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Lunes, 12 de febrero 2018, 00:33
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Su madre la tuvo con 15 años, pero en sus planes no estuvo nunca repetir la historia. Menos aún, que su hijo continuase con tal particular tendencia familiar. Pero ocurrió y hoy Mónica Vargas es, a sus 39 años, abuela de dos pequeños. Está encantada con sus nietos, pero lamenta que su experiencia no le haya servido a su hijo. «Al contrario de lo que me ocurrió a mí, que no sabía ni cómo se quedaba embarazada una mujer, yo hablé con mi hijo de los riesgos que corría de dejar a alguna chica embarazada si no utilizaba algún método anticonceptivo», recuerda Vargas.
Natural de Santa Cruz (Bolivia), vive actualmente en Málaga con su hijo pequeño de 11 años, que consiguió traer a España en 2017 tras conseguir la residencia. Desde entonces, reciben la ayuda formativa y psicológica de la asociación Arrabal con el fin de lograr una mejor integración del menor. Mónica no oculta su desconocimiento cuando se quedó embarazada con 15 años. Lo descubrió a los tres meses cuando aparecieron los vómitos y la barriga «empezó a estar rara». Aun así, no fue al médico hasta que estuvo de 6 meses. «Me sentía bien y no creí que fuera necesario. En Bolivia, los niños no tienen tanta información y si quieres asistencia sanitaria hay que pagarla. Por eso, y para que no atraviese por las mismas necesidades económicas que yo tuve cuando él era pequeño, le mando dinero desde España. Así puede pasarle una pensión a sus hijos y él puede continuar con la carrera».
Mónica no quiere que le pase como a ella, que la paternidad le trunque la vida y tenga que dejar su formación. Dice estar muy orgullosa de sus dos hijos y, sobre todo, de haber podido sacarlos adelante, pese a que tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar como cocinera. Lo que conseguía el padre de sus hijos no era suficiente para afrontar los gastos. «Mi primer embarazo lo recuerdo triste, no teníamos ni para comprar pañales ni leche», lamenta. Por eso, tiempo después y cuando su hijo mayor tuvo ocho años, lo dejó a cargo de su padre y se vino a España, donde ya vivía una prima, en busca de mayores ingresos. Aquí trabajó tres años como interna en una casa y reunió el dinero suficiente para regresar a Bolivia. «Cuando salí de mi país, la relación de pareja estaba deteriorada, nos pegábamos, pero quise darle otra oportunidad. Siempre valoré que nunca me abandonase cuando me quedé embarazada».
Mónica no oculta que deseaba tener otro hijo, «pero quería que fuera del mismo padre». Estuvo seis años en su país, intentando rehacer su vida con su pareja y el nuevo hijo, pero aquello no funcionó. Ahora se arrepiente de no haberse traído a su hijo mayor la primera vez que vino a España. «Es algo que él me reprocha como madre y no me lo perdono».
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