sesiones en Alhelí no son fáciles, tal y como describe Teresa, se pasa de la emoción a la rabia, al coraje, a la impotencia... «Es muy duro, pero si no fuera por ellos, ¿qué sería de nosotros? A cualquier persona que esté pasando por la muerte de un hijo, hija o familiar le recomiendo que venga aquí; no le vamos a quitar la pena porque eso es imposible, pero vamos a intentar arroparla», asegura. Teresa, según confirma, tardó un año en decidirse a acudir a Alhelí: «Pero la realidad es que esto es una ayuda tremenda. Nos queremos con locura todos y hay mucha comprensión entre nosotros. Todos conocemos el dolor y la pena que se siente por perder a alguien tan importante en nuestras vidas, sabemos ponernos en la piel del otro y eso es muy importante».
Necesidad de concienciar
«Necesitamos que nos oigan, que se haga público el tema del suicidio y que no se trate como algo tabú. Queremos que la gente tome conciencia del problema tan grave que tenemos en la sociedad y para eso necesitamos ayuda de médicos profesionales. Ya no lo hacemos por los nuestros, lo hacemos por los demás. Nuestros hijos no van a volver, pero no queremos que haya más víctimas», pide Teresa Lerma, que reclama más visibilidad y prevención ante el suicidio: «Tenemos campañas y anuncios en televisión sobre accidentes de trafico que nos ponen el vello de punta. ¿Y sobre salud mental? ¿Por qué no hacen unos anuncios que nos pongan la piel de gallina? Es una de las principales causas de muerte no natural en nuestro país».
Tanto ella como las familias que acuden a Alhelí buscan «abrir los ojos a la gente» y a las administraciones públicas para que lancen más subvenciones que apoyen al tejido asociativo que tiende la mano para hacer un acompañamiento en el duelo. «Yo he sentido hasta cómo mis amigos me dejaban de lado... Aquí nunca me han hecho sentir así, todo lo contrario», confirma Teresa Lerma.
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