La Condesa de Hohenembs: la emperatriz Sissi en Málaga
No hemos hablado aún en A la sombra de la Historia de la famosa estancia de la emperatriz Sissi en Málaga. En realidad, conocemos los ... detalles gracias a los artículos de un anónimo periodista de La Unión Mercantil, periódicos que guardó Narciso Díaz de Escovar. Por desgracia, no se conservan los números de aquellos días de algún otro rotativo local, como por ejemplo El avisador malagueño, que nos hubieran proporcionado, sin duda, más información sobre este histórico viaje.
Elisabeth, la emperatriz del imperio austrohúngaro, llegó a Málaga procedente de Valencia la mañana del lunes 2 de enero de 1893. Viajaba en su lujoso yate Miramar, que en realidad era un antiguo buque de guerra de la marina imperial que había sido lujosamente acondicionado para los viajes de Sissi. Tenía ochenta metros de eslora, pesaba 1.880 toneladas y contaba con una tripulación de 167 personas, la mayoría a su servicio. Sumaba tres palos, dos chimeneas y dos ruedas paletas que le proporcionaban una velocidad considerable. Hoy lo consideraríamos un megayate. Miramar atracó junto a la Farola y muchos malagueños acudieron a lo largo de todo el día a admirarlo.
Sissi viajaba de riguroso incógnito, en viaje privado, y se negó a recibir autoridades. Para pasar desapercibida utilizaba el nombre de condesa de Hohenembs que el periodista, al ser un vocablo difícil para un oído andaluz, transcribió como «Hollms» y así lo han copiado erróneamente hasta hoy unos y otros. Expliquemos lo que hizo la señora condesa en los tres días que disfrutó en Málaga, el 2, 3 y 4 de enero de 1893.
Nada más arribar el barco, Sissi desembarcó acompañada de una dama de compañía y visitó la Catedral, la Alcazaba y, por los Cuartos de Granada, llegó hasta el Castillo de Gibralfaro. Se trata de una subida a la que hoy solo se atreven los turistas más intrépidos. Después, paseó largo rato por la calle Larios (que se había inaugurado apenas año y medio antes) y sabemos que entró en el bazar de José Cabeza -que tenía a la venta variados artículos de lujo- y en el Café Inglés. Este establecimiento fue el primero en Málaga en contar con un reservado para mujeres, niños y sacerdotes. Aclaremos que, seguramente, ningún malagueño reconoció a la emperatriz. Esta iba sin escolta y con el rostro tapado por un velo negro, a la moda de la época. Algunos estudiosos aseguran que lo llevaba porque tenía los dientes destrozados y la cara desfigurada por los regímenes alimentarios a los que se sometió. Cuando pasó por Málaga tenía cincuenta y seis años.
El martes ya había corrido por la ciudad la noticia de la regia visita, así que la emperatriz decidió alejarse del centro. Desembarcó acompañada del capitán Wathel y de una pequeña comitiva. Se subió a un carruaje de lujo que puso a su disposición el Hotel Roma, el más prestigioso de la ciudad, y se dirigió a las bodegas de Ramos Power, en el Perchel. Sin duda, la fama de los vinos malagueños motivó esta visita. A continuación, decidió pasear por los jardines de San José y de La Concepción. Entonces, se accedía a estas fincas por el mismo cauce del Guadalmedina que la emperatriz, andarina impenitente, recorrió a pie, seguida del coche que llevaba sus abrigos. También le iba a la zaga un vigilante de orden público, sin que Elisabeth se apercibiera de su presencia. En La Concepción, Sissi pudo disfrutar de la famosa cascada, del cenador, del museo loringiano y de unos jardines espectaculares, aunque no tan exuberantes como los que conocemos hoy. Le acompañó ese día un traductor, llamado Roque Arnau, quien posiblemente le sugirió la ruta de aquella jornada.
Sissi dice adiós a Málaga
Todas estas peripecias suponemos que las averiguaría nuestro anónimo reportero por la indiscreción de los disimulados escoltas o de algún otro miembro de la exigua comitiva. Sissi tenía la mala costumbre de pasear sin apenas seguridad, algo que le acabaría costando la vida cuando, cinco años más tarde, un anarquista italiano la mató clavándole un estilete al salir de su hotel en Ginebra.
Esos días en Málaga hubo otras noticias, como las del fallecimiento del conocido comerciante José Álvarez Fonseca y la de la llegada al Hotel Roma del dramaturgo Jacinto Benavente. El jueves 5 de enero, Sissi tomó el tren rumbo a Granada. La acompañaban tres damas de servicio, el capitán del yate y algunos oficiales de la armada austriaca. En Granada pasó todo el fin de semana y visitó la Alhambra de noche, monumento que iluminaron para ella con cuatrocientas bengalas. Dejó estampada su firma en el libro de visitas. (Curiosamente, en la página siguiente, aparece la de Benavente).
El domingo por la noche volvió a Málaga y no salió más del barco hasta el martes 11, cuando partió a las once y media de la mañana, enamorada ya para siempre del cielo y del clima de Málaga.
El tercer día tenía pensado viajar a Granada, pero lucía un sol espléndido y la emperatriz decidió posponer el viaje. Le apetecía pasear sola. Sissi vivía en una continua depresión tras la muerte de Rodolfo, su hijo y heredero. Siempre iba vestida de negro. Por el paseo de Reding y la Caleta llegó hasta las playas del Palo. Luego, regresó por el Camino Nuevo y se dirigió hacia la Cuesta de la Reina. En un momento dado, bajó del coche y caminó un buen rato. Entonces se dio cuenta de que la seguían dos hombres y averiguó que, en realidad, eran dos agentes de vigilancia que habían sido asignados como escolta por el gobernador, cortesía que nuestra dama agradeció sinceramente. Una pareja de la guardia civil a caballo, al descubrir a la egregia caminante, la escoltó hasta la fuente de Olletas.
Sissi dijo que nunca pudo imaginar que el clima de Málaga fuese tan benigno y aseguró que le encantaba su cielo. Ya de noche, llegó al barco. Eran días cortos y fríos, de principios de enero.
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