El mapa del miedo de las mujeres en Málaga
Como el resto de las ciudades, concentra puntos donde las mujeres se sienten vulnerables. Son zonas que no están vinculadas a delitos, sino a la sensación subjetiva de inseguridad
Mara siempre trata de esquivar la zona de La Coracha o Mundo Nuevo «cada vez que anochece». A Rocío le ocurre «lo mismo» cuando ... tiene que atravesar el Parque, sobre todo el lado que corre paralelo al Paseo de los Curas. Para Marina es un (mal) trago «recorrer el trayecto desde la avenida de Velázquez al paseo marítimo de Antonio Banderas». Ana se lo piensa dos veces antes de salir a correr por la playa «muy pronto, cuando aún es de noche o a la caída de la tarde en invierno, aunque no sea muy tarde». Montse, en fin, evita el entorno de la estación de autobuses «a cualquier hora del día» y María no distingue por barrios: «Me da miedo ir por donde sea si las calles están poco transitadas».
Los testimonios de estas mujeres, unidos a los de otras decenas que como ellas se piensan sus itinerarios a diario para tratar de esquivar lugares en los que se sienten vulnerables, sirven para dibujar el mapa del miedo en Málaga: son puntos que podrían encontrarse en cualquier otra ciudad y que no tienen que estar necesariamente vinculados a las zonas más problemáticas o con más índice de delincuencia. Simplemente son espacios que generan una situación subjetiva de miedo en las mujeres y que marcan sus rutinas a la hora de desplazarse. Desde el Limonar o el Cerrado de Calderón cuando termina el horario de autobuses a las zonas de aparcamientos de Teatinos una vez que acaban las clases o calles como Lehmberg Ruiz o Hilera al echarse las persianas de oficinas y comercios, Málaga cuenta con un amplio catálogo de puntos que dibujan el mapa del miedo de las mujeres. Este fenómeno no es nuevo ni surge de la improvisación o el impulso; de hecho existe una disciplina en el Urbanismo que promueve el diseño de 'ciudades amables' teniendo en cuenta esos sentimientos de vulnerabilidad. Eliminarlos es un reto que trasciende el género y que beneficia a todos los colectivos.
Para avanzar en esta estrategia necesaria, SUR puso en marcha el pasado mes de marzo una campaña en redes sociales con el hashtag #mapadelmiedo y donde se invitaba a las mujeres a compartir esos espacios. El llamamiento generó una amplia respuesta y sirve para fijar los puntos exactos de la capital que o bien se esquivan o bien elevan el nivel de alerta cuando no existen itinerarios alternativos.
«Málaga necesita mejorar mucho en este sentido». El diagnóstico lo pone sobre la mesa María Soler, arquitecta que firmó hace más de un año junto a su colega Cristina Gallardo un informe pionero en Andalucía que detectaba puntos hostiles en Málaga tras un completo trabajo de campo realizado con mujeres. Aquella iniciativa partió del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) y sus conclusiones fueron enviadas a los organismos competentes, entre otros el Ayuntamiento, para que se tomaran medidas. «La verdad es que se ha avanzado poco y no es un fenómeno exclusivo de aquí. La necesidad de repensar el urbanismo más allá de los despachos y acercarlo a las necesidades reales de los ciudadanos, en especial de las mujeres, es algo que se lleva reclamando desde hace 25 años y la respuesta es aún escasa», sostiene la especialista, quien aporta, de partida, cuatro patrones fundamentales que hacen que una calle se perciba como segura (o no). «Son la iluminación, la limpieza, la gente y las ventanas». Es decir, de puntos donde –en este caso– la mujer sienta que puede ser atendida en el caso de que sea necesario. «Porque las ciudades tienen ojos y oídos –prosigue Soler–: cuando tú pasas sola por un lugar, pero piensas que si ocurre algo te van a ver o a escuchar vas más tranquila». La ausencia de recovecos y la anchura de la vía –«si una mujer puede elegir entre una callejuela y una avenida, siempre escogerá la avenida», añade– también son determinantes en este dibujo de la calle ideal.
La realidad, en cambio, está bastante alejada de ese reto. En primer lugar, la arquitecta y coautora del informe 'Mujeres entramando ciudades' sostiene que en muchos lugares «la iluminación está pensada para los coches, no para los peatones y las aceras». Los usos de determinados espacios son también fundamentales a la hora de medir la sensación de vulnerabilidad que generan. «Cuando no hay mezcla de usos hay un problema; por ejemplo, en una calle donde sólo haya comercios, en el momento en que se cierren se queda todo desierto», constata Soler, que defiende una combinación de esos usos con el residencial, por ejemplo, para ganar en seguridad.
Otro de los factores fundamentales en el diseño de 'ciudades amables' tiene que ver con el transporte público y con la capacidad de adaptarse a los usuarios en determinadas circunstancias. En este sentido, es un hecho que en zonas residenciales, por ejemplo de la zona este (Limonar, Cerrado o Parque Clavero), una vez que terminan los horarios de autobuses, los trayectos han de hacerse a pie por lugares que a veces generan temor entre las mujeres. Una de las participantes en la encuesta de SUR se refería específicamente a las calles Miguel Induráin o Federico Fellini, «que son zonas donde no hay casas cerca y están muy oscuras y solitarias». Otras constataban un fenómeno idéntico en los polígonos industriales, que a determinadas horas se quedan desiertos, pero que son el lugar de trabajo de muchas empleadas «que se dedican a la limpieza de las empresas», observa otra de las usuarias. La solución, en este caso, podría estar en las paradas a demanda; es decir, que las mujeres pudieran escoger dónde se suben o se bajan en función de la cercanía del lugar al que se desplazan. «Los polígonos son un fallo logístico de la ciudad porque no están sometidos a un paso normal. Falta una mejora en la iluminación y el transporte, que se ha mejorado en parte pero que necesita más control». Esa reflexión la aporta, por su parte, el arquitecto y urbanista Carlos Hernández Pezzi, quien constata, al igual que su colega María Soler, que «en Málaga la cuestión de género no se tiene en cuenta en ningún sentido; tampoco en el urbanístico». A su juicio, Málaga es, en general, «una ciudad amable, pero tiene aún muchas lagunas» y vincula su carácter «abierto» y «turístico» a otro fenómeno que corre en paralelo. «Estamos abiertos las 24 horas y tenemos una vida al aire libre, pero eso también va generando una serie de necesidades importantes en materia de prevención, iluminación, limpieza y sobre todo educación», sostiene el experto. Hernández Pezzi participó, de hecho, en unas jornadas sobre 'Urbanismo de la Vida Cotidiana' celebradas el pasado mes de junio en Gijón; y en su ponencia sostuvo que «las mujeres han perdido en el urbanismo liberal pese a lo que han ganado en visibilidad, presencia y cohesión social (...). El urbanismo con perspectiva de género ha sido superado por el urbanismo real».
Cambiar el foco
Esta ausencia no ya de protagonismo, sino de atención, en el urbanismo 'cotidiano', la ilustra María Soler con dos ejemplos muy visuales. «Las ciudades están pensadas en función de recorridos lineales, que generalmente coinciden con los trayectos que hacen los hombres de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Las mujeres, sin embargo, hacemos recorridos 'poligonales': antes de ir a trabajar dejamos al niño en el cole, compramos algo que falta o hacemos algún recado. Y ahí es más fácil que aparezcan obstáculos». O, dicho de otro modo, la sensación de vulnerabilidad que la especialista también vincula a una cuestión «subjetiva» y que tiene que ver mucho «con lo cultural». Y aporta, en este sentido, las zonas que marcan su mapa del miedo cotidiano. «La parte del Parque que discurre por el Paseo de los Curas me da pánico; por ahí no paso ni de día. También el tramo que va desde el Museo de la Aduana al otro tramo del Parque o los costados del río. Si puedo evitarlos, lo hago».
La presidenta de la Plataforma Violencia Cero, Carmen Martín, tuvo una experiencia desagradable hace unas pocas semanas. Mientras paseaba por la zona de Sacaba al atardecer, un hombre en bicicleta comenzó a gritarle improperios. Ella se apresuró a llegar a casa y, a pesar de que lleva paseando por la misma zona varios años, ahora ya lo hace con temor. «Cualquier mínimo suceso que nos ocurre a las mujeres yendo solas por la calle nos condiciona para siempre en ese lugar. Y eso, en el fondo, es coartar nuestra libertad», sostiene.
