«He pasado mucho miedo y cuesta, pero contar con apoyo fue vital»
Myriam, María, Emilio Calderón y Verónica Molina narraron en primera persona la historia de sus vidas con el objetivo de «ayudar a los futuros psicólogos»
Cristina Jiménez
Martes, 9 de abril 2024, 11:46
La Facultad de Psicología de la UMA tuvo el 4 de abril una importante cita. Era la primera vez que el salón de actos del ... centro llenaba cada uno de sus asientos para celebrar la 'I Jornada de Agresiones sexuales a menores. Sensibilización y responsabilidad'. Unos 300 alumnos, psicólogos y docentes asistieron a esta jornada cuyo objetivo era conocer la realidad que viven las víctimas, cómo afrontar la situación como futuros profesionales de la psicología, cómo hacer un tratamiento periodístico adecuado y la importancia de una regulación.
Comenzó a las 9.30 horas la primera mesa dirigida a hablar sobre la investigación y la prevención del abuso sexual infantil. La coordinadora fue Marta Ferragut y estuvo acompañada de la psicóloga Pilar Rueda, la criminóloga Beatriz Izquierdo y el psicólogo David Cantón. A las 11.30 fue el turno de la segunda charla con la coordinación de Noemí Álvarez, acompañada por la abogada Candela Gómez, el periodista Melchor Miralles, la fiscal de menores Maite Soriano y la doctora en Medicina y psicoterapeuta Isabel Calvo.
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Llegó la última mesa a la 13.00, fue así el turno de los relatos personales. Seis personas tomaron asiento, posaron sus manos sobre la mesa y acercaron los micrófonos a sus bocas. La doctora Margarita Ortiz-Tallo fue la encargada de coordinar esta última, conocía cada una de las historias que allí se iban a contar y fue dando paso a cada una.
Con las voces entrecortadas y emocionadas Myriam, María (no facilitaron su apellido por temas personales), Emilio Calderón y Verónica Molina se abrieron en canal para contar a toda la sala la historia de su vida. Sus ojos reflejaban orgullo y fortaleza y no dudaron en recalcar que con sus testimonios querían ayudar para que los fututos psicólogos «puedan acompañar mejor a quien lo necesite».
'Relatos personales' fue el nombre que recibió esta última charla en la que se trataron desde distintos puntos y perspectivas los abusos sexuales que estas cuatro personas sufrieron. La idea sobre la que se armó cada uno de ellos era la de servir de ayuda e inspiración para las fututos profesionales de la psicología. En la facultad los docentes imparten nociones teóricas de cómo afrontar distintos casos en relación a todo tipo de asuntos, pero para los alumnos, el conocer de primera mano estas cuatro historias supuso una gran oportunidad. En la memoria de cada asistente permanecerá cómo se sintieron, cómo fue el proceso, el miedo y el difícil momento de contar lo ocurrido. Cuatro casos, cuatro historias y cuatro ejemplos de cómo un futuro psicólogo puede ayudar a estas víctimas.
Margarita Ortiz-Tallo presentó a Myriam como «una persona increíble, diligente, trabajadora e incansable». Se conocieron a través de una terapia 'on line' dirigida para aquellas víctimas que sufrieron los abusos de Kote Cabezudo, entre las que se encontraba Myriam. La jornada fue la oportunidad perfecta para que Ortiz-Tallo y Myriam se conocieran y para que contara cómo a los 16 años sufrió abusos sexuales del fotógrafo Kote Cabezudo.
La vida de Myriam cambió por completo desde el momento en el que ganó el concurso de 'la chica 40 principales', explicó. El fotógrafo se puso en contacto con ella para realizar una sesión de fotos, y desde que Myriam pisó por primera vez su estudio comenzaron ocho años de abusos. «Desde prácticamente la primera sesión o segunda empecé a notar que la cosa era muy rara», recordó. Estas sesiones eran semanales y todo ello llevó a que la joven entrara en un bucle del que no podía salir; estuvo hasta los 24 años enfrentándose a sesiones fotográficas que tenían un carácter más pornográfico que creativo. La gran incógnita que muchos se plantearon fue: «¿Por qué no huir?», a lo que la víctima de forma clara y contundente respondió: «Tenía material suficiente para hacer lo que quisiera conmigo. Las amenazas me impedían irme».
El escenario cada vez era más complicado para la víctima y llegó el momento en el que las fotografías de esas sesiones vieron la luz. «Empezaron a subir muchas fotos, miles, incluidos vídeos que yo no sabía que existían, ahí empecé a recibir mensajes de amigos y familiares», comentó. Ocho años de silencio hasta que decidió irse de San Sebastián a Extremadura con su familia para buscar una nueva vida, algo que nunca llegó.
