Humillación con Estrella
Martes Santo pletórico en un abarrotado Carpena que llevó en volandas al Unicaja; la lesión de Alberto Díaz, única pena
Martes Santo en Málaga. Una Nueva Esperanza se cierne en el horizonte que se atisba a los sones de esta primavera celestial. El Carpena vibra, ... la afición canta y el Unicaja corre como un poseso escudriñando un sueño en busca del Perdón tras unos cuantos años de penitencia. Como un reo que espera el indulto, el equipo que entrena Ibon Navarro condonó con la Copa del Rey de Badalona la amnistía anhelada. Pero el premio a su buen comportamiento en esta temporada que se presume histórica es tan goloso que con la 'Final Four' de la Champions expiaría todos sus pecados. El miércoles 12 en Murcia espera confirmar la Sentencia definitiva.
Las aborrecibles palabras del dirigente del UCAM Murcia denunciando un trato de favor de la FIBA al Unicaja fue como un antídoto para la afición malagueña, que acudió al Rescate de su equipo como nazarenos en procesión del Cautivo. Fueron 9.653 devotos de una causa, recuperadas la seña y la identidad del club. Tal fue el ambiente en un recinto que se vistió con sus mejores galas cual Domingo de Ramos. Apenas hubo momentos de Agonía como todo buen partido de baloncesto que se precia, y las previsibles Penas se ahogaron en la alegría que reinaba desde una hora antes del encuentro.
El partido en sí se explica en los primeros seis minutos, con la salida en tromba del cuadro local (16-3), las protestas continuadas del entrenador visitante, Sito Alonso, técnica incluida, y el mal porcentaje en el tiro del UCAM Murcia, un ridículo 14%. A partir de ahí el Unicaja fue agrandando su ventaja hasta convertir el pabellón en una fiesta.
Por momentos hubo hasta Humillación cuando en el último cuarto la ventaja se estiró hasta los 30 puntos (79-49), y es que este conjunto tiene Estrella, sin nombre concreto, porque es la fuerza del equipo, su defensa, su capacidad de sacrificio, su velocidad, baloncesto en estado puro, aunque brillaran Brizuela y Barreiro en una primera parte para enmarcar.
Aunque era Martes Santo, por un instante pareció procesionar el Sepulcro, tal fue el silencio que inundó un Carpena que enmudeció cuando Alberto Díaz se retorcía de dolor en el suelo a causa de un esguince de tobillo.
Y el partido, larguísimo por las numerosas interrupciones en un sinfín de tiros libres, terminó casi a la misma hora que el Rocío llegó a su barrio abrigando bajo su manto a toda una ciudad. En ese momento el Unicaja cantó Victoria.
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