Éxodo del baloncesto a Estados Unidos: seis malagueñas se marchan este verano
Cuatro canteranas del Unicaja y dos del CAB Estepona, todas de 17 y 18 años, jugarán la próxima temporada con distintas universidades en la NCAA
Con el fin del bachillerato, llega una nueva y complicada etapa para los jóvenes, que deben decidir, en su mayoría de edad (o rozándola), qué ... hacer con su futuro. Si ya es compleja la decisión para cualquier estudiante, más aún para aquellos que, además, compiten en algún deporte. En este caso nos centramos en una de las disciplinas con mayor tradición y número de licencias en toda Málaga, el baloncesto y, concretamente, el femenino. Esta etapa de la vida puede convertirse en un lastre para las jugadoras malagueñas, muchas obligadas a marcharse de casa para compaginar los estudios y el baloncesto, bien por el destino de su universidad o bien porque, aunque Málaga atraviesa una etapa de esplendor en el baloncesto nacional, no encuentran espacio para seguir creciendo.
En esta última década se ha incrementado el número de jugadoras de la provincia que han optado por dar un giro a su vida y cruzar el charco buscando vivir una nueva experiencia en Estados Unidos, donde las universidades ofrecen becas para deportistas de cierto nivel que buscan seguir formándose académica y deportivamente. Ya nos resulta habitual ver como jóvenes talentos de la zona se marchan allí, sin embargo, el éxodo de este verano a Norteamérica no tiene precedentes. Por el momento, son seis las nuevas malagueñas que han confirmado su marcha a la NCAA, la liga universitaria de Estados Unidos. Proceden de las dos canteras más significativas de la provincia: la del Unicaja y la del CAB Estepona.
Por parte del Unicaja júnior, las que han decidido marcharse son: Lucía Moreno, que esta campaña ha competido con el Logroño, con el que ha logrado nada menos que el ascenso a la Liga Challenge, firma por California Riverside; Carla Ramírez, que se marcha a Central Arkansas; Paloma Muñoz, a Utah State, y Paula Falcón, que ficha por la Universidad Franklin Pierce, de la segunda división de la NCAA.
En lo que concierne al CAB Estepona, se trata de una jugadora de su filial, de Primera Nacional, Laura Vera, que ficha por Albany, y Daniela Llavero, forjada en el cuadro esteponero pero que el pasado curso compitió en el júnior del CB Islas Canarias, llegando a debutar con el primer equipo, el Spar Gran Canaria, en la Liga Endesa.
Las ya asentadas
Se unen a Carla Viegas (CAB Estepona), que acaba de fichar por Pittsburgh con uno de los contratos más altos para una europea en la NCAA; la también internacional Daniela Abies (Unicaja), traspasada de Miami a St. John's en primavera y Elena Cabello (Unicaja), en Mercer University. Además, también se marcharon ya las cajistas (no malagueñas) María Arrebola (Columbia), Clara Vieitas (Texas Christian University) y la canterana del CAB Estepona María del Mar García (cambiando de centro).
Algunas de las principales causas de este proceso tienen que ver con la posibilidad de vivir una nueva experiencia y aprender inglés, pero sobre todo con las facilidades para compaginar sus estudios con su formación en baloncesto, alegando lo complicado que es a su edad hacerse un hueco en un equipo sénior de buen nivel. Además está el hecho de que una beca de estudios en Estados Unidos puede financiar estos cuatro años de formación de manera íntegra.
Lo explica el representante de estas seis malagueñas que se marchan a Estados Unidos, Adriá Castejón, de la agencia Élite Sports, que actualmente cuenta con 105 españolas en la NCAA. «Lo más importante es la posibilidad de compaginar baloncesto y estudios de alto rendimiento. Pueden estudiar en centros muy buenos mientras juegas a baloncesto a alto nivel con viajes en avión, partidos entresemana, dobles entrenos...».
Castejón explica, además, que ellos siempre ofrecen a sus jugadoras becas completas que incluyen seguro deportivo, apartamento, dietas, estudios, material deportivo y académico... Y además, asegura que todas las de la División I de la NCAA reciben un salario como jugadoras, algo que en España sería bastante complicado a sus edades (17 o 18 años). «El marcharse a Estados Unidos no deja de ser una etapa formativa más, incluso diría que para los clubes es positivo, porque cuando vuelvan con 21 o 22 años lo harán con experiencia internacional, con la carrera acabada, más preparadas físicamente y con la experiencia de haber jugado otro baloncesto», argumenta también. Ventajas que incitan a pensar en que aún queda mucho por mejorar en España en este aspecto.
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