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El especialista en el funcionamiento del cerebro infantil, Álvaro Bilbao. SUR
Educación en positivo: Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: «Hemos pasado de la educación autoritaria de nuestros abuelos a una sin normas y sobreprotección»
Educación en positivo

Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: «Hemos pasado de la educación autoritaria de nuestros abuelos a una sin normas y sobreprotección»

entrevista encadenada ·

El especialista en el funcionamiento del cerebro infantil analiza los beneficios de la educación en positivo en una conferencia en Málaga. «Los gritos y castigos no pueden ser la principal herramienta para educar a nuestros hijos», defiende

Rossel Aparicio

Málaga

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Viernes, 30 de septiembre 2022

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Enemigo acérrimo de los castigos, reproches y gritos, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, firme defensor de la educación en positivo, no lo duda ni un segundo: «aunque a muchos les cueste creerlo se puede educar desde la comprensión, sin gritos, malos modos ni castigos; con afecto, normas firmes y estrategias basadas en el funcionamiento del cerebro infantil». El popular especialista, también psicoterapeuta, doctor en psicología, formador en disciplina positiva y escritor de varios libros (entre ellos el popular 'El cerebro del niño explicado a los padres'), mantiene además que dichas amenazas o castigos no deberían ser la principal herramienta de los progenitores a la hora de criar a sus hijos. «Hay alternativas más eficaces», concluye el experto que colgó el cartel de completo en el taller de disciplina positiva que impartió el pasado sábado 1 de octubre en el Colegio de Abogados de Málaga.

-A muchos les sonará a cuento chino... ¿es realmente posible manejar a nuestros hijos sin gritar o, lo que se antoja más difícil, sin recurrir al castigo?

-Sí, claro que es posible. Aunque para ello es importante conocer cómo funciona el cerebro de los niños y los principios de la educación en positivo. En primer lugar, es fundamental crear una base segura: es muy importante para el desarrollo del apego y la autoestima. En los talleres también explicamos por qué los castigos no funcionan. Es la manera tradicional en la que siempre se ha educado, desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero hoy en día tanto la educación, la neurociencia como la psicología han demostrado que son muy poco efectivos y que pueden tener incluso consecuencias negativas a largo plazo. Por ello es importante usar otras estrategias. Yo llevo 12 años ejerciendo como padre de tres hijos y no les he castigado nunca.

-¿Qué pueden hacer los padres que usan esos métodos? ¿cómo salir de la espiral de los castigos?

-Educar sin castigos es posible y es más fácil de lo que parece. Los gritos, de entrada, lo que podemos hacer es intentar reducirlos. Cada día más. Todos perdemos la calma y los nervios pero debemos intentar limitarlos. Los padres deben tomar conciencia de que la principal herramienta educativa no deberían ser los gritos, las amenazas o castigos. Debemos sustituirlos por la comprensión, la empatía y estrategias en positivo.

-Entonces, cuando les gritamos o regañamos, los estamos entonces educando de manera incorrecta, ¿correcto?

-No es así exactamente. Cuando un padre o madre grita o castiga está siguiendo un instinto bueno: intentar frenar algo negativo para su desarrollo. Si un niño con cuatro años le dice tonta a su madre y no lo paran, con catorce lo mismo le dice 'hija de puta'. Aunque esa sea una educación autoritaria es educación al fin y al cabo. Lo que ocurre es que cuanto más perdemos control, más agresivos seamos, ahí lo que les enseñamos es a perder el control. De hecho, esos niños a los que se les grita muy fuerte tienen dificultades para manejar sus propias emociones. No es tanto que cuando gritamos o castigamos no educamos, sino que cuando lo hacemos estamos poniendo en riesgo dos cosas: el autocontrol del niño y la posibilidad de que aprendan más rápido con otro tipo de estrategias. Así enseñas límites pero con frustración y enfado; no transmites autocontrol.

-En la actualidad hay muchos padres frustrados, perdidos, sin autocontrol en situaciones de conflicto familiar. ¿Por qué ocurre esto?

-Hay varios factores que influyen. Uno muy importante es que la mayoría de los padres no entienden bien qué es lo que le pasa a los niños, cuáles son sus necesidades, sus estados naturales de desarrollo. Pueden interpretar que el niño se aprovecha en una rabieta, que intenta manipularles, cuando todo esto son procesos que tiene el cerebro para aprender límites o a deshacerse de la frustración, por ejemplo. No todos son conscientes de que no pueden controlar que el niño se enfade pero sí pueden controlar su propio enfado o mantener la calma. Cuanto más comprensivos o empáticos seamos los padres, mejor irá cada situación.

Otro factor es el estrés que provoca el trabajo. Hemos perdido la conexión con nuestra propia calma y eso hace que sea difícil encontrarla para dársela a ellos. Por último, también diría que hay cada vez más padres y madres que se enamoran de la educación en positivo pero que se olvidan o pierden la capacidad de poner límites. Los niños necesitan firmeza, normas claras. Te puedes encontrar con un padre de un niño que le pega con un palo a otro y, en lugar de intervenir, ves que dulcemente le dice: 'no es oportuno tu comportamiento'. Eso no puede ser.

Sobre los límites

«Si con cuatro años tu hijo te llama tonta y no lo paras, con catorce te dirá 'hija de puta'»

Padres permisivos

«En los últimos tiempos nos hemos enamorado de la idea de tratarlos con afecto y nos hemos vuelto más permisivos»

Atención de calidad

«Me preocupa la atención de calidad, atención de la buena. No solo es estar con ellos; es dejar el móvil, mirarlos a los ojos y prestarles toda nuestra atención»

-La educación de nuestros padres o abuelos era más estricta y la que tenemos ahora tiende a ser más permisiva, ¿cierto?