Empezó en un trabajo nuevo, pero cayó en una depresión que estuvo acompañada de una anorexia nerviosa que le provocó pesar 38 kilos, Myriam contó que en aquellos momentos «me desmayaba todos los días e iba a urgencias a diario». Sus padres decidieron que volviera a San Sebastián para ponerse en tratamiento, pasó por muchos psicólogos y psiquiatras que no dieron con la clave del problema al que se enfrentaba. Justo en ese preciso momento, en el que Myriam aludió a la ayuda profesional que recibió, Ortiz-Tallo se dirigió a los asistentes para recalcar que «tenéis que saber que detrás de este tipo de problemas suele haber algo más fuerte, tenéis que explicar qué puede haber detrás de la anorexia o la depresión».
Myriam volvió al relato de su vida, aclarando que consiguió denunciar a su agresor. En aquel momento tenía 30 años, pasaron seis desde que huyó de su agonía y, como ella misma contó, «no sé ni cómo conseguí sacar fuerzas para denunciarlo, pero si queréis saber un poco más os animo a ver el documental». 'En el Nombre de Ellas' es el trabajo que muestra la trama de abusos sexuales en la que estuvo implicado Kote Cabezudo, las protagonistas de este fueron todas las víctimas, entra las que se encontraba Myriam. El paso para contar toda su historia no fue fácil pero tuvo el valor de hacerlo porque un embarazo le devolvió a la vida. «Yo hasta cuatro días antes del estreno no me atreví a contárselo a mis padres, cómo cuentas con cuarenta años todo lo que has sufrido», aclaró.
Myriam: «Cómo cuentas con 40 años todo lo que has sufrido»
El apoyo de las familias y amigos es importante, pero la ayuda que pueden brindar los psicólogos con sus terapias es esencial, por ello, como la misma Myriam concluyó, «cuando empecé con la terapia de Margarita empecé con miedo, pero al final llegaba cada martes y estaba deseando hablar con ellas, verbalizar e intentar estar más tranquila. He pasado mucho miedo y cuesta, pero contar con apoyo fue vital».
Culpabilidad y vergüenza
Otra de las víctimas que formó parte de esta terapia 'on line' fue María. En un primer momento la idea de Ortiz-Tallo era dirigir este apoyo para las víctimas de Cabezudo, pero en un momento dado, como explicó, «Cabezudo ya estaba en la cárcel, decidimos que no siguiera formando parte de sus vidas y aprovechamos para introducir en las terapias a otras personas». María llegó como un terremoto a estas sesiones, contó su historia con total libertad y naturalidad, algo que sirvió al resto de víctimas para tomar con otra perspectiva la situación.
La culpabilidad y la vergüenza le llevaron a ser incapaz de hablar sobre lo que le ocurrió. «Yo empecé a tratar con psicólogos porque tenía ansiedad, y al final se destapó la cajita y salió todo lo que tenía», explicó. Su caso, como otro cualquiera, es difícil de sobrellevar y más cuando convives con él. María era menor cuando sufrió abuso intrafamiliar de un miembro de su hogar que, como ella, era menor pero con más edad.
María quiso asistir a las jornadas porque cree que es importante seguir dando voz a estas historias. «Estoy feliz de ver a tantísimos estudiantes de Psicología, aunque nos resulte duro seguir hablando esto es necesario», dirigió a los asistentes. Con sus relatos ayudan a dar voz a muchas compañeras que no se atreven a contar su historia, pero sobre todo, como recalcó María, «vosotros como profesionales, el día de mañana podéis acompañar mejor a alguien que vaya a vuestra consulta».
Al igual que Myriam, la razón que le llevó a poder hablar fue la maternidad. «Yo fui incapaz de contar algo hasta hace cuatro años que me quedé embarazada», aclaró. La situación familiar cuando descubres que alguien de tu propia casa es un abusador no es fácil de afrontar para nadie, por ello, como explicó a los asistentes, «la finalidad de la terapia es dar las herramientas para dejar de culpabilizarte y de sentir vergüenza, pero es vital también para defenderte, tranquilizarte y sacarte a flote a ti misma».
María: «No siempre vas a tener el apoyo que necesitas»
Para las víctimas que sufren abusos en sus hogares hay que hacer una trabajo muy fuerte de comprensión hacia la familia, porque como María dejó claro «no siempre vas a tener el apoyo que necesitas, en especial cuando hablamos de personas más mayores que vienen de la era del silencio». Comidas de Navidad, cumpleaños o bodas son solo algunos de los escenarios a los que se ha tenido que enfrentar María junto a su abusador.
