Los últimos días con Coco
CARMEN MANZANO
Jueves, 1 de agosto 2013, 11:50
Yo lo sabía. Sabía que sería nuestro último verano juntos, después de diez maravillosos años, Coco, mi bóxer maravilloso, me dejaba. Durante cuatro años luchamos ... juntos contra el cáncer cruel y absurdo, contra los tumores que se salían y que había que operar; su cara chata y guapa dormida, apoyada en la mesa del quirófano, me partía el alma, pero no quería ni perder la esperanza ni perderlo a él.
Aquel año nos fuimos de veraneo los tres, mi marido, mi Coco y yo, a apurar los días juntos, a disfrutar al aire libre y guardar en la memoria. Coco era feliz bañándose en el río. Cuánto le gustaba el agua, cuántos vídeos le hice y cuánto tiempo pasó hasta que los pude ver sin llorar; cómo disfrutó Coco aquella pequeña tregua.
Alquilamos una casita pequeña, en pleno Parque Nacional de las Lagunas de Ruidera, con una escalera empinada que Coco subía sin vacilar y una terraza a la laguna donde él pasaba horas enteras mirando los saltos de las carpas. Por la mañanas, se acercaba a la cama y me daba con su cabezota para despertarme y que le abriera: iniciaba el día con un baño y nadaba y nadaba persiguiendo patos que nunca llegaba a alcanzar, claro. Mientras yo lo miraba contenta de ver lo cómo disfrutaba y llorando por dentro sabiendo que nuestros caminos de separarían muy pronto.
Tenía apenas veinte días cuando llegó a casa y nos conquistó a todos; siempre pegado a mí, Coco no podía recordar ni un minuto sin estar junto a su familia. Cuando se cansaba de nadar, trepaba por la orilla y se sacudía y empezaba a correr para secarse y entrar en casa.
Por las tardes dábamos largos paseos por el Parque, yo en bici, Coco corriendo al lado... en uno de esos paseos Coco empezó a jadear con un ruido muy fuerte, que me atravesó el alma al oírlo y entonces me di cuenta que nos quedaba muy poco tiempo ya... que mi Coco se me iba, que la enfermedad estaba haciendo bien su trabajo, que no se había olvidado de él. Y Coco me miraba entre sorprendido y asustado, y con su mirada llena de confianza, pensaba que conmigo estaba seguro, que lo ayudaría, como siempre.
Deprisa, corriendo pasaron por mi mente tanto recuerdos: Coco bañándose en las acequias del cortijo, Coco trayéndome un gato bebé que se encontró en el parque para que lo cuidara. Moy, le pusimos y el pobrecillo pensaba que Coco era su mamá y lo seguía a todos sitios, dormía con él y Coco lo lavaba con su lengüetona. Coco bañándose en las playas del Palo. Coco y sus suspiritos de satisfacción acostado en su camita a mi lado. Mi Coco.
Y acabó el verano y llegó el primer día del otoño: llovía y Coco salió al jardín a sentir la lluvia, le encantaba mojarse y oler la tierra, revolcarse en el césped húmedo, olvidarse de su cuerpo dolorido y volver a ser el cachorro cabezón y con olor a bebé que recogí hace tanto tiempo; creo que él también a su modo se despedía de mí y me pedía que lo recordase siempre cachorro, siempre feliz.
Adiós, Coco, eterno bebé feliz, te dejo un trocito de mi alma, llévala contigo hasta que nos volvamos a ver.
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