Ataques con ácido: la atrocidad de la violencia machista
La agresión sufrida por dos jóvenes en Cártama esta semana pone sobre la mesa una realidad que viven miles de mujeres en el mundo a las que sus maltratadores buscan dejar marcadas de por vida
Es una atrocidad. Un intento del maltratador de robarle la identidad a su víctima, de marcarla, de materializar esa amenaza que han escuchado tantas de ... ellas: «Si no estás conmigo, no estarás con nadie». La agresión sufrida esta semana en Cártama por una joven y su amiga, a las que el exnovio de una de ellas –presuntamente– arrojó ácido a la cara, pone sobre la mesa una realidad que viven miles de mujeres en todo el mundo. Aunque con algunas excepciones, la mayoría de estas agresiones tiene el machismo como denominador común. Niñas y mujeres son abrumadoramente el blanco de estos ataques.
La asociación Acid Survivors Trust International (ASTI) lucha para acabar con esta lacra social. Está especializada en atender estos casos, que se cuentan por miles cada año, especialmente en sociedades en las que la desigualdad entre hombres y mujeres es mayor y donde el machismo está aún muy arraigado. Por ejemplo, en países como India –la zona más castigada, con mil casos cada al año–, Pakistán o Bangladesh, donde los ataques con estas sustancias son más frecuentes y, a menudo, responden a una disputa doméstica o a un acto de venganza del hombre hacia una joven que rechaza una propuesta de matrimonio.
Desde esta asociación subrayan que no solo se dan en Asia; también en Sudamérica y África. Europa tampoco es ajena a esta realidad, donde las de agresiones con ácido podrían incluso alcanzar las 3.000 al año, señalando a Reino Unido –aunque en su caso además de la violencia machista también se dan por robos o ataques racistas– e Italia como los países con una mayor incidencia.
La presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, precisa que este tipo de agresiones son residuales en España. En los últimos 20 años apenas se han registrado media docena de casos en el país, siendo los más recientes el de las dos jóvenes agredidas en Cártama esta semana y el de una mujer que resultó herida en Girona junto a su hija el pasado verano. Todos están marcados por el machismo. «Las agresiones con ácido son el exponente más salvaje de este tipo de ataques. Atentan contra la dignidad de la mujer, en un hecho atroz para dejarla marcada», precisa Carmona.
Detrás de estas agresiones se encuentran maltratadores con una personalidad «absolutamente psicopática». Lo afirma un investigador de la Guardia Civil experto en crímenes y ataques violentos. El hecho de arrojar ácido a la cara a una mujer es una acción que pertenece a la psicopatía: «Ya no solo por la falta de empatía o por no importarle el dolor ajeno, sino también porque esa acción demuestra que el agresor tiene un carácter posesivo y la intención de marcar a la víctima como si fuera ganado». El objetivo que persigue es mostrar la «capacidad de dominio» que tiene sobre la mujer. «Su intención es que la víctima, cada vez que se mire al espejo, recuerde quien le hizo eso», añade el agente.
Angélica Cuenca, psicóloga experta en casos de violencia machista, explica que los ataques con ácido por parte de los maltratadores se producen con la intención de impedir relaciones futuras de sus víctimas. «Persiguen el conmigo o con nadie más. El objetivo de este tipo de agresiones es, bajo su forma de pensar, conseguir que la mujer no sea atractiva sexualmente para otros hombres. No buscan matarlas, sino hacerlas desagradables para que nadie se fije en ellas».
«Persiguen el conmigo o con nadie más. No buscan matarlas, sino hacerlas desagradables»
Angélica Cuenca, psicóloga
Acostumbrada a trabajar con jóvenes, la especialista recalca que, pese a la excepcionalidad de las agresiones con ácido, los ataques dirigidos a la cara y a la estética de las mujeres son un rasgo que se repite en la mayoría de los casos de maltrato: «Están obsesionados con que no se maquillen, sobre todo, con que no se pinten los labios de color rojo. Les prohiben que vistan con pantalón de pitillo o 'shorts', que se suelten el pelo... Quieren hacerlas feas, que no sean sexualmente llamativas para otros hombres».
En una sociedad «tiranizada por la belleza», algo aún más burdo en el caso de los jóvenes, la inseguridad del maltratador le lleva a centrarse en el físico de su víctima. La psicóloga argumenta que ellos siempre las ven «más guapas y mejores», por lo que se obsesionan con afearlas. También hay una implicación muy directa en las redes sociales como Instagram, donde los chicos llegan a prohibirles subir fotos en las que usen filtros para salir más favorecidas y les piden sus claves para controlarlas. A las amigas de Sandra, la joven atacada en Cártama presuntamente por su exnovio, apodado 'El Melillero', les extrañó que ella, con lo activa que era en redes, cerrara varias veces su perfil en los últimos meses. Ahora ya saben por qué.
Los ataques con ácido al rostro de una mujer no son muy frecuentes en España, pero solo por el método empleado. Angélica Cuenca insiste en que la cara de las víctimas es un blanco del hombre en la gran mayoría de los casos de violencia machista. No les pegan, ya que un moratón en esta parte del cuerpo es una alerta inmediata para el entorno, pero sí es habitual que les escupan o les muerdan en el rostro. «Muchas chicas me cuentan que ellos, cuando se enfadan, les aprietan la cara con rabia. Es como si quisieran borrársela».
Hay momentos críticos en los que suelen darse estos ataques. El riesgo aumenta cuando la mujer pone fin a la relación con el maltratador, como ha ocurrido en el caso de Cártama, o al enterarse de que ella tiene una nueva pareja, según Estefanía Boutín, también psicóloga especializada en violencia de género.
Con el ácido, el maltratador elige el 'modus operandi' más brutal para agredir a la víctima, pero, al fin y al cabo, el objetivo que persigue con este tipo de ataque es el mismo que en todos los casos de violencia machista: demostrar su autoridad, su posesión sobre la mujer. Esa idea repugnante, que todos parecen compartir, de que ella le pertenece.
Una recuperación difícil, pero no imposible, según los expertos
En el momento en el que el ácido entra en contacto con la piel empieza un largo camino para la víctima, tanto físico como psicológico. Entre las muchas secuelas que deja el compuesto químico existe la posibilidad de que se altere la concepción de identidad de quien sufre el ataque, más allá del trauma. Pero el proceso de recuperación «no es imposible».
Así lo define la psicóloga experta en violencia de género de la asociación Incide, Estefanía Boutín Barrero, quien explica que las quemaduras en el rostro pueden llegar a cambiar la «autoimagen», un concepto que se forma en la infancia. «Las consecuencias son muy fuertes a nivel de autoestima, genera ansiedad y un trastorno de identidad que pueden derivar en problemas con las nuevas relaciones, depresión y fuertes cambios en el estado de ánimo».
La línea de actuación para reparar este daño psicológico, según la experta, se suele centrar en «la aceptación de la nueva imagen y en el proceso emocional de la autoestima». Boutín añade un factor clave en la recuperación: «El entorno social de la víctima es fundamental, es su red de apoyo tanto por la violencia de género intrínseca en el ataque como por las consecuencias que tiene».
El cuadro médico que se inicia por la quemadura química del ácido sulfúrico conlleva «muchos riesgos», según explica la doctora Virginia Flores, dermatóloga en HLA El Ángel. Este compuesto provoca lo que se conoce como una lesión tisular, es decir, que destruye los tejidos. «Es uno de los agentes más dañinos que hay por el proceso de destrucción celular que tiene, que es la deshidratación». La pérdida de superficie cutánea puede derivar en infecciones (sepsis) que ponen «en serio riesgo» la vida del paciente, principalmente en la fase inicial del cuadro, añade Flores.
La profundidad de las heridas y las cicatrices retráctiles son los puntos críticos del proceso de sanación. Por ello los pacientes con este tipo de quemaduras suelen requerir «largos periodos» en la UCI. Una vez estabilizado se da paso a la reparación, que tiene dos vías:una, la cirugía para reducir la tensión de las cicatrices;la otra, los injertos de piel sana en zonas que no terminan de reponerse.
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