Borrar
Imagen de archivo de Buenos Aires.
De la ciudad asentada al impresor arruinado: Buenos Aires y Johannes Gutenberg

De la ciudad asentada al impresor arruinado: Buenos Aires y Johannes Gutenberg

Albas y ocasos ·

Tal día como hoy nacía la ciudad de Buenos Aires, en un enclave junto a la orilla austral del río de la Plata, y moría Johannes Gutenberg, inventor de la imprenta moderna.

maría teresa lezcano

Domingo, 3 de febrero 2019, 00:16

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Tal día como hoy nacía la ciudad de Buenos Aires, en un enclave junto a la orilla austral del río de la Plata, y moría Johannes Gutenberg, inventor de la imprenta moderna.

Ciudad de Buenos Aires. 3-2-1536

Tres de febrero de 1536. El conquistador español Pedro de Mendoza establece, en un enclave junto a la orilla austral del río de la Plata habitado por aborígenes pampas conocidos como querandíes, un asentamiento al que bautiza como puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre. Habida cuenta sin embargo que los querandíes se mostraron más reacios de lo esperado a ser despampanados, Mendoza acabó abandonando y destruyendo su propio asentamiento y se embarcó rumbo a España aunque durante la travesía la sífilis que lo venía arengando lo asifiló definitivamente, tras lo cual sus hombres lo lanzaron de cabeza al Atlántico, cementerio común de marinos pobres y ricos. En cuanto a la ciudad de Buenos Aires, fue refundada cuarenta años más tarde por Juan de Garay y sucesivamente asediada por portugueses, británicos y franceses hasta que autóctonos y asimilados, hartos ya de las incursiones foráneas y más hartos aún de los españoles que no se descolonizaban ni con las epidemias de fiebre amarilla, se fueron alejando cada vez más de la posición colonialista y acercándose disimuladamente a la Confederación Argentina. Después llegaron la federalización y el cosmopolitismo, el primer metro de Iberoamérica y los conventillos, que no eran conventos diminutos para monjas mínimas sino viviendas precarias destinadas a los inmigrantes; llegaron el Obelisco y la Avenida 9 de Julio y Juan Domingo Perón y Evita y No llores Por Mí Argentina; la dictadura militar y las desapariciones y las madres de la Plaza de Mayo; llegaron la Guerra de las Malvinas y las caceroladas, que a pesar de su culinario apelativo no eran unos guisos de res argentina sino unas protestas durante las cuales los manifestantes mostraban su descontento político golpeando más o menos rítmicamente utensilios de cocina diversos; llegaron sucesivas reformas constitucionales y Maradona y Fito Paez, «En buenos Aires nos acechan los tangos del pasado y cada tango es una confesión (…) En una playa macedónica tan cierta viven Borges, Dios y el rock and roll». Con vos, pibes y minas.

Johannes Gutenberg. Del 5-7-1400 al 3-2-1468

Sesenta y ocho años antes del nacimiento de Buenos Aires moría, en la alemana Maguncia, Johannes Gutenberg, quien en realidad se apellidaba Gensfleisch aunque como en dialecto renano este último significaba «carne de ganso», Johannes decidió más temprano que tarde gutemberizarse por aquello de dejar de hacer el ganso. Antes de pasar a la historia como inventor de la imprenta moderna, Gutenberg fue herrero en Hesse y platero en Estrasburgo, hasta que, entre tallados de gemas y pulidos de espejos le entró el gusanillo impresor y, liándose la manta tintera a la cabeza, se puso a editar el que sería el primer libro topográfico del mundo occidental, léase el Misal de Constanza. Conviene recordar que antes de Gutenberg los libros eran difundidos a través de las copias manuscritas de frailes y monjes que entre rezo y rezo de maitines, sextas, nonas y vísperas, reproducían en modo amanuense ejemplares que a menudo no entendían, ya que, por paradójico que resulte, no todos los copistas sabían leer y escribir, con el consiguiente resultado de que los amanuenses analfabetos iban imitando signos que ni conocían ni les importaban una merda latina. Fue llegar Gutenberg y sustituir las habituales y volátiles tablillas de madera por moldes de cada una de las letras del alfabeto que rellenó con plomo, creando de este modo la tipografía móvil. Gutenberg sin embargo lo que no había previsto era el tiempo que necesitaría para poner en marcha su invento y, ya que en el interín se había quedado más pobre que una rata renana, tuvo que pedir préstamos que, al no ser devueltos a tiempo dejaron al impresor sin peculio y sin empresa. Ya paupérrimo de solemnidad y desimprentado por las deudas, Gutenberg fue acogido por el obispo de la ciudad, en cuya casa fallecería mientras su sucesor en el negocio se ponía las botas tipográficas y le llovían encargos del cielo, literalmente hablando ya que eran biblias las demandadas. Posteriormente bautizaron la Universidad de Maguncia como de Johannes Gutenberg, fue elegido hombre del milenio por el canal A&G, homologado con un cráter lunar harto confortable y hasta electrónicamente bibliotecado en el Proyecto Gutenberg que creó una red de libros digitales de dominio público. Claro que para entonces el homenajeado llevaba ya más de cinco siglos criando malvas de tinta en algún hipotético lugar del subsuelo maguntino ya que su tumba fue destruida durante una de las guerras que pasaron por allí. Será por guerras.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios