Un expresidiario multirreincidente atemoriza a un vecindario de Mijas: «Esto parece la casa del terror»
Los vecinos están desesperados por la situación, igual que el entorno del hombre, que se siente desamparado ante los problemas mentales y la agresividad que muestra
Iba a ser la historia de un conflicto vecinal, pero el asunto es más complejo. En Mijas hay un vecindario que vive atemorizado por un ... hombre que salió de la cárcel hace un año y al que la Guardia Civil detiene una y otra vez por altercados con los residentes y daños en el mobiliario. Esta misma semana ha sido arrestado y ya está libre. Pero si desesperados están ellos, no menos lo está la familia, que se encuentra desamparada por un sistema que se limita a ingresarlo unos días en psiquiatría para dejarlo después en la calle y sin tratamiento.
El caso tiene muchos comienzos, pero el más reciente, el que lo convierte en noticia actualmente, data del mes de octubre de 2024. En esas fechas, Juanjo, que así se llama el protagonista, salió de prisión tras cumplir una larga condena a 18 años de reclusión por, al parecer, maniatar y retener a una mujer. Su perfil «antisocial» y su falta de adaptación a la vida penitenciaria le llevaron a purgar la pena en primer grado, el más duro dentro de la cárcel.
A su salida, volvió a Mijas, de donde es oriundo, y se instaló en la nave de un antiguo taller de la que era propietario su padre, él y otro de sus hermanos. Los vecinos aseguran que comenzó a acumular basura, que las ratas campan a sus anchas y que se pasa el día regando no se sabe qué. Pero los problemas empezaron por otro motivo: la música. Dicen que Juanjo se subía al tejado del almacén y ponía sus canciones -de gusto variado, desde canciones de los ochenta hasta Aitana o Quevedo- a todo volumen y hasta bien entrada la madrugada.
La nave está en Las Lagunas de Mijas, enfrente de un complejo de dos bloques de 10 plantas donde residen unas 60 familias. La comunidad se llama, paradójicamente, Edificio Vacaciones. Los vecinos empezaron a llamar una y otra vez a los Cuerpos de Seguridad, que enviaban patrullas para identificarlo. «A veces los recibía a pedradas y se lo llevaban detenido», comenta un joven que vive en la urbanización, quien añade: «Cuando lo dejaban en libertad y volvía, lo hacía aún más enfadado».
El ambiente de crispación fue en aumento. «Hace unos tres meses conseguimos que dejara de poner la música, pero empezó a amenazar y a dar porrazos por todas partes. Nos ha destrozado toda la comunidad», comenta otra vecina, que también pide mantenerse en el anonimato por temor a posibles represalias: «Salgo a la calle con miedo, escucho cualquier cosa a mis espaldas y no puedo evitar sobresaltarme. Mi hija se ha venido a dormir conmigo a casa para que no me quede sola, y aun así me tengo que tomar una valeriana por la noche para poder dormir».
La lista de desperfectos que le atribuyen es interminable. «Ha roto los porteros automáticos, las puertas de los ascensores, las cerraduras y hasta la puerta principal del bloque con una machota. También ha destrozado las macetas, ha llenado las paredes de pinturas y un día se lio a tirar tomates. Es desesperante, ya no sabemos qué hacer. Hemos dejado de reparar las cosas, porque las va a romper otra vez», comenta la mujer.
Ella misma lo sorprendió destrozando con un hierro los porterillos automáticos de la comunidad -los habían puesto nuevos hace apenas seis meses- y le llamó la atención. «Vino hacia mí con un palo y me dijo que me iba a matar. Ese mismo día, por la mañana, había amenazado a un vecino con un cuchillo. Yo le hice cara y tuve los reflejos de coger el móvil y encender la cámara, porque temía que me hiciera, pero él fue y se sacó el pene. Los vecinos también lo grabaron desde los balcones. Le gritaban: '¡No la vayas a tocar, no la vayas a tocar!».
Ese suceso ocurrió el 26 de agosto. Los vecinos relatan otra serie de episodios que le achacan a él, aunque reconocen que sin pruebas. Un conato de incendio en una nave cercana donde un vecino guarda sus camiones, el motor del agua de la comunidad, cristales rotos de coches en un descampado cercano... «Ya no podemos aparcar ahí, tenemos que dejarlos en zonas más alejadas. También están rotas todas las farolas de la calle, por lo que de noche estamos completamente a oscuras. Esto es para vivirlo, parece la casa del terror», afirma una residente en el bloque, que lleva más de dos décadas viviendo allí y que, sostiene, «siempre había sido un lugar muy tranquilo, nunca había pasado nada».
Los vecinos ni siquiera se quejan de la Guardia Civil, que «hace su trabajo», reconocen. «Vienen, lo detienen, lo llevan al cuartel, de ahí al juzgado y al día siguiente a la calle», describe otra vecina. Esa misma desesperación es la que transmiten desde el entorno de Juanjo; se sienten desamparados por un sistema que no es capaz de darles una solución a un problema que ellos también llevan años sufriendo. «Es un enfermo mental. Sufre un trastorno bipolar y esquizofrenia, y se ha vuelto cada vez más antisocial», comentan.
En el entorno de la familia cuentan que sus padres -ya fallecidos- y sus hermanos han intentado de todo y han pedido a jueces, abogados y médicos una solución, ya que consideran que debe estar internado para seguir un tratamiento.
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