Breve y singular historia de Arroyo de la Miel
El genovés Félix Solesio compraba en 1784 el cortijo que hoy da nombre al núcleo
Fernando Alonso
Lunes, 27 de julio 2020
Domingo 8 de abril de 1787, Domingo de Resurrección. El viajero inglés Joseph Townsend asiste arrobado a la misa mayor en la Catedral de Málaga, ... recientemente terminada. Y entre el incienso, la música del órgano, las lujosas y vistosas casullas se le acercó un joven de buena crianza que se ofreció a satisfacer algunas de las preguntas del curioso viajero británico. Tras trabar amistad, le convidó a la casa que tenía su padre, Félix Solesio, en la calle Granada, frente a la iglesia de Santiago. Townsend y Solesio enseguida fraternizaron y este invitó a aquel a que le acompañara a pasar unos días en su casa de campo.
El genovés Félix Solesio había comprado casi tres años antes, en 1784, el cortijo de Arroyo de la Miel. Los terrenos tenían la vastísima extensión de once kilómetros de largo por casi seis de ancho y se corresponden con los actuales núcleos urbanos de Benalmádena-Costa y Arroyo de la Miel. Esta inmensa finca de unos sesenta millones de metros cuadrados le había costado al italiano 300.000 reales. Teniendo en cuenta que las tres casas (entiéndase edificios) de la calle Granada los habían adquirido por 141.000 reales, podemos hacernos una idea de lo que valía por aquel entonces un terreno en la costa.
La finca que compró Solesio limitaba por el este con las tierras del molino del Moro, por el oeste con haciendas de vecinos de Benalmádena, por el norte con la Sierra de Mijas y por el sur «con las tierras de la costa y arenas de la mar». Desde principios del siglo XVI estos terrenos habían pertenecido a la familia Zurita-Zambrana, uno de cuyos descendientes se los vendió a Solesio.
Habíamos dejado al viajero inglés a punto de pasar unos días en el cortijo de Arroyo de la Miel. El jueves 12 de abril de 1787 llegó en pocas horas desde Málaga. Townsend describió con precisión británica todo lo que vio. En los dos años y pico que Solesio llevaba con estos terrenos había plantado 200.000 cepas de viñas, 5.000 olivos, 100.000 moreras, 580 higueras, 300 granados, 700 limoneros, 700 naranjos y gran número de cañas de azúcar. Tenía también 56 bueyes, 1.200 corderos, 400 cabras y 158 cerdos. Los pastores dormían junto a sus rebaños y cada noche un hombre a caballo daba la vuelta a la finca para prevenir posibles asaltos de ladrones. Las cifras pueden parecer exageradas pero tienen base histórica, como demuestran los historiadores José Carlos Balmaseda y María del Carmen Martín en su excelente libro 'Félix Solesio, fundador de Arroyo de la Miel'.
Cantera
La finca disponía además de una cantera y habían descubierto incluso cerca del mar dos baños romanos con pavimentos de mosaicos. Félix Solesio construyó seis molinos para la fabricación de papel. Conocemos sus nombres: Los fundadores, Santa Rita, La Victoria y San Bonifacio, que producían papel blanco; Los Apóstoles y San Nicolás, que fabricaban papel de estraza. Todo ello daba trabajo a unas 112 personas según Townsend, casi el 20% de la población de Benalmádena. Además edificó diez viviendas para los operarios y una iglesia con su torre y su campana.
Félix Solesio era un soñador. A su sueño lo llamó complejo industrial San Carlos, en honor del rey Carlos III. Todavía se conserva en Arroyo de la Miel la portada que daba acceso a las viviendas del cortijo, en la que lucía una inscripción de mármol que explicaba que todo esto lo había levantado para el interés público y para el porvenir de su nación. Era el sueño de todo hombre ilustrado. Félix Solesio siempre ha estado a la sombra del que fue su protector, José de Gálvez. Por eso, su figura ha quedado a veces desdibujada. Solesio era el director de la fábrica de naipes de Macharaviaya, para la que fabricó el papel en Arroyo de la Miel. Townsend lo definió como «un hombre emprendedor que emplea todos sus beneficios en hacer mejoras en sus tierras».
En efecto, en 1797 su complejo industrial estaba valorado en cinco millones de reales, esto es, había multiplicado su valor por quince en solo trece años. En el año 1800 Arroyo de la Miel ya era un pequeño núcleo que durante el siglo XIX crecerá gracias a sus fábricas de papel. San Carlos, como proyecto ilustrado similar al de La Carlota o La Carolina en Sierra Morena, no conservó su nombre aunque hoy sí queda memoria en Arroyo de la Miel de su fundador: Félix Solesio.
Sobre el nombre de Arroyo de la Miel
La teoría más creíble se debe a la abundancia de colmenas favorecidas por la gran extensión de tomillares. De hecho, el nombre de Arroyo de la Miel ya aparece en los repartimientos a finales del siglo XV. En 1751, según el catastro de la Ensenada, había en la zona 65 colmenares. La segunda hipótesis es menos creíble pero más poética: el nombre de Arroyo de la Miel se explicaría por la existencia de un ingenio azucarero para moler la caña y obtener el azúcar. Los residuos de la fabricación de la miel de caña eran tirados al arroyo, lo que producía que sus aguas tuvieran cierto sabor dulce. Así lo explica Juan José Jurado.
En el centro de Arroyo de la Miel se conserva el edificio La Tribuna, en la plaza del mismo nombre. Es sin duda el edificio más antiguo de la localidad. Restaurado en el año 2007, con sus sesenta metros cuadrados, es lo único que se conserva del primitivo cortijo de San Carlos. Preside el recinto una artística escultura de Félix Solesio.
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