Desmontando los mitos del emprendimiento
Tres emprendedores de éxito y un inversor en nuevas tecnologías hablan de innecesaria «gran idea» para innovar, el supuesto garaje en el que nacen los grandes proyectos y las compañías que hay que buscarse para que las 'startups' prosperen
La literatura y la mística creadas alrededor del emprendimiento y la génesis de 'startups' requiere desmontar un buen puñado de mitos. Casi es una necesidad ... vital para que puedan seguir surgiendo compañías de éxito que alimenten el tejido productivo de la capital, la provincia y el país. Y esa misión la tienen que acometer los propios protagonistas, los mismos 'padres' y 'madres' de proyectos innovadores que luego dieron lugar a empresas que poco a poco fueron generando ingresos, luego beneficios e incluso transcurrido el tiempo llegaron a despertar el interés de grandes conglomerados internacionales como Google. Son sus experiencias las que pueden alumbrar a unos despistados o deslumbrados estudiantes por relatos míticos que no responden del todo a la realidad. A este fin se dieron cita este jueves tres emprendedores y un responsable de un fondo de inversión en el salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Universidad de Málaga. A éstos la periodista de SUR especializada en economía y tecnología Nuria Triguero planteó, para que los desmontaran, ese puñado de clichés que se han creado respecto a la innovación y el emprendimiento: la importancia de «la gran idea», el taller montado en el garaje de casa, la importancia de las rondas de inversión y eso de que es mejor no montar un negocio con un amigo.
¿Es cierto que un buen proyecto parte de una «gran idea» inicial? «Es un tema muy superado este de 'la idea'», zanjó rápidamente Luis Hernández, fundador de Uptodown, una compañía centrada en la distribución de software y aplicaciones. A juicio de Manuel Heredia, creador de BeSoccer, un agregador de resultados de fútbol, «las ideas no valen nada» porque «ideas tenemos todos y todos los días». En su opinión, «lo importante es cómo ejecutas tu idea».
Mientras tanto, Bernardo Quintero, que creó VirusTotal, una plataforma de análisis de archivos y páginas web, envió un mensaje todavía más retador: «Es importante tener una mala idea, que es la que desafía el estatus de las cosas. Hay que tener detractores de tu idea, porque eso es indicativo de que eres un innovador de verdad». Y lanzó una recomendación al auditorio, formado por estudiantes de Ingeniería Informática: «No os enamoréis de la solución; hay que enamorarse del problema, de lo que se intenta solucionar». De esta manera, quien emprende no se ve cegado por lo que ha inventado sino por la necesidad que quiere cubrir con su imaginación y su buen hacer. Por su parte, Miguel del Cañizo, el responsable del fondo de inversión Bullnet Capital, explicó que si bien la idea es importante porque «aporta ilusión y energía», es muy difícil que las ideas sean «diferenciales» en el mundo en el que vivimos. Además, insistió en que las ideas no salen de la nada o por generación espontánea: están relacionadas con el ámbito en el que se desarrollen las tareas cotidianas, por lo que lo mejor es que, como diría el clásico, las musas te pillen trabajando.
¿La innovación nace en un garaje? A veces sucede, simplemente, en casa de tus padres durante la recuperación de una lesión, como le ocurrió a Manu Heredia, que, una vez que vio claro su camino con la creación de su herramienta agregadora de resultados deportivos, dejó un buen trabajo y a continuación puso una pequeña oficina con un socio. Y lo que más valora es la transferencia de conocimiento que ha sido posible en Málaga entre los emprendedores de su generación, ya que se ha dado la circunstancia de que estaba formada por perfiles muy abiertos. Compartiendo, no siendo celoso de las propias ideas ni miedoso a que otros las puedan robar, es como es posible que nazca y se desarrolle un ecosistema innovador.
