Narcotraficantes alquilan habitaciones a okupas para cultivar marihuana en Málaga capital
La Policía Nacional detecta múltiples pisos en los que los inquilinos únicamente se encargan de controlar las plantaciones a cambio de una contraprestación
Una, dos o varias habitaciones. No importa. El objetivo es tener la plantación controlada, vigilada y, sobretodo, mimada. La marihuana necesita unas condiciones precisas para ... crecer en el interior de una vivienda, así que los 'agricultores' no escatiman en climatización, ventilación y otros menesteres. Los narcos llevan ya tiempo puliendo las técnicas para producir marihuana en plena ciudad, y para ello recurren a un sistema cada vez más habitual: alquilar habitaciones a okupas para usarlas de plantación interior a cambio de una contraprestación por el uso del espacio y el mantenimiento del cultivo.
Los agentes de la Comisaría Norte de la Policía Nacional están familiarizados con este sistema, que lleva siendo especialmente recurrente desde hace varios años. Tal y como dos investigadores de esta estación policial indican a SUR, en zonas deprimidas de la capital, los narcos se aprovechan de la necesidad de las familias que viven de okupas. El intercambio es sencillo: los propietarios de la plantación buscan un lugar seguro para que crezca la droga, por lo que ofrecen un dinero mensual. En la mayoría de los casos, con la cuota también pagan que los okupantes de la casa se hagan cargo de parte de los cuidados de la plantación: «Ellos quieren que la droga esté controlada la mayor parte del tiempo posible, así que es una opción redonda«, matiza uno de los investigadores.
En muchos casos, los clanes de narcotraficantes a cargo de estas plantaciones 'indoor' disponen de personal que se encarga de regar y supervisar las plantas. Estos 'empleados' recorren la ciudad, especialmente en su hemisferio norte, de casa okupada en casa okupada, comprobando que todo está en su sitio.
Las redes que crean estas plantaciones –especialmente rentables una vez el material se vende fuera de España– suelen contratar profesionales para instalar los sistemas eléctricos del cultivo. La marihuana es «muy delicada», pero una vez se hace la inversión inicial crece a un ritmo que permite cosechar «cada dos o tres meses», recalca uno de los policías. En otros casos las instalaciones son más rudimentarias, lo que implica un «alto riesgo de incendios».
Los investigadores destacan este último punto como uno de los grandes riesgos añadidos que implica esta práctica, más allá de los problemas de convivencia que genera la droga. «Una vez, un miembro del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga resultó herido mientras extinguía un incendio que se había originado a raíz de una mala instalación en La Palmilla», remarca.
Además de estos problemas, el uso de casas okupadas como cultivos de marihuana genera roces en los vecindarios en los que se asientan. Los olores que producen las plantas suelen provocar molestias que, en función de la zona, pueden derivar en enfrentamientos vecinales, que se suman a la propia casuística del narcotráfico: robos de droga entre bandas (llamados 'vuelcos'), presencia de personal armado en temporada de cosecha y el contacto con redes criminales internacionales a través de las que se mueve la mercancía en dirección a Europa –siguiendo las rutas logísticas del hachís y otras sustancias que llegan a la península por vía marítima–.
Los agentes de la Comisaría Norte explican que la marihuana cultivada en tierra malagueña es «especialmente rentable», y lo es por varios motivos. El primero: su precio de mercado, al que no hay que sumarle 'gastos de envío'. «El kilo de marihuana se vende en torno a los 1.800 euros, y mientras más al norte de Europa se destine, más beneficios genera». En las casas okupadas se llegan a almacenar hasta 300 plantas en una habitación, lo que produce una rentabilidad de algo más de cien euros por planta cada dos o tres meses. «No hace falta hacer los números», comentan los policías. «La posibilidad de ganar dinero es mucha, y las penas por estos delitos casi nunca conllevan el ingreso en prisión».
Una red llegó a contar con doce casas okupadas como puntos de cultivo
Una de las últimas grandes investigaciones de la Comisaría Norte de la Policía Nacional se saldó con la detención de 10 personas pertenecientes a una red dedicada al tráfico de drogas entre Málaga y Cártama. Además de vender cocaína de alta pureza, la red llegó a contar con una docena de viviendas okupadas en las que habían instalado sus plantaciones, alquilando el espacio a sus moradores. La banda había establecido un complejo sistema con el que distribuir distintos tipos de estupefacientes y habían contratado un 'matón' armado para defenderse tras sufrir un robo de mercancía por parte de una banda rival.
Desde la perspectiva policial, para demostrar que en el interior del edificio se está cultivando marihuana en cantidades superiores al consumo propio, los investigadores necesitan proceder a un registro domiciliario, para lo que es necesario contar con la autorización de un juez. Ello conlleva que los agentes deben pasar horas vigilando y acreditando que en los domicilios se está llevando a cabo la actividad delictiva, algo que no siempre es posible.
Otro de los problemas intrínsecos de los cultivos de marihuana en interior (especialmente en casas okupadas) está en las instalaciones eléctricas, que se 'enganchan' de forma fraudulenta a la red, eliminando cualquier gasto. Por tanto, los delitos contra la salud pública se ven mezclados en muchas ocasiones con el de defraudación del fluido eléctrico, un daño colateral que también persiguen los investigadores.
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