Abusos en el colegio
Pero hay casos que se presentan incluso en los colegios. Emilio Calderón, conocido novelista, contó sin peros y señales cómo a los diez años su profesor de Matemáticas abusó de él.
Lo primero que quiso dejar claro cuando empezó con su historia fue que «pertenezco a otra generación». Corría el año 1960 cuando Calderón estaba en el colegio, tan solo tenía diez años y no fue consciente de lo que le ocurrió hasta tiempo después. «Yo ni siquiera sabía lo que era un beso en la boca, de pronto me encuentro en el regazo de mi profesor de Matemáticas con su lengua tocándome la campanilla», recordaba. Entre el abusador y la víctima todo quedó en un secreto, como en la gran mayoría de casos; Ortiz-Tallo explicó a los asistentes que «es muy común escuchar que todo es un secreto que no se puede contar».
Calderón vivió varios años guardando el secreto, hasta que un día que estaba jugando al fútbol con su hermano le contó a su madre lo que le ocurrió. Calderón recordó que en aquel momento «mi padre me llevó con él al colegio y se puso a dar sopapos, el señor que me agredió desaparece, creo que lo mandaron a Senegal». Tras todo este alboroto lo que se preguntó un inocente niño fue: «¿Por qué me ha pasado esto a mí?». Aquel pequeño comenzó a buscar respuestas en los libros, algo que tornó en su futura profesión.
Guardó su secreto bajo llave para poder continuar con su vida, pero viajó a Filipinas para escribir sobre distintos temas y todo volvió a destaparse. «Me encontré con un filipino que me ofrecía acostarme con una niña de nueve años, a partir de ahí empezó a removerse mi conciencia», contó. Su vida entre ansiolíticos marcó el devenir de su futuro, dejó a un lado su trágico pasado y se casó con una mujer veinte años más joven, al cabo de los años se enteró de que «desde los siete años fue objeto de agresiones sexuales por parte de un familiar directo», contó.
En aquel momento todo su pasado volvió para condicionar su presente, porque ya no era algo que le afectase solo a él, ahora, su mujer tenía una situación idéntica a la suya. Cuando todo parecía que no podía empeorar llegó la peor de sus pesadillas; sus días se organizaban en torno a si esa semana tenían terapia o no, como explicó Calderón, «cada uno tiene su terapeuta, a veces vamos juntos».
A la familia de Calderón solo le quedaba tornar la mirada hacia el futuro, puede parecer complicado de afrontar pero, como ha demostrado, se puede continuar, aunque siempre quedarán «cicatrices invisibles», argumentó.
Siempre quedarán «cicatrices invisibles», según Emilio Calderón
Todas las víctimas coincidieron en la afirmación que, al final de la jornada, Calderón dirigió al público: «Lo que hemos padecido es el peor crimen que se puede cometer». Es muy complicado saber por lo que han pasado estas víctimas, se pueden escuchar estas historias e incluso se pueden leer.
Un silencio sepulcral
Verónica Molina, definida por Ortiz-Tallo como «carismática, especial, perspicaz y creativa», escribió 'Un segundo antes de la furia' una novela llena de erotismo, dolor y mucha furia, que relata el abuso que sufrió.
Por culpa de una neumonía no pudo estar de forma presencial en la jornada, lo hizo de forma telemática. Contó su historia de forma concisa: «Mi abuelo abusó de mí desde que era pequeña». Vivió durante años bajo un silencio sepulcral, cuando se armó de valor para contarle a su madre, hija de su abusador, lo que le ocurrió obtuvo la peor de la respuestas para ella: «Le dije a mi madre que mi abuelo me hacía cosas, ella me respondió con ¿necesitas algo más?», recordó.
Corrieron los años y ella guardó en un cajón su historia, hasta que una tarde que estaba con sus amigos todo volvió de golpe. «En aquel momento mi actual pareja me dijo que escribiera mi historia para poder soltarlo todo y así hice», contó. Escribió un «manuscrito» de setenta páginas, que formaron un libro de autoayuda con un tono «cursi», algo que no agradó a su pareja. Molina recordó que cuando le mostró esas setenta páginas a su pareja «me dijo esto no sirve, tienes que escribir desde la rabia, el dolor y la verdad que escondes». A partir de ese momento comenzó a escribir lo que se convertiría en la novela 'Un segundo antes de la furia'. Ortiz-Tallo alude a este libro como «una novela valiente, con intriga, erotismo y que trata un tema muy importante».
Al inicio de la tercera mesa los nombres de Myriam, María, Emilio Calderón y Verónica Molina eran desconocidos para los asistentes, tras la charla se convirtieron en historias de superación.
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