De una vez por todas, ¿qué es el blockchain?
Está en boca de todos, pero pocos saben cuál es el alcance real de esta tecnología. La cadena de bloques se popularizó ligada a Bitcoin y ahora se exploran otros usos para su capacidad de crear bases de datos inalterables, fiables e independientes
Si va usted a acudir a algún evento relacionado con tecnología, empresas y/o emprendimiento, puede apostar a que la palabra «blockchain» saldrá ... a relucir. Quizá el único otro término que puede hacerle sombra en estos momentos sea «inteligencia artificial». En inglés llaman 'hype' al revuelo y las altas expectativas que suelen rodear al lanzamiento de novedades dentro del mundillo tecnológico, sea el último modelo de iPhone o, como en este caso, una tecnología potencialmente disruptiva. Pues bien, la intensidad del 'hype' desatado alrededor del blockchain sólo es equiparable a la dificultad para explicar en qué consiste esta tecnología. En Estados Unidos el furor ya empieza a amainar, pero en España la ola todavía es creciente.
Así pues, conviene entender en qué consiste y para qué sirve el blockchain, o cadena de bloques, que es su nombre en castellano. Y urge sobre todo para poder detectar cuándo alguien -sea político, emprendedor, directivo de multinacional o gurú tecnológico- está intentando 'vender una moto' aprovechándose del desconocimiento y la confusión reinante sobre esta tecnología, que según algunos va a cambiar el mundo y según otros va a acabar en 'bluff'.
Blockchain se inventó a principios de los años 90 y se usó por primera vez con fines prácticos en 2009, como base de funcionamiento de la criptomoneda más famosa, Bitcoin. Se llama así porque es una estructura o forma de guardar datos en la que la información se agrupa en conjuntos (bloques) ordenados en cadena, y en la que a cada bloque se le añade un código (o 'hash') relativo al bloque inmediatamente anterior, de manera que para alterar o borrar una información contenida en un bloque habría que modificar todos los posteriores. Toda la cadena es replicada de forma completa en cada uno de los nodos (usuarios) que forman la red, de forma que todos tienen acceso a una copia idéntica de la cadena donde reside toda la información. ¿Esto qué permite en la práctica? Construir bases de datos públicas, no controlada por una única autoridad sino compartidas entre todos sus usuarios, y que contienen un histórico inalterable de información. Para las criptomonedas, que carecen de un banco central, ha servido de libro contable que permite garantizar la seguridad de las transacciones. Gracias al blockchain, un usuario tiene la seguridad de que quien le está pagando tiene efectivamente esa cuantía en su poder.
Los detractores lo consideran una «solución a la búsqueda de problemas que resolver»
Esta peculiar forma de organizar la información genera una serie de ventajas: la primera es que se garantiza la disponibilidad de la información en todo momento, ya que todos los usuarios de la red tienen una copia exacta de la cadena. La segunda es que esa información es muy difícil de alterar. Y además, como cada bloque está matemáticamente vinculado al siguiente, una vez que se añade uno nuevo a la cadena es imposible eliminarlo. Es decir, que la información registrada es inmutable.
Que sea un sistema descentralizado y sin 'propietario' no quiere decir que no tenga coste. Para construir las cadenas de bloques hace falta potencia de computación que, en última instancia, se traduce en costosas máquinas y consumo de electricidad. Cada bloque tiene una capacidad limitada y, cuando ya no admite más transacciones, llega el momento de validarlo o sellarlo; ahí es cuando entra en juego lo que se conoce como minería. Los mineros tienen el rol de la creación de nuevos bloques y la verificación de los bloques añadidos a la cadena. Esta verificación se hace resolviendo ecuaciones. En Bitcoin, los mineros son recompensados con dinero virtual. Por eso la minería se convirtió en un negocio y existen potentes máquinas diseñadas para ello, así como 'pools' y granjas de minado, la mayoría ubicadas en China.
Así, se puede pensar en blockchain como un registro seguro, descentralizado y resistente a la manipulación de datos que permite almacenar información que jamás se podrá perder, modificar o eliminar. Esta información, en el caso de Bitcoin, es dinero virtual. Pero de un tiempo a esta parte, son muchas las organizaciones y empresas que exploran nuevos usos más allá de las criptomonedas. Se ha llegado a decir que acabará con la burocracia o con los notarios.
Montse Guardia, directora general de Alastria, el primer consorcio de empresas españolas para blockchain, huye de tecnicismos y lo define como «una forma diferente de guardar y transmitir la información en Internet». «Blockchain es útil siempre que tienes necesidad de saber por dónde pasa una información, quién la recibe y cuándo. Por ejemplo, en el proceso de logística y transporte. Pero hay muchísimas aplicaciones más; sólo estamos al principio», asegura. Blockchain, añade, es una innovación por empuje tecnológico, lo que quiere decir que primero se ha creado la herramienta y ahora «estamos dándole vueltas a qué usos se le pueden dar». «La buena noticia es que conforme profundizamos más en la tecnología nos damos cuenta de que sirve para más cosas», añade, citando una de las aplicaciones ya en uso: Climate Trade, una plataforma fundada en España que permite calcular y compensar la huella de carbono.
Hay detractores de esta tecnología que la consideran una «solución a la búsqueda de problemas», cuando la lógica dice que debería ser al revés: la tecnología debe nacer como respuesta a una necesidad. Bernardo Quintero, fundador de Virustotal y directivo de la división de ciberseguridad de Google, no es detractor de la tecnología en sí, pues cree que es «interesante desde el punto de vista técnico» y tiene «algunos casos de uso», pero sí critica que muchas de las aplicaciones que se anuncian «se pueden conseguir por medios más sencillos». «La mayoría de proyectos que se anuncian tienen como finalidad real aprovecharse de la palabra de moda para tener repercusión, pero en cuanto se 'rasca' un poco se percibe que blockchain no es la tecnología óptima para el problema que intentan resolver; se nota que está metida con calzador. ¿Oportunidad real o reclamo de marketing? El tiempo lo dirá.
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