

Secciones
Servicios
Destacamos
La noche abre paso a un escenario todavía más apocalíptico tras el apagón eléctrico que paralizó el país durante casi todo el día en muchas zonas de la capital malagueña: calles prácticamente desiertas y bloques de edificios que se tornaban en tenebrosos. Durante el día la imagen fue caótica, pero la madrugada evidenció un ambiente aún más distópico. Cruzadas las diez de la noche, apenas las luces azules destellantes, que se fundían en ocasiones con las de ambulancias y bomberos, alumbraban el camino. La Policía Nacional multiplicó efectivos para evitar saqueos pero, sobre todo, para ayudar a los incomunicados: «Salimos para auxiliar a los que están en apuros y no pueden llamar». SUR acompaña a tres patrullas, de distintas unidades, durante el servicio.
En una lóbrega calle La Unión, agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Comisaría Provincial alumbran con una linterna a Carolina y Romina, que, acompañadas por su padre (de 80 años) y algunos vecinos, han decidido custodiar su kiosco toda la noche. La persiana es eléctrica y dejarla abierta, con la impunidad que la oscuridad y la caída de las comunicaciones ponen en bandeja a los «ladrones», no es una opción para estas hermanas, con miedo al pillaje y pavor a que la situación se alargara más de la cuenta -aunque, por fortuna, no ha sido así-. En el resto del paseo, ni un alma.
Son las dos de la mañana y el camino a María Zambrano continúa opaco hasta que se vislumbra el letrero de la estación -que logró conservar la electricidad al contar con sus propios generadores-. Más de 100 pasajeros pueden descansar desde la medianoche aproximadamente en camas portátiles desplegadas por miembros de Protección Civil y voluntarios de Cruz Roja en la explanada del recinto. Otros tantos viajeros, con maletas y mochilas, se rinden a las puertas de la terminal, echados en el suelo y arropados con mantas. No tienen billete y no les dejan pasar hasta que acuden las Fuerzas de Seguridad y logran contactar con los responsables de la estación. «Gracias, de verdad», dice a los agentes una de las jóvenes que permanecía a la intemperie.
Son las tres y media y el inspector Juan Carlos Cazorla, jefe del grupo cuarto de la UIP, recibe un aviso por la radio: «Tres sospechosos intentando ocultarse han metido algo en un maletero en el polígono Intelhorce y se han ido a gran velocidad». Los efectivos acuden al lugar, junto a una gasolinera, y, tras inspeccionarlo, encuentran forzados dos cajetines de máquinas de lavado de coche y tres de aspiradoras. «Han metido una barra de hierro y abierto los candados para llevarse la recaudación», explican los agentes. Se entrevistan con los requirentes y dan parte al grupo de investigación.
La patrulla continúa y las postales desde la furgoneta policial recuerdan a los agentes las emergencias vividas en los últimos años: la pandemia originada por la Covid-19 y la DANA de Valencia. Ante la alerta y la posibilidad de que los delincuentes aprovecharan la coyuntura para protagonizar su propia Purga, la Policía Nacional decidió reforzar la presencia en la vía pública con 16 vehículos zetas y 18 de distintas brigadas, así como UIP, UPR (Unidad de Prevención y Reacción) y Unidad Adscrita.
'Zeta 0' es Jorge, uno de los seis inspectores que trabajan por turnos en los 'zetas' (radiopatrullas) de la Brigada de Seguridad Ciudadana. Él es el agente al mando de 35 unidades desplegadas por la ciudad la noche del gran apagón. Tienen la difícil misión de proteger una Málaga a oscuras y hacerlo prácticamente a ciegas.
En la pizarra tiene repartidos, aunque se los sabe de memoria, los 35 indicativos y las zonas donde están patrullando esta madrugada. El despliegue puede multiplicar por cuatro el día de una noche normal, porque la situación es extraordinaria. No ha habido que llamar gente. Unos han doblado turnos y otros se han presentado voluntarios.
El primer detenido de la noche es un chaval que va arrastrando una moto por la calle que, al parecer, pretendía sustraer. Mientras los policías comparecen, el inspector vuelve a la calle para seguir patrullando. El coche patrulla sale de las entrañas de la Comisaría y empieza a recorrer la avenida de Andalucía. El tópico de la boca del lobo se queda corto. Impresiona ver Málaga así.
«Nuestra misión es dar seguridad a los ciudadanos y proteger los comercios frente al pillaje», explica el 'zeta 0'. En una situación como ésta, donde llamar a los servicios de emergencias es una odisea, «debemos estar lo suficientemente cerca como para que alguien pueda salir a la calle y llamarnos».
La madrugada discurre más tranquila de lo esperado. «Si el apagón se mantiene, mañana será más complicada», barrunta el inspector. A las dos de la madrugada salta un aviso de una pareja agresiva en un hotel de la capital. Son dos extranjeros que se han quedado tirados en el aeropuerto y que aspiran a quedarse en el hall hasta las tres de la tarde, que pueden hacer uso de la habitación que tienen reservada.
Un inspector en prácticas que maneja bien el inglés conversa con los aspirantes a huéspedes. El tono se relaja. Es, quizá, la cara más desconocida de la policía, la mediación. Al final el hotel cede y, en contra de sus normas, les permite quedarse. «La situación es excepcional, era eso o el albergue», comentan los agentes al marcharse.
El siguiente aviso salta en una gasolinera del polígono de San Luis, donde alguien ha robado los cajetines donde se insertan las monedas para el lavado manual de los vehículos. Se busca un utilitario amarillo y los policías, que tiene un mapa mental de las calles y sus habitantes, han visto un coche así en Los Asperones. 'Zeta 0' se adentra en la barriada, pero no lo localizan. Eso sí, en un chambao adornado con bombillas de colores donde un grupo de hombres toman una copa hay más luces que la mayoría de las barriadas de Málaga. «Ya sabemos por qué ha sido el apagón, lo tenéis todo aquí», bromean.
Son policías judiciales, dedicados a investigar delitos. Pero en la noche más oscura de Málaga, Alfonso y Jacinto -el primero, del Grupo de Homicidios y el segundo, de Atracos- se suman al dispositivo para prevenir el pillaje y atender las posibles emergencias que surjan en la ciudad. “Con un panorama así toca estar en la calle, independientemente del grupo en el que estemos, porque es un día propio para que los delincuentes salgan y hagan lo que quieran”, vaticinan los agentes. Están doblando turno en una madrugada atípica que acaba de empezar. Son dos de los numerosos efectivos que se movilizaron de manera voluntaria en plena crisis por el apagón. Ambos parten de la Comisaría Provincial en un vehículo camuflado con todos los sentidos en alerta, la ventanilla parcialmente bajada y muy atentos a los avisos que se van notificando por la Sala del 091. Lo único que se divisa son los pocos metros que alcanzan a iluminar los faros del vehículo.
Ni ellos, acostumbrados a ver “casi de todo” por su trayectoria profesional, podían reprimir la sorpresa al recorrer una ciudad prácticamente teñida de negro al empezar la batida. Uno de los primeros lugares que comprobaron fue el Polígono de San Rafael, donde sí había farolas funcionando. “Nos podemos imaginar que hoy muchos propietarios van a pasar la noche en sus negocios”, puntualizan. En la calle no se ve ni un alma.
El aviso de un posible incendio en una vivienda en la barriada del 4 de Diciembre los pone rápidamente en movimiento. Con el pirulí azul iluminado se dirigen a la dirección que un vecino facilitó al 112. Lo único que encuentran es un contenedor en llamas en plena calle, donde ya hay varios efectivos municipales. Para asegurarse, se introducen por los callejones y vuelven a dar una vuelta a la manzana, con la vista puesta en las ventanas y balcones. No se aprecia atisbo de fuego alguno.
El binomio sigue su ronda escuchando por la sala las zonas por las que, al menos por momentos, regresa la luz, lo que en muchos casos hace que los comercios que puertas automáticas se vuelvan a abrir y a quedar encendidos. Ellos avanzan por las barriadas de San Andrés y Dos Hermanas. La escena de la noche en penumbra les recuerda a los tiempos de pandemia. Tampoco había un alma en la calle y apenas tardaban un par de minutos en llegar a las emergencias. Alfonso y Jacinto se acercan a una moto en la que hay dos individuos. “Buenas noches, caballeros”, se introducen, interesándose por el motivo por el que están en la calle. Solo están hablando, les responden. Antes de proseguir, les aconsejan: “Tened cuidado, hoy no es una noche para estar por ahí”. La ronda continúa por Carretera de Cádiz, donde se aprecia el apagón, y avanzan hacia La Paz.
Cada vez que ven un vehículo, observan la actitud de los ocupantes por si les pudiera parecer sospechosa. “A ciertas horas, lo más probable es que sean malos o policías”, explican, aunque en una noche así se revierte el sentido de la normalidad. “El peligro hoy es el pillaje, por eso es bueno que nos vean”, inciden. Observan una motocicleta con dos individuos que van a gran velocidad por el polígono. Alfonso conduce y Jacinto baja todavía más su ventana. Una vez a su altura, les preguntan si todo va bien y por qué van tan rápido. El conductor de la moto les responde que han venido desde Pizarra porque su amigo, que va de copiloto, tiene a su mujer en el Hospital Materno. “Acaba de nacer su hija”, les explica. Los agentes se ofrecen para escoltarlos y guiarlos, lo que aceptan con mucha gratitud. Eso ocurre sobre las tres y diez de la madrugada, cuando gran parte de la ciudad ha recuperado la luz y comienzan a saltar las notificaciones en los móviles. Ya empieza a reconocerse la Málaga de siempre.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran a una mujer de 79 años muerta desde hacía varios días en su domicilio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.