Sobre museos malagueños: el de la Academia de Declamación
Víctor Heredia
Jueves, 21 de agosto 2025, 00:30
Hubo un tiempo en el que en Málaga no existían museos. Era inútil rastrear en las guías la existencia de esos lugares en los que, ... según la definición de la Real Academia Española, «se guardan objetos artísticos, científicos o de interés cultural para conservarlos, estudiarlos y exponerlos al público». Nisiquiera en otra de sus acepciones, más actual si cabe: «lugar donde se exhiben objetos o curiosidades que pueden atraer el interés del público, con fines turísticos».
Desde la década de 1850 existía el Museo Loringiano, pero no dejaba de ser una colección privada de piezas arqueológicas, con muchas de notable calidad e interés, pero solo accesible a amistades, familiares, invitados y especialistas. Este coleccionismo de antigüedades ya contaba en la ciudad con un lejano antecedente en el siglo XVI, el de la familia Torres en su residencia de la plazuela del Toril, actual Nicasio Calle. El hecho de que algunas estatuas e inscripciones estuvieran empotradas en la fachada de la casa de los Torres, «con claro sentido de exposición pública», como indica el profesor Pedro Rodríguez Oliva, permite afirmar que fue el primer museo público malagueño de antigüedades.
Dejando a un lado los nunca cumplidos proyectos para convertir las colecciones de Historia Natural del Instituto Provincial y de la Sociedad Malagueña de Ciencias en germen de un museo de ciencias naturales, tampoco encontramos museos de obras de arte. La Academia de Bellas Artes tuvo entre sus fines, desde su constitución en 1850, el establecimiento de un museo, pero este proyecto tuvo que esperar décadas. Entretanto, el Ayuntamiento creó un Museo Municipal que se estableció en la segunda planta del exconvento de San Agustín y del que en 1879 fue nombrado conservador José Ruiz Blasco, padre de Pablo Ruiz Picasso. Pero, como afirma Rafael Inglada, «por regla general el Museo estaba casi siempre cerrado». Hasta el 17 de agosto de 1916 no se inauguró el Museo Provincial de Bellas Artes, estrechamente vinculado a la Academia de San Telmo. Por su parte, el Museo Arqueológico Provincial tuvo su origen en las salas habilitadas en la Alcazaba en 1939, aunque su creación oficial no se concretó hasta 1947.
Es decir, hasta 1916 Málaga fue la ciudad sin museos, aunque algunas colecciones particulares y de sociedades se acogieran a ese título. Entre ellas, quizás la más accesible fue la de la Academia de Declamación.
La Academia se instaló en 1901 en un local del pasaje de Mitjana. Allí empezó a formar una biblioteca y un pequeño museo de objetos arqueológicos y curiosos, aportados por dos de los fundadores del centro, el escritor Arturo Reyes y el erudito Narciso Díaz de Escovar. Poco después se trasladó a un más amplio piso del palacio de Solecio, en la calle Granada. El mismo Díaz de Escovar reconocía que el museo se había formado «adquiriendo de nuestro bolsillo los objetos que se encontraban en el derribo de la Alcazaba». Los trabajos de desmonte de la ladera sur de la Alcazaba, realizados entre 1904 y 1906, sacaron a la luz numerosos restos que corrían serio riesgo de perderse, como así ocurrió con muchos de ellos. La profesora María José Berlanga señala que la Comisión Provincial de Monumentos acordó en 1906 utilizar el local de la Academia para depositar objetos históricos y artísticos. Era un primer paso para recuperar la vieja idea de contar con un museo arqueológico.
Enrique Fernández Sotelo visitó el local de la Academia en 1907 y quedó gratamente sorprendido, hasta el punto de enviar una descripción a la Real Academia de la Historia. «De museos nadie me habló y creí firmemente que no existían en Málaga, cuando al visitar una noche las clases de la Real Academia de Declamación y Buenas Letras, pude apercibirme de que existe allí un Gabinete Arqueológico, que puede ser principio del que Málaga necesita». Una de las piezas más destacadas era el torso de una escultura masculina que posteriormente ha sido identificada como representación de Dionisos, que fue estudiada por Amador de los Ríos y Schulten y que después se perdió. A los hallazgos de la Alcazaba se sumaron algunos objetos procedentes de una necrópolis localizada en Almargen en 1905 y de la cueva descubierta en El Romeral, en Antequera, por los hermanos Viera. El monetario estaba compuesto por unos 12.000 ejemplares.
En 1925 la Academia y su museo estaban en un piso de calle Eduardo Ocón, junto a la plaza de San Francisco. Ante la falta de espacio en su domicilio y en los salones de la Academia, Díaz de Escovar cedió parte de su colección al Museo de Bellas Artes. Con el fallecimiento de don Narciso en 1935 el museo se terminó de desbaratar.
Escuela de actores
La Academia de Declamación, Música y Buenas Letras fue una institución docente creada en 1886 por el actor José Ruiz-Borrego, el abogado y poeta Narciso Díaz de Escovar y el escritor Arturo Reyes. Se dedicaba a formar a jóvenes de ambos sexos como intérpretes de teatro y la matrícula era gratuita. La formación era muy completa e incluía clases de retórica, historia del teatro, italiano, francés, coreografía, música, etc. Tuvo su primera sede en la calle Beatas y, después fue cambiando de ubicación en varias ocasiones. El periodista valenciano Ricardo Camilleri escribió en 1913: «Esta Academia pudiéramos decir que es la universidad del teatro». La matrícula anual oscilaba entre los cien y los doscientos estudiantes. Entre los actores y las actrices que se formaron en sus aulas estaban Rosario Pino, primera figura del teatro español, Ana Adamuz, Pepe Santiago, Concha Constán, Pepe Tallaví, etc. Sin olvidar a Ana Delgado, futura princesa de Kapurthala. Las sucesivas muertes de Reyes, Ruiz-Borrego y Díaz de Escovar debilitaron a la Academia, que, según Francisco de la Cruz, prolongó su existencia hasta 1947.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión