El inicio de la aviación en Málaga
El 29 de agosto de 1910 un avión surcó por primera vez el cielo malagueño, abriendo la era de la aeronáutica en la provincia
víctor heredia
Lunes, 29 de julio 2019, 23:43
El deseo de volar acompaña al ser humano desde el principio de los tiempos. La observación de las aves y el ingenio de los inventores ... estuvieron en la base de múltiples intentos de conseguir el ansiado anhelo de moverse en el aire. Los globos aerostáticos supusieron un primer paso para elevarse a las alturas y desde finales del siglo XIX se multiplicaron las iniciativas para conquistar el aire, primero mediante dirigibles y a partir de 1903 con aeroplanos. Los hermanos Wright consiguieron que su prototipo surcara el aire brevemente impulsado por una catapulta y poco después el brasileño Santos Dumont realizó un vuelo público en París.
Como signo de los tiempos, los avances en la aeronáutica se sucedían con extraordinaria rapidez. Y paralelamente esos progresos levantaban una enorme expectación en un público deseoso de conocer esos maravillosos aparatos voladores. Para satisfacer esa curiosidad se organizaron los primeros festivales aéreos, como la Gran Semana de la Aviación de Reims celebrada en agosto de 1909. Francia se convirtió en la referencia mundial en el desarrollo aeronáutico.
El primer vuelo documentado en España se efectuó en Barcelona el 11 de febrero de 1910 por el piloto Julien Mamet. En los meses siguientes proliferaron por todo el país las exhibiciones aéreas: Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia o San Sebastián. En Málaga la iniciativa de organizar unas Fiestas de Aviación corrió a cargo de Juan Ponce de León, presidente del comité creado con tal motivo. Gracias al patrocinio del marqués de Larios, las Grandes Fiestas de Aviación en Málaga se desarrollaron entre el 29 de agosto y el 2 de septiembre de 1910, justo a continuación de la feria de aquel año. La dirección técnica fue desempeñada por el ingeniero francés Mr. Mole, gerente de la Société Ponthieu Automobiles de París.
Durante los cinco días se sucedieron diferentes exhibiciones de vuelo, ofreciendo un panorama de las maniobras que podían desarrollar los frágiles aeroplanos que participaban. Las 'experiencias' consistían en vuelos en línea recta, con virajes, planos, en elevación, en ocho y hasta con sorpresas en el aire, según el programa que se editó.
Como campo de aviación se habilitó una amplia faja de terreno situada entre la Casa de Misericordia, la Carretera de Cádiz y la desembocadura del río Guadalhorce, muy cerca de la playa. Los vuelos se hacían por la tarde y el público podía desplazarse hasta allí utilizando los Ferrocarriles Suburbanos, cuya línea atravesaba la zona. La entrada costaba una peseta y las sillas se alquilaban entre 3 y 6 pesetas. El servicio de cafetería fue ofrecido por los propietarios del Café Madrid.
En la exhibición participaron dos aparatos, un biplano Farman y un monoplano Blériot, pilotados por Henri Jullerot y Élie Mollien, respectivamente. El primer día, a pesar del fuerte viento reinante, Mollien consiguió despegar e «hizo un vuelo precioso» que despertó el entusiasmo del numeroso público presente. Jullerot, sin embargo, no pudo volar debido a una avería, por lo que se promovió un gran escándalo cuando muchos espectadores pidieron que se les devolviese el importe de la entrada. Y así fue por orden del gobernador civil, que estimó la reclamación de los asistentes.
Juan Ponce de León
El éxito de las Fiestas de Aviación se debió en gran parte al tesón de Juan Ponce de León, que había sido presidente de la Junta Permanente de Festejos. Este jurista nacido en Albacete llevaba tiempo gestando la organización del evento aeronáutico en la ciudad y ya había mantenido contactos en 1909 con miembros del gobierno e incluso había enviado un representante a París para negociar con algunos aviadores. Sus gestiones fructificaron al año siguiente, cuando estaba al frente del comité organizador de las fiestas aeronáuticas, en el que también figuraban Diego de Mesa, José Álvarez, Diego López, Manuel Pujada y Luis Encina. Ponce de León se puso a trabajar inmediatamente después en la preparación de un concurso internacional de aviación con el recorrido Málaga-Gibraltar-Ceuta-Málaga. El entonces concejal consiguió importantes apoyos en Málaga y en Madrid, pero el proyecto no salió adelante, quizás porque su principal promotor trasladó su residencia a Madrid en 1911. Uno de sus hijos fue el pintor vanguardista Alfonso Ponce de León. Ambos y otros dos hermanos murieron asesinados en 1936.
El segundo día todo se desarrolló con normalidad y la gente salió satisfecha con los «emocionantes» vuelos de ambos aviadores. También fue brillante la tercera jornada, en la que Mollien llegó hasta el puerto y voló sobre la escuadra inglesa que había fondeado en la bahía esa misma tarde. Jullerot lo alcanzó a la altura de La Malagueta y a continuación ambos aeroplanos aterrizaron uno detrás del otro entre frenéticos aplausos. El último día contó con una nutrida asistencia de espectadores y los pilotos se lucieron con brillantez. Mollien llegó hasta Torremolinos, dejando caer un ramo de flores sobre la fiesta que se celebraba en esos momentos en honor del almirante inglés en el Castillo de Santa Clara. Finalmente, ambos aviadores arrojaron ramos de flores sobre las tribunas antes de aterrizar.
El festival fue suspendido un día para que el espectáculo aeronáutico no compitiese con una corrida de toros que tenía lugar a la misma hora. Los pilotos Jullerot y Mollien fueron ovacionados por el público al sentarse en el palco entre los sones de la Marsellesa, interpretada por la Banda Municipal.
Las fiestas de 1910 supusieron el estreno de la aviación en Málaga. Ponce de León consiguió traer a la ciudad «un espectáculo culto, importante y de trascendencia para el porvenir que nos coloca al nivel de las grandes capitales». Poco se podía imaginar el cronista la verdad que encerraban sus palabras y la importancia que los aviones iban a tener en el desarrollo turístico de la provincia.
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