«Me olió a secuestro cuando dijeron que comprarían un millón de kilos de aceite»
El empresario Manuel Rodríguez relata el rapto que sufrieron un empleado y dos comisionistas que viajaron a Armenia para cerrar un negocio
Juan Cano
Jueves, 19 de mayo 2016, 00:30
«Papá, esto no me gusta. Tienen pinta de delincuentes», le informó su hijo por teléfono tras recibir al señor Gago y a su séquito ... en las instalaciones. «Diles que la reunión se ha acabado y échalos de allí», le respondió Manuel Rodríguez, propietario de Oleo Verde, en la localidad malagueña de Villanueva de Algaidas.
El trato nunca le dio buena espina. El tal Gago decía ser representante de la Cámara de Comercio de Armenia y pretendía adquirir para su país 10.000 toneladas de aceite. «Me olió a secuestro desde el principio; sólo hay cuatro empresas en el mundo capaces de comprar un millón de kilos, y todos las conocemos», explica el empresario, que advirtió a los comisionistas malagueños que le presentaron a los inversores. «Mi primera frase fue: esto es mentira». A Manuel le escamó que quisieran hacer una compra semejante cuando el aceite estaba más caro. Mientras negociaban, el precio de mercado bajó y los supuestos clientes «ni siquiera regatearon», recuerda. «Creíamos que íbamos a ganar todos mucho dinero, y en realidad iban a sacárnoslo a nosotros», añade.
El señor Gago puso como condición que el contrato de exportación debía firmarse en Yerevan, la capital de Armenia. «Querían que yo también fuese, y estuve a punto de viajar, pero mi familia me decía lo mismo, que tampoco se fiaba». Al final, Manuel Rodríguez se quedó en tierra y sólo voló, el pasado octubre, una expedición formada por un apoderado de Extractora Algaidense, una de las sociedades del empresario, y los dos intermediarios.
Cuando aterrizaron en el país, fueron recibidos a pie de pista por los inversores, que se movían en vehículo de alta gama y afirmaban ser representantes del gobierno. En lugar de llevarlos al hotel que tenían reservado, los condujeron a otro que decían haber pagado. Allí pasaron la primera noche. Al día siguiente, los recogieron para llevarlos al banco a firmar unos documentos. Sin embargo, el viaje, por carretera, a través de las montañas, fue de casi tres horas. Los condujeron hasta una casa de campo donde «iban a comer», pero nada más entrar les quitaron los ordenadores y los teléfonos móviles. Y todo empezó a torcerse. «Yo los llamaba sin parar y no me contestaban. Al segundo día me llamaron y me dijeron que estaban de paseo, de visita. Me extrañó porque son personas que hablan mucho y apenas decían nada», cuenta el dueño de la almazara.
Los inversores se habían convertido ya en secuestradores. Se inventaron que la policía había cogido a un familiar en la frontera con tres millones en efectivo y culpaban del chivatazo a los empresarios malagueños. Tras presionarlos, los separaron de habitación y se centraron en el apoderado de la empresa. «Empezaron a llamarme a mí y a presionarme para que viajase a Armenia. Yo le respondía: Si tú me dices que todo ok, yo voy. Pero no me lo creo. Ahí están pasando cosas muy raras. Si queréis que vaya, tenéis que desplazaros vosotros al Consulado».
Pago de 100.000 euros
Los captores exigían 1,4 millones de euros a sus víctimas para liberarlas. Para intimidarlos, obligaron al apoderado a colocar las manos sobre un paquete para, después, advertirle de que contenía droga y que, si no accedía a sus pretensiones, lo entregarían a la policía para que pasara una larga temporada en la cárcel. El hombre, asustado, contactó con sus familiares y les dijo que necesitaba el dinero para unos amigos, por lo que transfirieron 100.000 euros a una cuenta en Barcelona. Una vez hecha la transferencia, la banda trasladó a los malagueños al hotel donde los habían alojado, que también tuvieron que pagar para recuperar su documentación y volver a España.
La policía, que ya estaba sobre aviso por la denuncia presentada en Málaga por la empresa, vigiló el banco y arrestó a la persona que iba a retirar el dinero, que era hermano de uno de los secuestradores. También en Barcelona se detuvo a dos empresarios españoles, del sector de la restauración, que habrían actuado de gancho entre la banda y las víctimas. Pero faltaba la pieza principal, el señor Gago. El supuesto líder del grupo acaba de ser detenido en el aeropuerto de El Prat. Aterrizaba en España para, según los investigadores, captar nuevas víctimas; en este caso, unos empresarios vinícolas de Granada.
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