Tal día como hoy nacía Guillermo III de los Países Bajos, rey sumamente aficionado a disolver parlamentos, y moría Gerónimo, jefe apache y chamán que acabó sus días en una reserva de la que lo sacaban ocasionalmente para exhibirlo como a un mono de feria.
maría teresa lezcano
Domingo, 17 de febrero 2019, 00:29
Guillermo III de los Países Bajos 17-2-1817----23-11-1890
Diecisiete de febrero de 1817. Nace en Bruselas el hijo de Guillermo II de los Países Bajos y de Ana Pavlovna de Rusia. Ya regiamente entronizado se dedicó Guillermo, además de a prohibirle a su esposa cualquier ejercicio intelectual por considerar que sólo la disciplina castrense podía marcar adecuadamente el paso de la corte, a intentar a toda costa revertir los cambios constitucionales que había iniciado su padre y antecesor en la corona, iniciando un juego político que, observado retrospectivamente resultó harto entretenido pero que a sus conciudadanos les estaba provocando una jaqueca tras otra: el lunes disuelvo el parlamento holandés porque me disgustan las caras de sus miembros; el martes creo un gabinete real que, al no contar con el respaldo constitucional se me va al garete en menos que canta un gallo neerlandés; el miércoles disuelvo el parlamento; el jueves intento venderle el Gran Ducado de Luxemburgo a Napoleón III pero el tiro comerciante me sale por la culata beligerante y estoy a punto de provocar una guerra entre Francia y Prusia, sálvese quién pueda; el jueves disuelvo el parlamento; el viernes se me suben los parlamentarios a la chepa y se reparlamentan a sí mismos; el viernes disuelvo el parlamento; el sábado inauguramos nuevo gabinete; el domingo iba a disolver de nuevo el parlamento pero se me muere la reina y tengo que buscarle sustituta porque el asiento de copiloto real no puede quedar vacío...
Ya oportunamente redesposado con Emma de Waldeck-Pyrmont, cuatro décadas menor que el rey porque, ya puestos a elegir elegimos mayestáticamente carne fresca, Guillermo fue letalmente aguillermado por una epidemia de gripe que pasaba por Holanda, no sin embargar sin haber cumplido su deber de engendrar en el vientre de la reina un heredero que resultó ser heredera, Guillermina para más señas, la cual si bien se quedó regiamente Holanda y Bélgica no pudo hacer lo propio en Luxemburgo por incompatibilidad de leyes, sálicas en este caso, aunque siendo el Gran Ducado tan paradójicamente pequeño, territorialmente hablando, a Guillermina le importó su exclusión lo que a un pobre de solemnidad el precio del caviar que deglutía la parentela zarista de la soberana. Dank je.
Gerónimo, jefe apache.
Gerónimo 16-7-1829---17-2-1909
Noventa y un años después del nacimiento bruselense de Guillermo III, moría en Fort Sill, Oklahoma, el jefe apache Gerónimo, que en idioma chiricahua significaba «el que bosteza». Originario de un pueblo de la Apachería, que por aquellos días se encontraba en el estado mexicano de Sonora (actualmente en el estadounidense Nuevo México), era ya un guerrero reconocido y un hombre-medicina, es decir un chamán, cuando las tropas del gobernador militar de Sonora asesinaron a su esposa, sus tres hijos y su madre, esta última de nombre Gha Den Dini, que en chiricahua se traduce como «aquella que es atravesada por la luz» y que fue literalmente traspasada por el relámpago del rifle blanco.
Para vengarse de la escabechina familiar se unió Gerónimo a Cochise para incordiar todo lo posible en distintas ciudades mexicanas y, tras la muerte de su aliado fue elegido como jefe supremo de todos los apaches, lo que propició que la cúpula de rostros pálidos lo confinara en una reserva de la que no tardó en fugarse, en ser nuevamente capturado, en refugarse y ser recapturado y encarcelado en la prisión de Fronteras, donde permaneció tres años. Transcurrido ese tiempo lo llevaron a una reserva de Oklahoma para que no pudiera volver a tener contacto con su tribu y lo pasearon. Primero por la Exposición Panamericana de Búfalo, donde fue vecino de estrado de un chimpancé que montaba en bicicleta y tocaba el piano y un caballo que sabía sumar y restar, y después por la Exposición Universal de San Luis, donde lo invitaron a hacer el indio, estrictamente hablando, en el desfile presidencial de inauguración, y a vender arcos, flechas y fotografías autobiografiadas en un stand fuertemente custodiado por soldados.
Ni después de muerto lo dejaron en paz ya que seis vándalos de la sociedad secreta Skull and Bones, de Yale, rapiñaron su calavera del Cementerio Apache de Prisioneros de Guerra de Fort Sill y todavía andan los huesos en paradero desconocido. Su nombre en cambio, rescatado durante la Segunda Guerra Mundial por un regimiento de paracaidistas que acababa de ver un western donde el jefe apache era encarnado por un rostro pálido convenientemente abetunado, se convirtió en sinónimo del grito bélico por antonomasia. ¡Gerónimo!
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