Cláusulas 'anti NCAA' sí o sí
El Unicaja la impondrá a todos los jóvenes con una vinculación seria con la entidad; los que tengan contrato y los que estén becados
El Unicaja está centrado en la construcción de su nuevo equipo sub-22. Se tiene el armazón y se le añadirán en los próximos días ... un par de piezas para que pueda competir en la nueva competición ideada por la Federación Española y la ACB, la Liga U-22.
Este novedoso torneo es visto con cierta incredulidad, pues se entiende que surge para tratar de frenar la fuga de jóvenes talentos a la NCAA, aunque este fenómeno es imposible de parar teniendo en cuenta el enorme potencial económico de las universidades estadounidenses, que están pagando, en algunos casos, millones de dólares a los mejores jugadores europeos jóvenes.
El Unicaja lo está sufriendo en sus carnes, pues en las últimas temporadas ha perdido a proyectos como Álvaro Folgueiras, Mario Saint-Supéry, indirectamente a Guillermo del Pino, y la próxima campaña se marchará Marcus Moller. Quizá más llamativa es la sangría vivida en las categorías femeninas, donde la fuga ha sido constante. Este verano dieron el salto a la NCAA Paula Falcón y Carla Ramírez, además de la también malagueña Lucía Moreno, que esta campaña compitió en el Logroño. Laura Vera, del CAB Estepona, y Daniela Llavero son otras jugadoras de la provincia que han decidido emprender en las últimas semanas la aventura americana.
De todos estos nombres que acaban de leer, sólo Mario Saint-Supéry dejó una compensación económica. Fue mucho dinero, 500.000 euros, aunque el base de Rincón de La Victoria tenía ya un contrato profesional y esta cantidad estaba vinculada a su proyección y salario.
Otros jugadores como Folgueiras o Del Pino rechazaron contratos para así no tener ningún vínculo que les impidiese dar el salto. El primero se fue a una academia en Florida antes de fichar por la Universidad de Robert Morris (ahora está en Iowa) y el segundo jugó con el Córdoba en la Segunda FEB para luego irse a la NCAA, donde jugará con la Universidad de Maryland. Otro caso parecido es el de Moller, que aunque tiene contrato con el Unicaja, ya ha fichado por la Universidad Míchigan y tampoco dejará dinero en las arcas cajistas.
Así que el Unicaja evalúa fórmulas para protegerse. Los servicios jurídicos del club estudian cómo hacerlo. Lo que está claro es que todos los jugadores becados, que son los mayor nivel y que mayoritariamente son de fuera de Málaga, tendrán que asumir una cláusula que contemple algún tipo de compensación al Unicaja por la inversión que se ha realizado en ellos. A estos jugadores se les paga la residencia y la manutención mientras están en la cantera.
Del mismo modo, a los que se les haga un contrato, también se les incluirá esta cláusula 'anti NCAA'. Cómo es lógico, no serán compensaciones de medio millón, como con Saint-Supéry, porque sus salarios serán notablemente más bajos.
Serán pequeños obstáculos para los equipos de la NCAA, porque lo que quizá lo ideal sería un acuerdo global y que estipulase compensaciones por años de formación, pero para eso haría falta un gran pacto y el baloncesto europeo e internacional no deja espacio para la diplomacia en los últimos años. Llegan tiempos complicados para las canteras y, por consiguiente, para los equipos profesionales.
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