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La crítica: Apología del silencio

Alberto Gómez

Martes, 21 de marzo 2017, 00:42

Lo normal es no encontrar palabras cuando arrecian la enfermedad y su vocación de tornado, poniendo la vida patas arriba. Ahora que la obligación de ... aparentar optimismo ante cualquier circunstancia, por dura que sea, se ha instalado como un mantra tramposo que convierte el sufrimiento sin adornos en una derrota, se hace necesario reivindicar el silencio, la rabia enmudecida, como un volantazo igual de válido ante la autoayuda y las citas de Paulo Coelho. No sé decir adiós aborda la incapacidad de despedirse, la montaña de torpezas que sus personajes construyen justo cuando la teoría dicta que deberían estar a la altura, tener siempre a mano la palabra precisa, el gesto oportuno. Lino Escalera, debutante en el largometraje, levanta una historia despojada de cualquier atisbo sentimentalista pese a retratar los últimos días de vida de un hombre enfermo de cáncer. No hay moraleja ni heroicidades, tampoco golpes de efecto en este viaje protagonizado por un padre que se muere y dos hijas perdidas, atrapadas por el miedo. El guión, firmado por Escalera y Pablo Remón, evita los lugares comunes de este tipo de dramas y bucea a pulmón entre la complejidad de los lazos familiares, sin concesiones a la sensiblería.

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