Dibuja una mujer en cinco segundos
Si el personaje de Jules existiera en la vida real, sería una farsa negarle que sujete una pancarta feminista
E xiste un ejercicio muy sencillo en escuelas de diseño y creatividad que consiste en pedir a los alumnos que dibujen una casa en cinco ... segundos. El resultado suele ser el mismo: un cuadrado con un triángulo encima a modo de tejado, una chimenea y un par de ventanas con una puerta al lado. A veces les da tiempo a dibujar un arbolito. Entonces, el profesor experimentado hunde en el fango la creatividad de estos diseñadores novatos haciéndoles ver no solo la poca originalidad de la que pecan, sino lo estereotipado de su mente visual. ¿Quién de ellos tiene una casa así: con tejado, con chimenea (en Málaga) y con un solitario arbolito al lado?
Esta es, al menos, la teoría. Pero debo reconocer que hace poco intenté este ejercicio en clase con unos alumnos de veintipocos años y a la que hundieron en el fango de la creatividad es a esta presuntuosa profesora de treintailargos. Cada uno hizo una casa diferente, aunque también hubo un par de ellas estereotipadas. Quedaba claro que, en 2019, los resultados de este ejercicio eran más heterogéneos que los de hace unos años. Han nacido con un móvil en la mano pasando de 'Storie' en 'Storie' con el dedo pulgar. Las incontables referencias conceptuales y visuales que reciben en cinco segundos les hace pensar en una casa desde la diversidad más absoluta.
¿Y si tuvieran que dibujar una mujer en cinco segundos? ¿Y si subieran estas definiciones visuales a Twitter? Seguramente, hicieran lo que hicieran, su creación sería tachada de misógina, machista, 'feminazi' y TERF al mismo tiempo.
Este verano descubrí este último término en la red social del pajarito (dónde va a ser si no). Viene de 'Trans Exclusionary Radical Feminists' y se refiere a un movimiento minoritario, dentro del feminismo, crítico con la inclusión de las mujeres transexuales en el discurso feminista y totalmente contrario a la teoría 'queer', que defiende la constitución de los géneros, identidades y orientaciones sexuales desde un punto de vista cultural y social y no desde el biológico.
Su creación sería tachada de misógina, machista, 'feminazi' y TERF al mismo tiempo
Un tema profundo, denso y demasiado nuevo como para hablar de él a la ligera –y menos desde una silla de playa–, pero en Twitter existen otras normas. Para las 'RadFem' (feministas radicales), TERF es el nuevo 'feminazi', un insulto más para desprestigiar la lucha feminista. Para las transexuales, decir 'campo de nabos' es ser TERF y tránsfoba. Mientras, el mismo sistema heteropatriarcal de siempre se frota las manos, con más asesinatos machistas y manadas cada verano. Divide y vencerás. Pero esto es peor, porque la división viene desde las mismas filas defensoras.
Uno de los razonamientos del movimiento TERF es que las mujeres transexuales no han sufrido el machismo en sus primeros años de vida por su condición de hombres al nacer y eso las deslegitima para luchar a favor del feminismo. Esto no es solo egocentrista, sino totalmente ingenuo con respecto a lo que siente y padece una persona transexual desde que nace –cuando todavía desconoce que se la impuesto un género que en realidad no le pertenece–, crece –y es consciente de que ha vivido siendo lo que no es realmente y tiene la valentía de enmendarlo– y se transforma –con todo el sacrificio médico, psicológico y familiar que supone–. Todo para ser una mujer. Con todo lo bueno y lo malo que conlleva, incluido el machismo.
Esto se entiende con mayor naturalidad en la nuevas generaciones y un ejemplo perfecto es el personaje de Jules de la serie de HBO 'Euphoria'. Es una adolescente transexual todavía en proceso de transformación. Lo destacable es que ni el guion ni el resto de personajes ni los seguidores de la serie reseñan del personaje su condición de transexual. Lo que se destaca de ella es su viaje por la feminidad, buscando en primer lugar la afirmación de esta condición a través de relaciones puramente sexuales con hombres, pasando por el amor platónico al creerse la princesa de un príncipe azul ficticio y llegando a la conclusión de que la feminidad depende de ella misma relacionándose con otras mujeres. Si el personaje de Jules existiera en la vida real, sería una farsa negarle que sujete con su mano una pancarta feminista.
Defender que solo pueden luchar por el feminismo las mujeres cromosómicamente mujeres no es solo un discurso muy peligroso, sino una estrategia pésima. Cuantos más, mejor. Y lo digo en masculino porque los hombres tampoco deberían ser excluidos (ya que me meto en un jardín, me lleno las botas de barro).
Un hombre puede ser femenino, 'afeminado' se les dice despectivamente, y sufrir machismo por ello. Las mujeres transexuales, ya sean muy femeninas, con una feminidad moderada o incluso masculinas, todavía más, ya que al odio que reciben por ser mujeres se le une la animadversión por la transexualidad. La tarjeta del club de afectadas por el machismo no se debería dar por los cromosomas ni por los genitales, sino por la propia consciencia de que la feminidad merece exactamente el mismo sitio en la sociedad que la masculinidad.
Esto no quita que las mujeres –ya sean cisgénero, transexuales, heterosexuales, lesbianas, pansexuales, 'genderfluid'...– debamos ser las protagonistas del cambio. Pero detrás de los primeros puestos que sujetan la pancarta, ¿no sería precioso que nos acompañara toda la sociedad sin discriminar ni menospreciar a nadie?
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