Bernardo Quintero es emprendedor porque lo vio en casa, en su padre, que tenía un trabajo convencional por la mañana y por la tarde inventaba. «Contaba con cero capital», rememoró Quintero, quien añadió: «Lo bueno que tiene la tecnología es que la barrera de entrada es prácticamente el tiempo de que dispongamos». Y abundó en esta idea: «Lo interesante del software es que, con internet, desde vuestro cuarto podéis crear un servicio que se puede hacer viral. Es importante que haya inversores, pero en mi caso no necesité capital inicial. En Málaga se ha dado mucho el caso de que han nacido empresas a pulmón: en casa, con un ordenador e inversión cero».
¿Son necesarias las rondas de inversión? Aquí los emprendedores se pusieron románticos: «La inversión lo que hace es que te mata la libertad, la creatividad y el crecimiento», sintetizó Heredia. «Siempre que se pueda, hay que emprender sin inversión», añadió. Acto seguido comentó que siempre se ha negado a vender su empresa ante sucesivas ofertas cada vez de mayor cuantía: «Si hubiese vendido la empresa no sería feliz», aseguró. Además, señaló que si un emprendedor quiere que inviertan en él tiene también que destinar tiempo a prepararse, y ésas son unas horas que no puede dedicarle a su proyecto. En la misma línea, Quintero abundó: «Mi consejo es no pensar en levantar capital, sino en una solución a un problema y en encontrar clientes». Además, agregó que los inversores son cortoplacistas y van a meter más presión a los emprendedores. «Más que pensar en montar una empresa, hay que pensar en un proyecto. El dinero pervierte la solución de partida», zanjó Quintero.
Pero Miguel del Cañizo, desde su posición de inversor a través de un fondo de inversión, si bien concedió que la entrada de inversores merma la libertad de los fundadores, ello también tiene otras ventajas, como disponer de más recursos para competir, para márketing o para desarrollar el proyecto y crecer.
¿No hay que montar un negocio con amigos? Lo fundamental, señaló Luis Hernández, es que los socios que participen del proyecto tengan sus intereses alineados. Mientras tanto, Heredia avisó de que en el momento en que llega el éxito es cuando empiezan los problemas que atribuyó a «los intereses del entorno» más que a los de los propios protagonistas. Más desapegado, Quintero transmitió que, para él, «el mejor socio es el no socio», aunque concedió que, en el caso de que fuera a montar un empresa tiraría de técnicos, de ingenieros: «Es importante que los socios sean expertos en lo que se quiere hacer, en el 'core' del negocio».
Desde el punto de vista del inversor, Del Cañizo explicó que es esencial que haya un equipo mínimo formado por dos o tres personas, que en ocasiones pueden ser amigos. Él en particular ha visto más problemas cuando los socios son pareja o son familia.
Los tres emprendedores compartieron con el auditorio el proceso de creación y de desarrollo de sus proyectos. Desde Bernardo Quintero, que ha conseguido vender a Google su VirusTotal pese a lo que la empresa no sólo continúa trabajando en Málaga con su equipo original sino que, además, ha logrado traerse al gigante estadounidense a la capital de la Costa del Sol. También Heredia, con su plataforma de datos relacionada con el deporte que nació a partir de un blog y durante la recuperación de una lesión. Pero Luis Hernández reconoció ante los estudiantes que era muy difícil aprender a partir de lo que se conversó en ese foro, porque cada experiencia es muy diferente y que la realidad evoluciona muy rápidamente. Eso sí, apeló a mantener los principios: «Más allá de lo que he conseguido, me siento satisfecho con haber contribuido a que se mantenga la neutralidad de internet y que el acceso siga siendo libre».
Para terminar de desmontar mensajes de pensamiento positivo, Miguel Cañizo también advirtió de que quien se meta a emprender ha de saber que va a «sufrir mucho» y que «el éxito es muy raro». «La carrera del emprendedor es sangre, sudor y lágrimas. Hay que sacrificar mucho lo personal. Pero se puede innovar con algo nuevo y te puedes desarrollar mucho como persona también», expuso Cañizo. «Somos más de acción que de palabra. No hay que tener miedo. A veces sale, a veces, no, pero si no se intenta...», concluyó, con algo más de luz, Quintero.
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