Martín Sierra: «Ser astronauta es mi sueño desde bebé: ¡uno de mis primeros regalos fue un body de la NASA!»
A sus 17 años, este malagueño, hijo del escritor y premio Planeta Javier Sierra, vuelve por tercer año consecutivo a los Space Camp de la NASA para jóvenes en Huntsville (Alabama)
A sus 17 años, Martín Sierra no sólo es el hijo del escritor y premio Planeta Javier Sierra, de quien ha heredado el interés por ... la ciencia y la investigación. Este malagueño, aunque afincado en Madrid (sus abuelos maternos y sus tíos y primos aún viven en Málaga), acaba de terminar primero de Bachillerato y está enfocado en cumplir su sueño: ser astronauta. Este año vuelve por tercer año consecutivo a los Space Camp de la NASA para jóvenes en Huntsville (Alabama), a la vez que ya se está preparando –un año antes– para estudiar en una universidad norteamericana un grado de Ingeniería Aeroespacial.
–Lleva dos años en los campamentos de verano de la NASA y además logrando la medalla al mejor alumno. ¿Se ve como uno de los próximos astronautas españoles?
–No, no. Llegar a ser astronauta es una cosa muy difícil. Es mi sueño desde que soy un bebé, cuando uno de mis primeros regalos nada más nacer fue un body de la NASA que me compró mi padre que ponía en la parte para cambiar el pañal: 'Houston, tenemos un problema'. Me encantaría convertirme algún día en astronauta, pero requiere de un gran dominio físico y psicológico, tener unos estudios específicos...
–En estos dos años ya ha podido vivir algo de cómo es ser astronauta. ¿Qué es lo mejor y qué es lo peor?
–Lo peor es que no estás todo el rato en el espacio, aunque sí lejos de casa... y yo soy una persona muy casera. El resto es maravilloso.
–Su padre ganando el Premio Planeta y usted queriéndolos conquistar...
–Es una forma de decirlo, sí (risas).
–¿Qué se llevaría al espacio en su primer viaje espacial? Seguro que lo tiene pensado...
–Pues la verdad es que no.
–Quizás el ukelele que siempre se lleva al campus de la NASA...
–Probablemente me llevaría un libro. Quizás 'Don Quijote', porque todas las grandes aventuras siempre comienzan con alguien que empieza soñando como él. Siempre me he sentido muy identificado porque, al final, cada uno de alguna manera, somos un poco Don Quijote: perseguimos nuestras ideas muchas veces sin pensar en que otros pueden pensar que estamos locos, que no tenemos razón o que no vamos a llegar. Al final solo los que deciden soñar, montarse en su caballo, ponerse la armadura y salir a cabalgar son los que llegan a hacer grandes cosas.Eso es una inspiración para mí.
–¿Y no se llevaría churros de Casa Aranda que tanto le gustan?
–¡Eso ya lo daba por hecho! Y pescado de Los Mellizos (risas).
–¿Qué echa más de menos de Málaga?
–Lo que a mí me enamora es el mar. Pero no tanto bañarme, sino salir a la calle por la tarde, ir al Muelle Uno, mirar al horizonte y ver el mar. Málaga tiene una energía muy especial.
–¿Tiene alguna superstición? No sé si los astronautas tienen algún ritual...
–No en especial. Recuerdo un libro que escribió un astronauta del programa Apolo que decía que ningún astronauta se iba al espacio con los dedos cruzados. Hay tanto trabajo detrás, tanta preparación, que no es necesario caer en supersticiones.
–¿Y usted cree en Dios?
–Al final lo importante es que nuestras creencias nos unan y no nos separen. Y, por supuesto, creer en algo que aplique siempre el bien y que desee el bien para todos. Yo creo que es súper interesante y súper útil.
–¿Le da tiempo a tener hobbies más allá de pensar en viajar al espacio?
–Juego con legos desde los 3 años. Y todo lo que sean legos de cohetes o similares, ahí voy yo a intentar reunir el dinero para conseguirlos.
–¿Cuál sería su sueño con toque friki?
–Que me dejasen llamar a mi nave espacial, si alguna vez viajo al espacio, el Halcón Milenario o algo así (risas).
–Por cierto, que tiene la suerte de conocer a Stephen Hawking...
–Lo conocí en 2014 en Tenerife. Lo ví en la recepción del hotel donde estábamos. Me acerqué y fue súper simpático. Me preguntó qué quería ser de mayor y, claro, yo le respondí que astronauta. Desde entonces mi sueño de ser astronauta es casi una promesa que le hice al doctor Hawking.
–Y su madre qué le dice de todo esto, porque ya se sabe cómo son las madres...
–Eso de irse lejos no le gusta nunca a nadie, pero vamos, que si yo puedo intervenir, ella se viene conmigo (risas).
–O sea que está usted muy enmadrado...
–Sí, sí. Estoy muy conectado a mi familia.
–¿Y en el colegio qué le dicen sus compañeros?
–Cada vez que tengo una presentación oral o algún trabajo importante sobre el que puedo hablar sobre el espacio, lo hago y me pongo mi traje de astronauta. Así que mis compañeros ya lo ven como algo normal.
–Ya que estamos en plenos Juegos Olímpicos, ¿usted de qué pasa olímpicamente?
–Paso olímpicamente de la gente que quiere destruirle los sueños a los demás. Y yo siempre he tenido un sueño raro y nunca me ha gustado especialmente el fútbol, por ejemplo. Eso, cuando eres pequeño, te lo hace todo mucho más complicado en el colegio. Por eso he aprendido a pasar olímpicamente.
–¿Y tiene pensado algún tatuaje?
–Uy, no, no, no. Tengo un miedo horrible a las agujas. Cada vez que me tengo que hacer algún test de sangre o alguna cosa de esas lo paso fatal.
–¿Qué superhéroe le gustaría ser?
–Superman, pero porque más allá de volar, su ideal pasa siempre por intentar hacer del mundo un lugar mejor. Ese es su mayor superpoder y es un superpoder que podemos tener todos.
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