Doña Letizia y Susana Díaz: Dos mujeres con mucho gancho

Decenas de cámaras de televisión y gráficos de prensa, cientos de los que podríamos denominar retratistas amateurs nacidos al amparo de los teléfonos móviles con cámara, más los curiosos y los guardaespaldas, aquello fue el no va más: no era una corte lo que iba con doña Letizia y la presidenta Díaz, sino un maremágnum de gente, todo ello adobado de carreras, achuchones, guardaespaldas educados y otros no tanto («no salude a la ministra que la ministra no lo conoce de nada, ni la toque... (se refería a la ministra Ana Mato a su paso por Málaga)», y entonces la ministra se volvió y llamó al desconocido por su nombre)... Sonrisas y parabienes.

El paso de la Reina por Andalucía, camino de Turespaña, iba a ser efímero según todos los protocolos y en línea recta. Ni lo uno ni lo otro. Cuando saludó a la presidenta de la Junta las dos se dieron un baño de multitudes y aquello ni fue breve ni recto, porque cada cinco metros se paraban entre fotos, selfies y achuchones. Cuando la presidenta despedía del pabellón 5 a la Reina, en esas tierra de nadie entre pabellones perfectamente aprovechada por Málaga, estaba el alcalde, Francisco de la Torre.

Protocolo, por la mañana muy temprano, fue contundente: Doña Letizia no se va a parar aquí. No conocen a De la Torre, en su máxima y pura esencia, jaleado por las cifras de turistas y porque su ciudad, la nuestra, es la más de moda en España, guste o no, según los parámetros y los expertos en la materia. El alcalde saludó a la reina, la invitó a visitar los nuevos museos, le dijo que estábamos de moda y le dio las gracias por su presencia en la feria. Todo ello, imaginen, con un enorme séquito formado por ciudadanos y ciudadanas con brazo en alta y teléfono con cámara en ristre y cientos de destellos de flashes... Era el desorden mejor organizado del mundo, porque las ferias de turismo son así, y lo único que hay que hacer es coger el sitio y la hora, y el alcalde en eso tiene un máster.

Tras el paso de la Reina no crean que retornó la calma porque Susana Díaz por sí sola mantuvo un altísimo nivel de expectación en su visita a los expositores del pabellón andaluz. En el de Costa del Sol-Málaga (qué felicidad la unión de los dos nombres, antaño caballo de batalla en estas mismas páginas) fue recibida por Elías Bendodo, también ungido por las magníficas cifras, las mejores de la historia, de nuestro destino turístico, por la presidenta de la Mancomunidad de la Costa del Sol Occidental, Margarita del Cid, y por numerosos alcaldes de la provincia, entre ellos los de Marbella, Vélez, Mijas, Torremolinos, Ardales, Álora, Antequera, Ojén, Ronda y un largo etcétera, así como por parlamentarios nacionales de distintos partidos y numerosos concejales de los ayuntamientos presentes.

Si con la Reina hubo fotos, aquí los selfies se dispararon, y nunca mejor dicho. Otro baño de multitudes para la presidenta, que tuvo cintura para eludir preguntas sobre política nacional (a buenas horas iba a hablar de Pedro Sánchez en Madrid) y de cualquier otra cosa «porque sería una falta de respeto al turismo».

Numerosos empresarios de todos los segmentos turísticos en la zona costasoleña también saludaron a la presidenta, que tiene la capacidad de conocer a casi todos por su nombre de pila, lo que tiene su mérito.

Uno de los momentos más espectaculares del día fue sin duda la inauguración del pabellón de Andalucía, con un enorme telón de color negro que cayó al suelo al tocar un botón la presidenta y el consejero de Turismo, Javier Fernández, quien debutaba en la primera feria que, curiosamente, también significa el debú de nuestra Comunidad como socio preferente de la feria de Madrid. Al caer el telón apareció un enorme letrero de Andalucía con el grafismo del Turismo andaluz, un pabellón entero que durante todo el día registró una gran afluencia de público, con el expositor de Málaga como uno de los más atractivos de la feria por el tremendo impacto de sus enormes fotos que dejan ver la evolución de la capital de la Costa del Sol en estos últimos años.