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Microrrelatos SUR III Premio Pablo Aranda: textos del 26 de agosto

No existe límite de edad ni ninguna temática obligatoria, sólo hay que cumplir un requisito: no superar las 150 palabras

Sábado, 26 de agosto 2023, 00:19

  1. Mónica Amorós Hernández

    Saber escuchar

Tras leer en una revista de jardinería las bondades de hablar a las plantas, Dorotea empezó a comunicarse con sus geranios. Comenzó con un tímido saludo al regarlos. Poco después les puso nombre y fue entendiendo sus gustos. Pepe, de flores blancas, prefería el sol de tarde. A Casilda, de flores fucsias, le gustaba la tierra siempre húmeda. Loli, de flores rojas, tenía cierta tendencia tóxica a atraer pulgones. Con el paso de los días fue ganando confianza y, un domingo de agosto, compartió con ellos toda su vida: su niñez y juventud, su boda, la convivencia, el divorcio, la casa vacía, la soledad.

A la mañana siguiente, el geranio de flores blancas amaneció muerto. Dorotea sintió de nuevo el desprecio y la ingratitud. Mientras tiraba la maceta a la basura, se prometió no bautizar jamás a ninguna otra planta con el nombre de su exmarido. Nunca supo escucharla.

  1. Cristóbal Moreno Romero

    Novato

Era su primer servicio como vigilante jurado, estando en práctica tras salir de la academia. La central dio aviso de una alarma en el chalet Oasis de la pequeña urbanización en que había comenzado a trabajar en turno nocturno. Eran las 02.30 horas e inmediatamente con el vehículo oficial se trasladó allí. Se apeó y dirigió el foco de la linterna hacia la puerta abierta de par en par. Ni una luz encendida, qué raro, pensó. Sacó su revólver del 38 de cuatro pulgadas, llamó a voces y nadie le contestó. Entró revólver en mano alumbrando con la linterna cada pasillo y habitación. Los latidos de su acelerado corazón no le dejaban oír. Un gato asustado le pasó entre las piernas y le dió un susto de muerte. Empujó la puerta del dormitorio y alumbró hacia la deshecha cama al mismo tiempo que la silueta de un hombre le apuntaba con un arma corta en las manos... Él o yo, pensó instintivamente, y disparó rápido (como en los ejercicios) dos tiros al pecho del agresor. Un estruendo de cristales sonó y la figura se deshizo en mil pedazos.

  1. Gema Cuenca García

    Letras y números

Se conocieron un día caluroso y pesado del mes de junio. Por encima de las nubes, el viento en su guarida estaba aburrido y bostezaba molestando a los árboles, de vez en cuando soplaba más fuerte porque quería jugar con ellos, pero éstos no le hacían caso pues estaban agotados de pasar la tarde anterior jugando con la lluvia, así que decidió entretenerse con los habitantes de la ciudad y empezó a soplar, poco a poco al principio y después cada vez más fuerte.

Y entonces, una de esas ráfagas que lanzó sin mirar donde caía, que resultó para los ciudadanos tan extraña como inesperada en un día en el que la monotonía y la apatía lo dominaban todo, consiguió unir en un extraño baile las letras de los poemas de Lucía con los números de los cuadernos de Pablo empezando así su historia de amor.

  1. Fernando García del Carrizo Manglano

    Punto final

Desde que se conocieron en la biblioteca ella sabía que eran una interrogación. Acababa de salir de un paréntesis con otro y quizá la urgencia de poder pasar página y empezar un nuevo capítulo en su vida le animó a responder afirmativo. Se enrollaron entre papiros, pero sin pasar de la raya. Él, que era tabula rasa en el amor, entre exclamaciones y medio en coma por la mayúscula experiencia, comenzó a escribir el prólogo de un intercambio de glosarios abocado a los puntos suspensivos.

Fueron felices entre comillas, pues ninguno puso los puntos sobre las íes. Los puntos y seguidos pasaron a puntos y aparte, para al final agarrarse a los corchetes y evitar ahogarse ante un futuro cada vez más en negrita. Subrayar que nadie escribió el epílogo.

  1. Alejandro Ruiz Núñez

    Puntualidad extrema

Carmen era despistada, romántica y extremadamente puntual. Creía en la serendipia y tardó más de lo habitual en encontrar el amor. Para ella, llegar treinta minutos antes a una cita era la medida justa de la puntualidad. Curiosamente, el día de su boda no tuvo que esperar. Él era un hombre tímido, melifluo y no sabía decir que no. Hasta después de la tarta ella no cayó en la cuenta de que bailaba con el novio de las 11:30. Pero, cosas del destino, con aquel desconocido fue feliz.

  1. Raúl Aragoneses Lillo

    La dama de hierro

Cada cierto tiempo se le cruzan los cables y no se mueve del sofá. Cuando la ven así, el marido y los niños deambulan pasillo arriba, pasillo abajo, como autómatas, sin saber qué comer ni qué ponerse. El polvo se acumula por todas partes, montones de ropa sucia esperan junto a la lavadora y las plantas –el perro también– aguardan a que alguien las atienda. Quehaceres domésticos que ella lleva a cabo de manera mecánica siempre que no le fallan las fuerzas. Pero justo cuando parece que va a quedarse sin pulso, algo en su interior salta como un resorte y funciona a modo de orden. Con mano temblorosa busca la puertecita metálica hacia el costado izquierdo de su pecho. La abre, tantea a ciegas el mecanismo y vuelve a darle cuerda.

  1. Alejandro Armenteros de Dalmases

    Gota de sudor

Con muy poco esfuerzo salí de debajo de la piel. Estaba sola pero enseguida se me unieron otras como yo. Poco a poco fuimos juntándonos y cada vez éramos más. Nos estábamos convirtiendo en algo diferente, una masa que tal y como nos encontrábamos, iba a tener que comportarse como un todo unitario y ya no como pequeñas partes unidas. A medida que el todo crecía la gravedad empezaba a afectarnos. Intentamos como un todo quedarnos sujetos a nuestro lugar de nacimiento, sin embargo llegó el momento crítico. Nuestra masa entregada a la fuerza de atracción de los cuerpos superó la fuerza de unión con nuestras raíces. Fue entonces cuando empezamos a rodar espalda abajo. No sabíamos de nuestro destino, pero la bajada por toda la columna fue divertida. Al final de la rampa, nos esperaba el cinturón de tela.

Allí terminó nuestra aventura convertidos en una mancha de sudor.

  1. Cuquis Sandoval Olivas

    Estigma

Un enemigo voraz se ha posesionado de mi organismo, es tan potente que además mora en mi pensamiento y rige mis acciones. Puedo observarlo posesionarse del flujo de mis arterias, en las frecuentes infecciones y deterioro del sistema inmunológico. Estoy aprendiendo a conocerlo para convivir en paz. Limito su insaciable apetito, le privo de alimentos azucarados y carbohidratos. Acudimos a la fotografía trimestral; este se empeña en aparecer en primer plano, yo en desdibujar su presencia.

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