Lo que sé de los gitanos
Sarkozy dice que no se trata de un caso de xenofobia, sino de orden social. Lo mismo pudieron decir los dirigentes alemanes que en los años treinta empezaron a perseguir judíos. Lo digo en serio.
JUAN BONILLA
Domingo, 29 de agosto 2010, 03:45
Sobre los gitanos se dice mucha tontería heredada, y se repite con una impunidad que terminaría por ser cómica sino se plantara como verdad ... irrefutable para algunos sectores de la población. Por ejemplo, estoy harto de oír que se trata de un pueblo nómada que detesta el sedentarismo. No conozco a ningún gitano nómada, y conozco a decenas de ellos, porque nací en la Ciudad de los Gitanos. Estoy convencido de que casi ninguno de ustedes conoce a gitanos nómadas, es decir, a gente que no vive en parte alguna, que hoy vive aquí y mañana allí, y en diez años ha vivido en siete u ocho países distintos. Que fue un pueblo nómada está fuera de toda disputa, como el resto de pueblos humanos que fueron perseguidos por otros humanos o por condiciones climáticas. ¿Que eran nómadas en el siglo XVI? No te jode, si a ustedes les persiguiera la Inquisición sólo por ser gitanos, y por tanto sospechoso de delincuencia, de paganismo, latrocinio y vida inmoral, también serían nómadas, hasta que encontraran un lugar seguro. Se ha tratado a menudo de hacernos ver que a los gitanos lo de vivir en chabolas es una cosa que les encanta, pero lo cierto es que cuando consiguen asentarse en algún lugar, ya sea el centro de Jerez o el barrio de Triana o Utrera, se quedan años y años, durante generaciones, y tratan de hermosear sus casas y legarla a quienes vengan para no perderla. Lo normal, vamos. Por la sencilla razón de que el nomadismo suele ser sólo una necesidad imperiosa del que se ve obligado a huir, sin saber a menudo por qué le persiguen. El último capítulo de esa persecución es el caso francés. Sarkozy echa a un montón de gitanos rumanos -teniendo muy en cuenta que lo primero importa más que lo segundo porque hay otros rumanos en Francia a los que no se les expulsa- por el hecho de ser gitanos (que no me digan que es por el hecho de ser pobres, porque entonces Francia se quedaría con dos tercios de la población que tiene ahora). En cuanto a si la medida lo que pretende es acabar con el chabolismo, me parecería convincente si se hubiese comenzado por cualquier otra parte, pues grandes núcleos de chabolas hay a la entrada de cualquier gran ciudad, y en cualquier caso considerar que quien vive en una chabola es un delincuente potencial, significaría juzgar a cada individuo -o grupo de individuos- por sus posesiones y no por sus actos, lo que llevaría a determinar que el clasismo es el verdadero invitado de honor en esta fiesta del disparate jurídico que ha tenido lugar en Francia, como ya tuvo lugar en la Italia de Berlusconi en el año 2008.
Sarkozy dice que no se trata de un caso de xenofobia, sino de orden social. Lo mismo pudieron decir los dirigentes alemanes que en los años treinta empezaron a perseguir judíos. Lo digo en serio. Me parece un caso clarísimo de racismo con aplicaciones inmediatas. ¿Por qué? Pues porque el gobierno francés no ha formulado una sola acusación particular, no ha demostrado un solo caso delictivo que pueda llevar a un juzgado, y ha tratado a un grupo de personas como si fuera un solo sujeto al que sólo se le acusa de estar, de existir, y al que se castiga con la expulsión, pasando por alto sus derechos como europeos, pues aunque gitanos, son europeos por ser rumanos. El disparate ha tenido gran aceptación entre los gloriosos comentaristas de nuestra derecha más entusiasmada: loas a Sarkozy por ser tan valiente, por limpiar la basura y ese tipo de cosas que suelen decir los encendidos cantores del Antiguo Régimen. Que salte olímpicamente sobre leyes fundamentales da lo mismo, porque lo que importa es el resultado, dicen, como si esa expulsión solucionara de repente y de una sola vez todos los problemas de pobreza y delincuencia que padece Francia como padecemos nosotros. La identificación de una etnia cualquiera con el monopolio de la delincuencia es una de las coartadas más fáciles que tiene el poder irracional cuando se ve superado por las circunstancias: si unos latinoamericanos se ven implicados en un acto de violencia, lo que parece pedirle el cuerpo al ciudadano medio agredido es echar de aquí a todos los latinoamericanos. Pero ¿no estábamos en la era del individuo? Parece que sólo cuando nos conviene. Y en el caso de los gitanos nunca nos ha convenido, sigue siendo palabra fácil de decir para señalar que alguien es un viva la virgen, o lleva una vida poco conforme con lo normal. Y he ahí lo curioso del asunto, porque de la población gitana, el 90 por ciento lleva una vida de lo más normal, y en cuanto a sus índices de delincuencia, puede que tenga más que ver con la pobreza que con la raza a la que pertenecen. En cualquier caso, no sé, es por poner un ejemplo, creo que no había ningún gitano entre los que robaron a sus anchas en el Palau de la Música de Barcelona, y sería un poco excesivo considerar que toda la alta burguesía catalana es delincuente, porque lo sea el señor Millet. Este tipo de operaciones es el que gusta de realizar Sarkozy para despedazar los derechos fundamentales de unos individuos a quienes, sólo por pertenecer a la raza a la que pertenecen, se les expulsa de Francia. ¡Son nómadas! dicen. Un paseíto por el centro de Jerez o por el barrio de Triana les demostraría que sólo han sido nómadas porque no tuvieron más remedio.
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