¿Cómo va a ser el nuevo etiquetado alimentario?
El Ministerio de Sanidad ha anunciado un cambio asumiendo el conocido como código «Nutri-score»
La obesidad es el mayor problema de salud pública del siglo XXI. Sus estadísticas no paran de crecer y a día de hoy un 39, ... 3 % de los españoles tiene sobrepeso y un 21,6 % obesidad, lo que representa la mitad de la población. No parece que estos números tengan la intención de revertir su tendencia alcista y las consecuencias sanitarias: hipertensión, diabetes, síndrome metabólico, cáncer… son solo ejemplos que evidencian la verdadera dimensión del reto al que se enfrenta la sociedad occidental. Reto al que no son ajenos la psiquiatría y la psicología, resulta que la mitad de los pacientes con sobrepeso tienen algún tipo de trastorno psicológico, problemas de autoestima y depresión, entre otros, que impiden, en muchos casos, la plena efectividad de los tratamientos.
Un cambio de calado
Esta semana se ha celebrado el «Día Mundial de la Lucha contra la Obesidad», aprovechando dicha conmemoración el Ministerio de Sanidad ha anunciado un cambio en el etiquetado de los alimentos. Nuevo etiquetado que se enmarca en una estrategia más global, concretamente la «Estrategia Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad» (Naos), puesta en marcha en 2004. Visto los resultados no parece que lo estén haciendo muy bien los diferentes ejecutivos y es que hay medidas de las que parece que llevamos toda la vida hablando pero que no llegan a implementarse nunca, como el incremento del número de horas de educación física en colegios e institutos o la desaparición de comida basura en sitios de especial sensibilidad como hospitales o centros educativos.
No hay que ser un avezado periodista experto en lobby industrial para ser consciente de las presiones que, a todos los niveles, estarán intentando condicionar la decisión última del Gobierno. Solo tenemos que recordar el publicitado impuesto a las bebidas azucaradas que pareció, en un primer momento, de inminente aplicación pero que a día de hoy sigue durmiendo en algún cajón de la administración para regocijo de la potente industria que gusta en bañar con azúcar sus coloridos brebajes.
Más que necesario
El etiquetado actual da mucha información pero en demasiadas ocasiones resulta confuso o directamente es difícil de leer por el tamaño de los caracteres empleados. También la terminología elegida y las proporciones expresadas en raciones, dan algún quebradero de cabeza al, casi siempre, apresurado consumidor.
La propuesta del Ministerio de Sanidad supone asumir el conocido como código «Nutri-score», un código de colores que varía del verde al rojo con 5 tonalidades posibles. El verde sería el más sano empeorando su consideración hasta la peor opción de todas que aparecería en rojo. Su valoración correspondería al alimento en su conjunto y no a determinados ingredientes de forma aislada. De esta forma un algoritmo ponderaría, por ejemplo, el contenido en fibra, azúcar, sal, grasas saturadas, vitaminas, proteínas… y nos daría un color fácilmente identificable dejando atrás las complejas tablas nutricionales. Este sistema fue desarrollado por la Universidad de Oxford con criterios puramente científicos y se lleva aplicando un año en Francia con resultados objetivamente positivos.
Habrá que estar atentos
En la industria alimentaria no hay un especial interés por complicarle la vida, sanitariamente hablando, al lugareño de turno. Como diría Michael Corleone «no es nada personal son negocios». El auge de los alimentos procesados se basa en unas premisas muy claras: materias primas muy baratas, considerables cantidades de sal y azúcar, presencia constante de grasas saturadas y trans, potenciadores de sabores y texturizantes… estos mimbres dan lugar a productos muy baratos con largos periodos de caducidad que generan una alta fidelización del consumidor. Como pueden imaginar los márgenes de ganancia para el fabricante son un verdadero festín, lástima que también sean alimentos con muy bajo interés nutricional, alto poder calórico y origen de infinidad de perjuicios sanitarios. El sector es consciente de estos problemas pero tampoco es que le quite el sueño, lo que si le preocupa es la posible reducción de las ganancias. Esto va a obligar a hacer un seguimiento de cómo se van a implementar realmente, en España, el nuevo etiquetado anunciado, ya que ahora se trata de una medida de adhesión voluntaria por parte de las empresa del sector en espera del desarrollo normativo. Dicho desarrollo deberá dejar muy claro aspectos como los criterios científicos que se utilizaran en el cálculo del algoritmo y que se tratará de una valoración global del alimento y no de sus diferentes ingredientes en cantidades reducidas en forma de ración diaria, como están intentando imponer algunas multinacionales, que solo buscaría confundir al consumidor proporcionando un falso lustre aristocrático a aquello que solo puede presumir de plebeya desnudez.
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