Félix Solesio, el ilustrado que a todos alumbró
Creó de la nada todo un imperio vendiendo barajas de cartas
«Hombre emprendedor», «persona de talento», «uno de los hombres más amables e inteligentes que he conocido». Así definió a Félix Solesio un viajero inglés ... en 1787: Joseph Townsend. Félix Solesio fue un personaje clave de la Ilustración en Málaga. Su lema, a todos alumbra, derivado de la palabra sol contenida en su apellido, se nos antoja toda una declaración de principios para alguien que vivió en el Siglo de las Luces y participó de su espíritu reformista.
Félix Solesio había nacido en 1739 en Finale, una localidad ligur a 54 kilómetros de Génova. Es, por lo tanto, otro genovés más de los que emigraron a Málaga como más tarde lo hicieron los primeros Prolongo, Caffarena o Picasso. De hecho la colonia genovesa era la más numerosa en nuestra ciudad a finales del siglo XVIII. Su ciudad natal, Finale, era famosa por dos razones. En primer lugar, porque desde allí partía el famoso camino español de los tercios españoles que iban a Flandes; y en segundo lugar, porque en Finale hubo más de veinte fábricas en las que se producían los naipes con los que entretenían los soldados las largas esperas.
Es evidente que Solesio conocía bien la técnica de fabricación de las cartas lo que, con el tiempo, le haría famoso y rico. En 1762 emigró a Madrid. En el entonces pueblo de Vallecas se casó con Nicolasa Miró, de origen levantino. Al poco Félix Solesio se estableció en La Adrada, pueblo de la provincia de Ávila, en el valle del Tiétar y al pie de la sierra de Gredos. Allí, entre magníficos pinares, funcionaban desde antiguo varios molinos de agua que elaboraban pasta de papel. Mi amigo Miguel Ángel Peláez trabaja como profesor de literatura en La Adrada y me cuenta que no recuerda un lugar donde llueva tanto. Solesio se dedicó a fabricar papel para la Real Fábrica de Naipes de Madrid. No sabemos cuándo se produjo el encuentro con el ministro ilustrado José de Gálvez, pero sí que este marcó la vida del italiano. Félix Solesio ambicionaba tener su propia fábrica de naipes, como las de su Finale natal, y Gálvez le convenció para que la instalase en Macharaviaya. En 1776 Solesio consiguió el monopolio de la venta de cartas a las Indias y ese mismo año abrió su propia fábrica de naipes en Macharaviaya. Para ponerla en funcionamiento se trajo desde Italia mano de obra experta entre maestros y oficiales que instruyeron al resto de trabajadores. En 1779 trabajaban en la fábrica un total de 208 personas.
José de Gálvez, marqués de la Sonora, quiso convertir a su pueblo natal en un particular ejemplo de urbanismo ilustrado: empedró calles, construyó tres fuentes, un lavadero público y hasta dos escuelas, una para niños y otra para niñas. Mejoró los caminos que unían su pueblo con el camino real de Málaga a Vélez. Y lo dotó con una moderna fábrica que quería producir dos millones de barajas al año. Tan famosos se hicieron los naipes que Solesio fabricaba en Macharaviaya que aparecen en un cuadro de Goya, 'La familia del infante don Luis'.
(Hagamos un pequeño inciso para explicar que los naipes españoles e italianos tenían cuatro palos o colores que representaban los cuatro estados o clases sociales de la época: oros, por los comerciantes y burgueses; espadas, por la nobleza guerrera; copas, por los eclesiásticos; y bastos, por los aldeanos).

Uno de los principales problemas que tuvo que superar Solesio fue el del abastecimiento de papel. Como tenía que recurrir continuamente a comprarlo en Génova y Cataluña, decidió fabricarlo él mismo para lo que alquiló dos molinos en Torremolinos. Y como estos no eran suficientes construyó otros seis en Arroyo de la Miel, localidad de la que es fundador. Sin embargo, la fábrica de Macharaviaya fracasó por las malas comunicaciones con la costa y por la falta de materia prima (no había ningún molino de papel en la localidad). La puntilla fue la pérdida del monopolio para la fabricación de naipes en 1811. La fábrica cerró definitivamente en 1815.
Sin embargo Félix Solesio, que falleció en 1806, no lo llegaría a ver. Tan importante llegó a ser este ilustrado que el viajero inglés Townsend dedicó más espacio en su libro a hablar de él que de Málaga. Félix Solesio creó de la nada todo un imperio vendiendo barajas de cartas. Hoy sus naipes son muy cotizados y están en los mejores museos del mundo.

La casa de la calle Granada
Félix Solesio compró una casa en la calle Fresca, esquina a la calle Salinas, y tres casas en la calle Granada frente a la iglesia de Santiago, en las que construyó su palacio, hoy convertido en hotel de lujo. Solesio pidió una autorización al Ayuntamiento para derribar una rinconada que había delante de esta casa, de manera que se pudiese contemplar mejor su fachada y los carruajes pudiesen dar la vuelta. En efecto, la planta baja de esta casa estaba provista de grandes almacenes para guardar el papel y los naipes, antes de ser embarcados a las Indias.
En la fachada nunca lució el escudo de los Gálvez, como ha demostrado Víctor Heredia, al menos hasta bien entrado el siglo XX cuando los marqueses de Larios, propietarios del edificio, lo instalaron en su fachada por la tradición que asociaba este palacio a los Gálvez. El que siempre lució fue el sol de Félix Solesio, como podemos advertir hoy en las pinturas restauradas de su interior y en un chaflán estratégico del edificio, para que siempre permanezca en Málaga recuerdo de su memoria.
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