Ojén culmina una noche de hondura y cachondeo
Derby Motoreta se alza como una de las mejores bandas españolas en directo
DAVID LERMA
Domingo, 3 de julio 2022, 14:43
Rufus T. Firefly, pese a la cercanía con el público, no sublimó el escenario con su soul a lo Isaac Hayes. Muy tranquila, con su ... batería en primera línea, Julia Martín-Maestro lideró a la banda con profesionalidad, guiando a sus cercanos fans con una energía muy «artie», que acaso -la culpa tal vez no sea de ellos- no encajaba anoche en el ánimo de la concurrencia. Y llegaron Derby Motoreta.
Minutos antes de actuar, Dandy Pirahna se mezclaba entre el público. A dos metros de distancia, su aspecto no anunciaba a la deidad en la que se convertiría después. Parece un hombre del pueblo, sin importancia global, con sus pantalones acampanados y sus rizos volumétricos. Cuando subió al escenario, se transformó en un Robert Plant con una naturalidad desbordante, como si aquello fuera tan fácil como heroico. Derby Motoreta clavó a todos en su sitio con la entraña de su voz y las poderosísimas guitarras de Gringo y Bacca, que fueron evolucionando entre meandros sorprendentes y ancestrales. Fue la mejor actuación del Ojeando y un descubrimiento para muchos. Un par de chicas jóvenes, que habían señalado entre risas sus trazas setenteras, callaron ensimismadas durante la hora y media que duró aquello. Parecía algo grande. Muy, muy grande.
«Dicen que España está españolizada», dijo José Bergamín, que fue peregrino en un país inconcluso. Anoche el escenario se abrió al fondo de la tierra, de donde manaron ecos de Triana.y Medina Azahara, por recurrir a lo más obvio. Bergamín habría señalado que Derby Motoreta concentraba como un láser un discurso verdadero y orgulloso, andaluz, claro, pero tan auténtico que el corazón solo podía sentir agradecimiento. Conmovedor, insaciable en su deambular por el escenario, Dandy evocaba un país musicalmente, reconstruyendo parte de su historia, sin sátira. El directo fue implacable gracias al juego de luces que dispuso la organización. Hay quien lo ha llamado «kinkidelia», pero lo de ayer tiene otro nombre. Hondura.
Los ánimos estaban en lo más alto cuando terminaron. Durante el interludio, el hilo musical preparó al público para el cachondeo. Ladilla Rusa incursionaría con su tecno rumbero y de vinilo. Sonaron Todos los días lo mismo, que bien podría ser el mantra de muchos treintañeros, y la esperpéntica, demencial, Macaulay Culkin, que cayó con gracia entre los desvergonzados asistentes, que disfrutaban de sí mismos con festiva vocación hortera. Geniales, profesionales, Ladilla Rusa cerró un Ojeando popular, cercano, necesario y verdadero.
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