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La absurda muerte a tiros de Antonio 'El Largo' tras un día de juerga en Campanillas

La absurda muerte a tiros de Antonio 'El Largo' tras un día de juerga en Campanillas

La víctima del crimen había mantenido una relación hace años con una expareja del presunto asesino, aunque la policía cree que el móvil del crimen pudo ser una deuda en el contexto de una noche de alcohol

Juan Cano

Málaga

Miércoles, 8 de enero 2025, 00:25

A Antonio 'El Largo' sus amigos le aconsejaban que no se juntara con Miguel 'El Bigotes' porque tenía mala bebida. Que un día le iban a pegar por culpa de él. Que era un «buscarruinas». Lo que nadie le advirtió, y Antonio tampoco vio venir, es que Miguel lo iba a matar a tiros con una escopeta cuando volvían, juntos, de pasar un día entero de fiesta.

A las ocho de la tarde del viernes, cuando ambos entraron en un establecimiento de Campanillas, los dos llevaban ya horas de juerga y bastantes copas encima. La noche anterior habían estado en una discoteca de Málaga y les dieron las claras del día. Siguieron bebiendo. Por eso, cuando Miguel (70 años) se acercó a la barra del local a pedir la penúltima, el camarero no quiso servírsela. Él comenzó a insultarlo.

-«Pónsela, que viene conmigo», intercedió Antonio, que era 16 años más joven que su presunto asesino.

-«¿Pero es que no ves cómo viene?», replicó él.

-«Da igual, pónsela que está conmigo».

Miguel solía beber ron Bacardi, pero a esas horas ya habían acabado con las existencias. Le sirvió un Dyc 8 años y Miguel siguió con su retahíla, metiéndose con el camarero porque no había querido atenderlo.

Antonio, que tenía la paciencia de sacarlo de esos aprietos, le llamó la atención airadamente y, dicen, lo zarandeó, pero no llegó a pegarle. Trabajaba en la construcción para una empresa de la zona y lo apodaban El Largo porque medía metro noventa y era fuerte como un roble.

Cuando salieron del local, le recriminó a su amigo que había dado la cara por él y, de nuevo, lo había dejado en mal lugar. Miguel preguntó dónde estaba su bicicleta y Antonio le dijo que no se preocupara, que su bici estaba bien. Al parecer, se la había guardado. Quería evitar que la cogiera para ir a casa porque habían bebido mucho.

Miguel tiene media docena de reseñas por accidentes bajo la influencia del alcohol o por conducción temeraria. También le consta -es vox populi en el vecindario- una denuncia en 2020 por supuesto acoso sexual a una inquilina a la que había alquilado una habitación en su casa. Cuentan que vivía de eso.

Aun así, insistió en recuperar su bici para volver a casa, pero Antonio no cedió. «Miguel, por favor, no me insultes», le escucharon decir a la víctima en la puerta del establecimiento donde tomaron la última copa. «Entonces mi bici está bien, ¿no?», resolvió él antes de enfilar, a pie, el camino hacia su casa.

Antonio cogió su coche y en el local todos pensaron que la historia había terminado ahí. Pero no. Algo hizo que Antonio volviera, una vez más, en busca de Miguel.

A las nueve y media de la noche del viernes, Gabriel tenía la persiana bajada, pero desde su balcón en la calle Mateo Alemán, en Maqueda, pudo escuchar la conversación. Él la reproduce con la precisión de la memoria:

-«Hay que ver, Miguel, eres un 'buscarruinas', cada vez que bebes la lías. He tenido que sacar otra vez la cara por ti. Si no, te pegan [en el establecimiento]», le decía Antonio a su amigo por la calle.

-«A mí me dais igual tú y la gente que había allí, que yo los mato a todos».

-«Tú eres un bocazas. No tienes cojones para nada».

Luego se hizo el silencio y Gabriel pensó que era la típica discusión entre borrachos. Escuchó un «tronazo» y su perrillo, un yorkshire llamado Yaqui, se asustó y empezó a ladrar. «Abrí el balcón para putear al muchacho que estuviera tirando petardos», recuerda. Pero entonces vio a El Bigotes caminando calle abajo y pensó que él no era de jugar con petardos. Ahora cree que el breve silencio entre la discusión y la detonación fue el tiempo que Miguel tardó en subir las escaleras de su casa, coger la escopeta, cargarla y bajar a la primera planta, donde aguardaba el bueno de Antonio, al que presuntamente descerrajó dos o tres disparos.

Miguel se aseguró de cerrar la puerta de su casa antes de marcharse. Por eso la policía no pudo entrar a socorrer a Antonio y hubo que llamar a los bomberos para que forzaran los barrotes de la vivienda. Dentro estaba el cadáver de la víctima.

Miguel se marchó a un bar de la zona, donde fue detenido por la policía poco después. Desde el lunes, duerme en prisión investigado por asesinato. El móvil sigue en investigación. Al parecer, Antonio estuvo saliendo con una expareja de Miguel, pero fue hace tiempo y después se hicieron aún más amigos, por lo que la hipótesis de los celos resulta endeble en la investigación, que se decanta más por un tema económico, posiblemente una deuda que uno había contraído con el otro.

Antonio no vivía con Miguel, como inicialmente pensó la policía, que sabía que el detenido alquilaba habitaciones, pero solía quedarse esporádicamente a dormir cuando ambos volvían de juerga para evitar coger el coche. «Si lo veía bebiendo en el bar [a Miguel], le decía al camarero que no me pusiera el café para no tener problemas con él», cuenta otro testigo del mal beber de El Bigotes. Antonio siempre lo defendía.

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