Fede Ramiro, un base de otra época
El mítico exjugador del Caja de Ronda recuerda su paso por Málaga tres décadas después de su fichaje.
Ramiro, Blanco, Arlauckas, Vecina y Brown. Cualquier aficionado del Unicaja de mediana edad sabe recitar de memoria ese mítico quinteto del Caja de Ronda de ... Mario Pesquera. Seguramente uno de los equipos iniciales más recordados en el baloncesto malagueño, quizás solo eclipsado por el formado por Sánchez, Brown, Herrmann, Garbajosa y Santiago que quedó campeón de Liga en 2016.
En la temporada 1988-1989 el club malagueño no logró ningún título, pero el baloncesto en Málaga dio un salto cualitativo y se empezaron a poner las bases de algo más grande. Por primera vez se logró la participación en una fase final de la Copa del Rey y sobre todo se logró la clasificación para una competición europea, la Copa Korac. Un entrenador de prestigio, una pareja de extranjeros de enorme nivel, uno de los mejores pívots nacionales del momento... Y un cerebro, un hombre que dirigía a su antojo el ritmo de partido y que cumplía con exactitud las directrices del entrenador: Federico Ramiro Mor.
De jugador a abogado
El mítico Fede Ramiro es uno de los grandes bases que ha pasado por el club malagueño. Tuvo una gran carrera en el baloncesto español pero cuando se retiró se desvinculó del mundo de la canasta. Tres décadas después de su llegada a Málaga, el madrileño rememora con este periódico su pase por el Caja de Ronda. «Trabajo en Madrid como abogado oficialista experto en Derecho Fiscal. Me casé, tengo tres hijos y llevo una vida totalmente distinta, más tranquila que cuando era jugador, y también más aburrida», explica el exjugador, de 56 años. Asegura que tiene poca vinculación con el baloncesto actualmente, más allá de ver los partidos como espectador. Tuvo alguna tentación en su momento de ser agente de jugadores, pero finalmente no salió, por lo que su vida profesional se centró en el Derecho.
Cuando Ramiro fichó por el Caja de Ronda en el verano de 1988 ya era licenciado en Derecho, carrera que compaginó con una ascendente trayectoria baloncestística. «Entonces el baloncesto no movía las cifras económicas de ahora ni mucho menos. Siempre fui un buen estudiante y decidí seguir con la carrera porque no sabía qué iba a pasar con el baloncesto. Tras dos años malos en Caja Madrid, estuve un año en Baskonia y después en Málaga. Tengo un gran recuerdo del Caja de Ronda. Fueron mis mejores años de baloncesto, le tengo mucho cariño a aquella etapa, fue cuando mejor jugué, donde mejor me lo pasé y en el mejor equipo que estuve». El jugador empezó en el Real Madrid, equipo en el que fue un canterano destacado. Era el júnior que iba con el equipo, jugó algunos partidos con el primer equipo y estuvo en la Copa de Europa que ganó en Berlín contra el Maccabi Tel Aviv en 1980. Coincidir con Corbalán y José Luis Llorente, los dos bases del Madrid y de la selección española, le cerró las puertas del conjunto blanco.
Jugó cuatro temporadas en el OAR Ferrol, dos en el CajaMadrid y una en el Baskonia antes de recalar en el Caja de Ronda. En el equipo vitoriano jugó a gran nivel, por delante de Pablo Laso, entonces compañero de equipo, y el equipo malagueño se decidió a ficharlo (las crónicas de la época también relataban que hubo interés en contratar a 'Chichi 'Creus, que renovó con el Granollers). «La Caja apostó fuerte por el baloncesto. Teníamos un buen equipo, aunque corto. Mirando con perspectiva, me da rabia no haber podido dar un paso más. Nos faltaban un par de jugadores de banquillo para haber aspirado a ganar títulos», opina. Ramiro siempre fue el brazo ejecutor de Pesquera en la cancha. «El baloncesto era totalmente distinto al de ahora. Jugábamos mucho más despacio, con posesiones más largas, defendiendo casi con la mirada, para que no penetraran y tiraran de lejos... Siempre me llevé bien con Pesquera. Era muy meticuloso, lo tenía todo muy controlado. Interpreté bien lo que él quería», explica. «Con el equipo que teníamos tampoco podíamos jugar a tumba abierta; no renunciábamos a correr, pero casi siempre hacíamos ataque en estático. Pero muy estático, ataques largos y lentos», dice.
Sus récords
40 minutos y 33 segundos de juego promedió Ramiro en la temporada 1989-1990. Jugaba prácticamente el partido completo y también todas las prórrogas que disputó el Caja de Ronda.
15 asistencias en un partido es el récord absoluto del club. Ramiro lo logró en dos ocasiones, en 1990 y en 1991. En 2017, Kyle Fogg se quedó cerca, con 13 pases de canasta ante el Manresa.
Arlauckas y Brown
Reconoce que su perfil de base poco anotador y cuya prioridad era dar asistencias –promedió 9,5 puntos y 4,7 asistencias en su etapa en Málaga– ya casi no existe: «Me faltó tirar más, incluso me lo decían en el equipo. No tenía un físico privilegiado y jugaba muchos minutos, pero era feliz dando asistencias». Tantos minutos jugaba que en la temporada 1989-1990 promedió 40 minutos y 33 segundos por partido, algo totalmente impensable ahora. «Recuerdo habérselo contado a mi hijo y no se lo creía. Yo jugaba todo el partido y, como ese año hubo varios prórrogas, pues terminó promediando más de 40 minutos». Su papel en el Caja de Ronda le permitió ser internacional con la selección que dirigía Antonio Díaz-Miguel. Sobre sus compañeros en aquella etapa en el Caja de Ronda habla maravillas: «Rafa Vecina era un jugadorazo tremendo y suplía con mucha inteligencia las limitaciones físicas que tenía. Era casi un cojo en el campo (risas), pero era muy listo y muy bueno. Nos seguimos llevando muy bien».
De la pareja de americanos Arlauckas-Rickey Brown dice que es de las mejores con las que ha compartido pista: «Brown era todo clase. Había jugado en la NBA, tenía un tiro muy efectivo y unos brazos enormes. Era buenísimo. Arlauckas tenía unas manos privilegiadas, le dabas el balón como fuera y él tenía una gran habilidad para recibir y anotar. Convertía en oro cualquier pase que le dabas», comenta. Sí recuerda cierta distancia con ellos por el idioma: «Teníamos menos relación con ellos por el inglés, pero eran tipos agradables en el trato y tampoco había una gran barrera cultural. De la famosa anécdota de la Semana Santa me enteré ya muchos años después», relata en referencia a la experiencia de Arlauckas y Brown en la Semana Santa de Málaga junto con el entonces delegado Manolo Rubia, en la que confundieron a los nazarenos con el Ku Klux Klan.
Recuerda haber vivido en primera persona ese llamado 'espíritu de Ciudad Jardín', con una afición muy volcada y un ambiente muy familiar entre los jugadores y la grada. «Había mucha cercanía con la gente y el club era una pequeña familia, no tenía la dimensión actual», asevera. Tras tres temporadas en el Caja de Ronda, Ramiro se marchó al Valladolid y sufrió una grave lesión –«me cayó encima Audie Norris y me destrozó la rodilla», recuerda–. No fue una etapa buena, pero tuvo la oportunidad de jugar con figuras como Sabonis y Oscar Schmidt. Tras una última etapa en Salamanca, decidió dejar el baloncesto profesional. «Ya nada fue como en Málaga, me tenía que haber quedado», dice entre risas. Tiene pendiente regresar de visita a la capital de la Costa del Sol, la ciudad que disfrutó del mejor Fede Ramiro, parte de la historia del Unicaja.
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