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Josep Maria Alaña. EVA PAREY
«Mi madre me dijo: '¿Tienes cerebro? Pues utilízalo'»

«Mi madre me dijo: '¿Tienes cerebro? Pues utilízalo'»

Profesor. Josep Maria Alaña fue el primer acondroplásico que ganó una oposición para ejercer la docencia

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Domingo, 27 de marzo 2022, 00:08

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No fue sencillo acostumbrarse a que le hicieran la ropa a medida porque la comprada en las tiendas siempre le quedaba grande. Le molestaba no poder tocar el timbre de las casa porque sus dedos nunca llegaban. Sin embargo, se puede decir que Josep Maria Alaña, que nació con acondroplasia, ha tenido una buena vida, algo que debe agradecer en gran medida a sus padres, que nunca le enseñaron a compadecerse.

Cuando se licenció en Biología, era consciente de que lo tenía muy difícil para dedicarse a la investigación. Con 127 centímetros de estatura, todos los instrumentos y mobiliario de un laboratorio estaban fuera de su alcance. No podía desenvolverse con matraces ni condensadores, pero sí hablar y, en consecuencia, enseñar.

Se presentó con 22 años en un instituto de Gavà (Barcelona) dispuesto a dar clase sin complejos y ganarse la confianza de los estudiantes. Era el primer profesor con enanismo de España, circunstancia que no le arredró, pese a que solo podía escribir en la parte baja de la pizarra. Aunque podía esgrimir un brillante expediente y fue número uno de su promoción, un miembro del tribunal dudó si podía concedérsele una plaza a un enano.

Alaña salió adelante gracias a la perseverancia de su madre, que un día, siendo un niño acomplejado, le dijo: «A ver, tienes piernas? Sí. ¿Tienes brazos? Sí. ¿Tienes ojos? Sí. ¿Tienes orejas? Sí. ¿Hablas? Sí. ¿Tienes cerebro? Sí. Pues utilízalo».

LAS FRASES:

  • Aceptación. «Un alumno pintó 'enano cabrón', pero lo hizo porque castigué a la clase, no porque quien era»

  • Imagen. Evitaba mirarse al espejo: «Te ves reflejado en él y dices, hostia, yo soy aquél»

Tras ganar la plaza de funcionario, su militancia de izquierda le llevó a elegir para trabajar, a finales, de los ochenta, el barrio de Can Tunis, en Montjuïc, una zona marginada y poblada por gitanos desarraigados, con el fin de ejercer la docencia. Más tarde, se decantó por el Instituto Jaume Balmes, que con la reforma educativa no tuvo más remedio que aceptar alumnos que hasta hace poco hubiera rechazado. «El drama de los sistemas educativos español y catalán es que disponen de grandes medidores, que saben poner notas con decimales, pero ignorar lo que es evaluar, de modo que me pregunto si estamos enseñando a memorizar o a aprender», afirma.

Formación Profesional

Con el tiempo Alaña se hizo pedagogo y hasta se encargó de impulsar la primera gran reforma de la Formación Profesional auspiciada por la Generalitat de Cataluña. Su existencia, sin embargo, no fue un camino de rosas. Ha tenido que beber algunos tragos amargos, como cuando se tenía que mirar en el espejo. «Te ves en él y dices, hostia, yo soy aquél», asegura Alaña, que ha publicado en catalán el libro 'Profe i nan', lo que en castellano significa «profe y enano», en la editorial Octaedro, que en breve sacará la versión en español.

El éxito laboral le ha sonreído: profesor, pedagogo, gestor educativo… Con todo, ha sido arduo librarse de las heridas. Ha tenido dos hijos y cuando eran adolescentes, llevó a uno de uno de ellos al psicólogo. «Me dijeron que el chico no tenía nada, pero que estaría bien que yo fuera a terapia. Aún sigo yendo algunas veces».

Mujeres

Sus alumnos siempre le han tratado con respeto y nunca se ha sentido rechazado, y eso que una vez vio pintado en las paredes del instituto el insulto de «enano cabrón», pero asume que el denuesto fue no tanto por su discapacidad como por su condición de jefe de estudios. «Me lo decían porque les había castigado, no por ser quien era».

Fue en la universidad donde tuvo contacto por primera vez con las mujeres. Había conocido a pocas, porque sus amigos, cuando llegaba el domingo, salían a ligar y él se quedaba en casa. Pensaba que ninguna se enamoraría de él, pero se ha casado dos veces y ahora tiene cuatro nietos. De alguna manera, la política le redimió. Militó en Bandera Roja y luego en el PSUC, grupos en los que era uno más. «Era diferente pero estaba incluido en un grupo diverso haciendo algo en común. Me aceptaron tal y como era, no me preguntaron». En Suiza conoció a Santiago Carillo, a Dolores Ibárruri, Pasionaria, y hasta llegó a ser detenido. «Me confundieron con un tipo que también era enano y que estaba en búsqueda y captura, Ángel Rozas, fundador de Comisiones Obreras en Barcelona».

Tácticas de supervivencia

Si no sufrió demasiadas insidias fue porque se las ingenió para no naufragar. De chaval eligió la compañía de los gamberros, sabedor de que un enano empollón no duraba ni diez días. «Decidí dejarme dos asignaturas para septiembre».

Le duele que Vox y PP se nieguen a revisar la Constitución para eliminar la palabra «disminuido», y le subleva que los enanos sean carne de circo y espectáculos taurinos, o contratados como 'strippers' en las despedidas de soltera. «Son cosas inaceptables, una explotación indecente que atenta contra los derechos humanos. Pasados los años, reivindica con osadía el «orgullo del tullido», el hecho de ser diferente. «Al principios usaban la palabra 'mongólico»', luego 'subnormal', después 'minusválidos', más tarde 'discapacitados' y ahora 'personas con diversidad funcional'. Pero al igual que se ha aceptado la diversidad sexual, se debe aceptar nuestra diferencia»., concluye.

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