Aunque pone sobre la mesa algunas soluciones recurrentes (más iluminación, mayor seguridad y paradas de autobús a demanda), la presidenta de la plataforma insiste en la necesidad de cambiar el foco al que suelen apuntar estas cuestiones. «Se intenta sensibilizar a las mujeres de que tengan precaución, cuando en realidad nosotras ya tenemos claro el cuidado con el que debemos salir a la calle», afirma.
Martín apela a la importancia y el efecto que tendría lanzar campañas no tanto dirigidas a las mujeres, «sino los chicos para que no nos violenten. Cambiar la mirada, que entiendan que los responsables son ellos, no nosotras». Para avanzar en ese reto, la portavoz feminista destaca la importancia de iniciativas como el mapa del miedo. Pero sobre todo otra mucho más poderosa: la educación.
«Volvía a casa después de una noche de bares. Iba, como siempre, intranquila»
«Volvía por la Alameda de Colón a las 5.30 de la madrugada después de una noche de bares con mis amistades. Iba, como siempre, intranquila porque es una zona mal iluminada y no había nadie. De repente, una mujer salió de un coche (...) y me relajé porque era una mujer. Ella no me vio y se puso a andar. Yo iba detrás de ella. Se le veía nerviosa y aceleraba el paso. Justo cuando iba a pasar por su lado, lanzó un grito, asustada. Cuando vio que era otra mujer sonrió y se disculpó. No hizo falta que se explicara (...). Seguimos el camino juntas y nos despedimos. Llegué a mi casa con una sonrisa amarga». Este testimonio fue uno de los muchos que recogió SUR el pasado mes de marzo con motivo de una campaña en redes sociales con el hastag #mapadelmiedo. Con esa etiqueta decenas de mujeres hicieron llegar a la redacción sus experiencias en puntos donde se sienten vulnerables, una experiencia compartida que se ilustra a la perfección en este testimonio anónimo.
«Una vez dejé el coche en el Paseo de los Curas y no lo pasé bien a la vuelta. Incluso tuve que darme la vuelta en un semáforo porque alguien me seguía. Y serían las diez de la noche. No lo hago más». Pilar describía así la sensación de miedo en este lugar que a pesar de estar en pleno centro de la ciudad es uno de los que más reflexiones suma en este sentido. También los alrededores del CAC Málaga, «la parte trasera; también de noche» o la cercana Alameda, ahora en obras. «Yo paso miedo desde el tramo final, por donde está el Cercanías de Renfe y el banco Santander. Hay obras y está todo muy oscuro», admite otra de las mujeres que participó en la encuesta.
El mapa es tan amplio como el listado de zonas señaladas: el mercado de Salamanca, Armengual de la Mota cuando cierran los comercios, Muelle Heredia, algunas zonas de Teatinos, la avenida de Europa, la Alameda de Colón, el Parque en sus dos direcciones, el túnel de la Alcazaba, la avenida de Fátima, calle Cerrojo, alrededores del Hospital Civil, calle Sevilla y Mármoles, Huelin, la avenida de Valle- Inclán o los polígonos son sólo algunos de ellos.
Entre todos dan forma al mapa del miedo en Málaga y son el resultado de un análisis que ya tiene antecedentes en otras ciudades españolas. Es el caso de Valladolid, donde a raíz de una campaña similar impulsada por el diario 'El Norte de Castilla', de Vocento, se consiguió, el pasado mes de diciembre, que estos mapas de riesgo se tuvieran en cuenta en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Para confeccionarlo, el área de Urbanismo se ha apoyado tanto en la Policía Local como en los propios técnicos de la concejalía, que a partir de su conocimiento de la ciudad y de los testimonios aportados por las mujeres han hecho mejoras significativas en los puntos que se consideran más vulnerables (por ejemplo en materia de iluminación o señalización) y sobre todo han fijado la pauta para el urbanismo del futuro en la capital castellana. «Esa mirada –destacaban entonces los representantes municipales– ha venido para quedarse, para que la mitad de la población también se vea reflejada».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión