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Ibon Navarro, el entrenador de baloncesto que se está consolidando como un referente en la gestión de equipos, parece haber encontrado la fórmula para sacar ... el máximo rendimiento de sus jugadores, temporada tras temporada, lo que nos hace reflexionar sobre el delicado equilibrio entre la disciplina táctica, el protagonismo individual y la cohesión grupal. ¿Cómo lo consigue? A través de una serie de preguntas, intentamos desentrañar los secretos detrás de su éxito y entender cómo ha logrado construir un equipo que no solo compite, sino que asombra.
–¿Cómo gestionas las rotaciones para que no afecten negativamente al ritmo del juego y al rendimiento colectivo?
–Hace tan solo unas semanas escuchábamos a un jugador, de sobra conocido, perteneciente a un potente equipo español quejarse de que demasiados cambios cortan el ritmo. Esta es una crítica frecuente, especialmente en equipos de plantillas profundas, donde las rotaciones son más intensas y el tiempo en cancha se reparte entre muchos. Sin embargo, en tu caso, parece que has logrado convertir esta potencial desventaja en una fortaleza, frente a metodologías más erráticas que distinguen la distribución de los minutos y la confianza entre titulares y suplentes.
–¿Cómo convences a tus jugadores de que estas rotaciones, a veces tan cortas, no son un castigo, sino una herramienta para maximizar su rendimiento y el del equipo? ¿Es cuestión de confianza mutua? ¿De comunicación constante? ¿O simplemente de resultados, que terminan por hablar por sí solos? En un deporte donde los egos tienden a inflarse como globos, ¿cómo manejas las expectativas individuales para que nadie sienta que está siendo relegado?
–Es imposible ignorar cómo muchos de tus jugadores han progresado notablemente estas últimas temporadas. Jonathan Barreiro, por ejemplo, ha demostrado una madurez y versatilidad que pocos anticipaban. Yankuba Sima, por su parte, ha dado pasos firmes hacia convertirse en un jugador de impacto incluso en ambos lados de la cancha o el mismo Carter que ha evolucionado física y tácticamente siendo capaz, desde su natural posición de escolta, de desarrollar todo su talento y adaptar su juego al puesto de base. –¿Qué papel juega tu enfoque en el desarrollo individual dentro del éxito colectivo?
–¿Estos progresos son resultado de un plan específico diseñado para potenciar las habilidades de cada jugador, o es más bien una consecuencia de la atmósfera que has creado, donde todos sienten que tienen algo valioso que aportar?
–Una de las mayores virtudes de tu equipo es que incluso los jugadores con roles de anotación primaria parecen haber aceptado la paciencia como una virtud. ¿Cómo consigues que estos jugadores, que en otras circunstancias podrían caer en el egoísmo o la frustración, se mantengan comprometidos con el sistema y confíen sin desesperar en que tendrán su momento para brillar, sin caer en la precipitación o salir del banco dispuestos a tirárselas todas?
–¿Qué les dices en los entrenamientos o durante los partidos para que entiendan que el baloncesto no es un juego de protagonismos, sino de momentos? ¿Cómo haces que la filosofía del 'equipo primero' no sea solo un eslogan, sino una realidad?
–No voy a negar que, al principio de la temporada, tenía ciertas dudas sobre cómo iba a funcionar una vez más este grupo después de los éxitos alcanzados. El caché de algunos jugadores ha subido considerablemente, y con ello sus expectativas personales y las del mercado. Ese aumento en las expectativas, combinado con la posibilidad de haber saciado ya en Málaga el hambre de ganar y el egoísmo inherente a la naturaleza competitiva de cualquier deportista, parecía una potencial receta para posibles tensiones internas.
–Sin embargo, no solo has desmentido estas dudas, sino que has conseguido que el equipo funcione como una máquina bien engrasada. ¿Cómo controlas ese «globo» de los egos antes de que explote? ¿Es cuestión de establecer normas claras desde el principio? ¿De fomentar una cultura donde todos se sienten valorados y escuchados?
–Quizás uno de los mayores logros de tu gestión sea haber mantenido y transformado ese hambre de ganar, que a menudo se traduce en egoísmo individual, en una fuerza que impulsa al equipo hacia un objetivo común. En una liga tan competitiva, donde cada jugador es consciente de su valor y su proyección, ¿cómo consigues que nadie pierda de vista el hecho de que el éxito colectivo es lo que realmente define las carreras y deja un legado?
–Ibon, tu trabajo, como has visto, nos deja con muchas preguntas, pero también con la admiración de aquellos que amamos profundamente este bello deporte. ¿Qué es lo que verdaderamente define a un líder exitoso en el deporte? ¿Es la capacidad de inspirar? ¿La habilidad para gestionar personalidades complejas? ¿O simplemente un entendimiento profundo del juego y de las personas que lo practican?
–Sea cual sea la fórmula, tu enfoque nos recuerda que el baloncesto, como la vida, no se trata de quién brilla más, sino de cómo se construyen sinergias para alcanzar grandes objetivos, lo que acabará engrandeciendo a todos.
En 'X': @pedroadramirez
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