-Así es. Fíjate: tendemos a defenestrar lo que hicieron nuestros padres y abuelos cuando realidad ellos hicieron muchas cosas bien: tenían bastante claro dónde estaban los límites y eso es muy bueno para los niños: les da seguridad, confianza, estabilidad. En los últimos tiempos nos hemos enamorado de la idea de tratarlos con afecto, que era algo que le faltaba a nuestros padres quizás y nos hemos ido al otro lado del péndulo. En realidad hay que poner en valor el respeto, los límites, las normas de antes y combinarlo con el afecto. Se pueden poner límites sin dejar de ser amorosos. Hemos pasado de una educación autoritaria a otra sin límites claros en muchos casos y con demasiada sobreprotección. Hay padres que no manejan bien la situaciones, que se quedan únicamente en la parte del amor, o de los gritos y deben aprender otras fórmulas. El reto de la educación debería ser aunar la educación de antes con el afecto pero sin perder disciplina.

-¿Cuáles diría que son los principales fallos de los padres y madres en la actualidad?

-Dependen de cada persona, cada padre tiene su pecado, como suelo decir. Aunque uno de los principales sería precisamente la sobreprotección. Esto ocurre cuando no ponemos límites, cuando somos poco disciplinados, cuando queremos protegerlos en exceso. Por ejemplo, un día piensas: no le voy a decir que recoja sus juguetes que está cansado... pero es que resulta que a lo mejor es importante para él que lo haga. Hay estudios que demuestran una tendencia clara a sobreproteger a los niños y eso afecta a nivel neurológico: reduce la capacidad de tomar decisiones, de resolver problemas y afecta a la confianza. Otro fallo que solemos cometer está relacionado con la autoexigencia y la culpabilidad. Como padres queremos llegar a todo, ser padres perfectos. Y queremos que hagan muchas extraescolares, hacer pasteles con ellos, etcétera. En muchos casos tenemos falta de tiempo calmado. Hemos perdido la capacidad de conectar de una forma más calmada como hicimos en pandemia. Los niños necesitan sus ratos de no hacer nada, de jugar al juego de la oca, sin estrés. El ritmo acelerado que llevamos afecta y mucho.

-¿Cómo evitar cruzar esa delgada línea que separa el amor de la sobreprotección?

-Hay trucos. Una manera de no sobreproteger es dejar al niño a su aire, tranquilo. Si vamos al parque, por ejemplo, debemos dejar que juegue sin nuestra supervisión y que se relacione con otros niños. ¿Cuando intervenir sin sobreproteger? Si pide ayuda y consideramos que, sea lo que sea, lo puede resolver solito, debemos animarlo a hacerlo. Sin embargo, si vemos que tiene dificultad o detectamos un abuso entre niños, ese sería el momento de pasar a la acción. Tampoco debemos ayudar cuando no nos lo pide. Si puede solo no lo ayudamos a vestirse, a sociabilizar o a abrir un bote de mermelada.

En este punto sí hay que destacar que, tanto los padres que están muy encima como los más despreocupados deben saber modular entre ese miedo o despreocupación: analizar si a veces necesita nuestra ayuda y no se la estamos dando o si le ayudas más de la cuenta para no crearle inseguridad.

-¿Cuáles diría que son las claves para un buen desarrollo infantil?

Para que el niño se desarrolle bien necesita sentirse seguro. Esa seguridad la entendemos como las raíces de un árbol que necesitan mucho afecto y atención de calidad, de la buena. No solo es estar con ellos, es dejar el móvil, mirarlos a los ojos: prestarles atención. Es decir: afecto, presencia, atención y cuidados básicos. Todos estos factores se riegan con refuerzo, validación y el uso de límites: las normas van a hacer que el árbol crezca derecho. Nuestro árbol, demás, necesita sol. La luz sería algo así como dejarles espacio para crecer; nada de sobreprotección. Por último, también diría que es muy importante la empatía y poner palabras a sus emociones.

-La pregunta del millón: ¿cómo hacer para no tener que repetirles mil veces lo mismo?

-Siempre digo que para poner límites hay que mover el culo. Así de claro: hay que ir a buscarlos en lugar de gritar desde la distancia. Ir a por ellos y acompañarlos hacia lo que le hemos pedido requiere más esfuerzo por nuestra parte que repetirlo a voces. Si vas a por ellos, les tocas y les acompañas harán lo que les toca de una manera más natural y asumirán más fácilmente el hábito que queremos. Con niños pequeños también se puede plantear como un juego. Si a la hora de la cena no vienen a nuestra llamada se les puede decir que cuentas a tres y sales tras ellos a hacerles cosquillas, por ejemplo. Eso lo hacía con mis hijos y funcionaba.

-Por último, ¿consejos para el autocontrol de los padres y madres tan necesario en estos tiempos que corren?

- El primer consejo pasa por formarse. Es fundamental. Tener herramientas ayudará a controlarnos. En segundo lugar, es muy importante lo que yo llamo la interpretación positiva del comportamiento del niño. Cuando tiene una rabieta, pega a su hermana, desobedece o insulta no debemos pensar: «es un pegón, es un abusón, un maleducado o un egoísta». Esa sería la interpretación negativa. En esos casos es mejor la interpretación positiva: el niño necesita atención, se siente desplazado por la hermana, está cansado o no obedece porque está concentrado en el juego.

Otra herramienta importantísima es el autocuidado. A veces hay que bajar el ritmo de trabajo y reducir estrés o la frustración. Debemos cuidarnos y limpiar la cabeza leyendo, tomando un café con una amiga, buscando más horas de sueño o haciendo ejercicio. Hay que oxigenarse y, si la situación es grave y la convivencia imposible, es aconsejable acudir al psicólogo.

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