El rocambolesco caso del náufrago de Fuengirola
Salvador Valverde
Domingo, 13 de julio 2025, 00:02
Los rumores de una desgracia marítima se publicaron en la prensa malagueña el 28 y 29 de febrero de 1888. Estos decían que en la ... playa de Calaburra «cerca de Fuengirola» (La Unión Mercantil, 29/02/1888), apareció un hombre «en mal estado», más helado que el culo de un pingüino, vestido únicamente con una camiseta y calzoncillos. Este comentó, según se oía, que era un náufrago de una goleta americana que explosionó en la noche del 24 de febrero cuando iba hacia Túnez. Según las primeras informaciones publicadas, este superviviente fue auxiliado por el cónsul de los Estados Unidos.
La Unión Mercantil del 29 de febrero amplió la información bajo el titular ¿Novela ó Realidad? En un principio las habladurías apuntaban a que el buque de guerra americano se fue a pique debido a un gran temporal, «pereciendo todos los tripulantes en número de setecientos y tantos». La cifra de los fallecidos bajó a algo más de trescientos en rumores posteriores, siendo el supuesto náufrago que apareció en la playa de Calaburra el único que sobrevivió a la desgracia. Para poder confirmar la noticia, uno de los redactores del rotativo citado telefoneó para saber «… si en los centros oficiales se sabía algo acerca de tal suceso». La respuesta fue negativa. Después, la comandancia de Marina publicó «… los siguientes detalles curiosísimos»:
«En la piedra denominada del Fraile en el punto de Calaburra los carabineros encontraron un náufrago casi desnudo y esternuado, exánime, con muestra de haber estado en el mar muchas horas y haber luchado bastante para salvar su existencia. Inmediatamente se le prestó auxilio, siendo conducido á una de las casillas de la playa y allí se le dió un pedazo de pan y café, pues se encontraba completamente desfallecido. No pudo tomar esta clase de alimento; y pasado un largo rato se le dió un puco (sic) de arroz, que al fin pudo comer y una tasa (sic) de café».
Más detalles oficiales
La información de la comandancia de Marina continuó con más detalles. El náufrago, «Eusebio Marchant y Pequeña» —El Avisador Malagueño lo apellidó «Pequeño» en su número del 29 de febrero—, aseguraba ser teniente de navío de primera clase perteneciente a la corbeta de guerra Santa Juana de Argentina. A unas 30 millas de la costa, alrededor de las 22 h del 24 de febrero, el buque estalló «con extraordinaria fuerza» supuestamente porque se incendió la pólvora debido al gran temporal. Eusebio, que se encontraba en ese momento en el puente del buque, cayó al mar y vio desaparecer el barco de la superficie. Pudo llegar a tierra gracias a que se agarró «… á un madero de 14 metros que flotaba cerca…». Informó que a bordo de la corbeta, cuyo comandante se llamaba «Pedro Remorino», había 375 tripulantes con diez oficiales de diferentes estados, entre los que estaban su esposa e hijos. Los carabineros fueron los primeros en auxiliarlo cuando lo vieron, vistiéndolo con ropa de sus uniformes.
El Avisador Malagueño publicó el 2 de marzo el telegrama que el gobernador de Málaga, Ramón Larroca, envió a Madrid el 27 de febrero al director general de Seguridad y ministro de la Gobernación:
«El gobernador al director general de Seguridad y ministro de la Gobernación: El ayudante de marina del distrito del distrito de Fuengirola participa al comandante de este puerto haber llegado á la playa de La Calaburras un náufrago en calconcillos y camisa que, recogido por los carabineros de aquel punto, resultó ser teniente de navío de la dotación de la corbeta de guerra de la República Argentina «Juanito» —difiere el nombre respecto a la información publicada en La Unión Mercantil—. Dicho náufrago declaró que el 24 a las diez de la noche, hallándose como unas 30 millas de la costa de esta provincia hizo explosión la pólvora que contenía la corbeta enunciada no pudiendo precisar el resultado de la desgracia. Añade que el buque se dirigía a Túnez. Comandante Remolino —también difiere ligeramente el apellido— y 350 hombres de dotación —25 menos de la información de La Unión Mercantil—».
Dudas y rumorología
Como titulaba la noticia de La Unión Mercantil, lo relatado parecía sacado de una novela —y no decimos de un guion de Hollywood digno de una peli protagonizada por Tom Hanks porque era 1888—. Había detalles que hacían dudar de la veracidad de los hechos, como que el «náufrago» no sabía datos técnicos de un buque de esas características o que se desconocía que Argentina tenía una corbeta llamada así. Las dudas generadas hicieron que los rumores iniciales se transformaran en otros que decían que el protagonista de esta historia era en realidad un criminal fugado de una cárcel o una persona cuyo estado mental estaba bastante mermado; «… un loco el que ha sido encontrado de esa manera, un alucinado que de noche llegaría por la playa hasta la citada piedra, arrojando su ropa al fondo del mar». Estaba bien asistido mientras el misterio se resolvía.
El número de La Unión Mercantil del 1 de marzo de 1888 afirmó el revuelo y las habladurías que había sobre el caso del misterioso náufrago. Informaciones decían que personas que habían accedido a él afirmaban que era un impostor. Su desconocimiento sobre materias relacionadas lo delataba, como sobre la cantidad de cañones y el peso de la corbeta de guerra. «… ha dado noticias no solo contradictorias, sino absurdas…». Se entrevistaron con él marinos que confirmaron el nulo conocimiento que tenía en aspectos de su rango. «No puede ser, pues, como asegura, un teniente de navío». Lo más vergonzoso fue que afirmó conocer buques de guerras argentinos que no existían de los que se le había preguntado previamente, además que aseguró que los cronómetros estaban arreglados por el meridiano Sur. El rotativo citado también publicó que pudieron escuchar sobre las declaraciones del supuesto náufrago al ayudante de Marina de Fuengirola y al enviado de la comandancia; la impresión fue que toda esta historia era más falsa que una moneda de tres euros.
Impostor francés
El ayudante de Marina de Fuengirola determinó que nada era cierto y lo envió a Málaga para pasar a disposición del comandante de la capitanía del puerto. El gobernador tuvo que enviar otro telegrama a Madrid el 28 de febrero para aclarar lo ocurrido:
«El gobernador al director general de Seguridad y ministro de la Gobernación. Según me manifiesta el señor cónsul de la república Argentina y el comandante de marina, el naufragio de que ayer di noticias resultó afortunadamente inexacta y si solo una invención de un francés llamado Eugenio Marchand. He ordenado al alcalde que el falso náufrago sea entregado á los tribunales» (El Avisador Malagueño, 02/03/1888).
Parece ser que Eugenio Marchand o Eusebio Marchant desapareció del mapa tal como informó La Unión Mercantil el 2 de marzo:
«Hemos oído asegurar ayer que la comandancia de Marina ha remitido al Sr. Gobernador civil el expediente relativo al supuesto naufragio de Fuengirola, para que por esa autoridad se dicte la busca y captura del novelista Marchan, inventor del consabido naufragio».
A saber cómo pudo desaparecer. Quizá se tiró al mar para regresar de donde vino. Lo que sí ocurrió días después fue el naufragio de un buque inglés a la altura de Estepona, pero esa es otra desgracia por contar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión