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El genio casual

«Ve y ponte algo», le dijo el director que le dio la primera oportunidad. Entró al camerino, improvisó y salió Charlot. Hace ya un siglo

francisco apaolaza

Viernes, 12 de diciembre 2014, 01:02

Tenía 25 años y venía de ganarse las perras en el vodevil, que era lo que le gustaba. Charlie no creía en el cine, esa ... técnica de contar que aún estaba en pañales y de la que decían que era el futuro. Las comedias de Keystone, la productora que lo había contratado, le resultaban algo vulgares, «mezcla de ordinariez y confusión», pero tenía que ganarse la vida y en las películas obtendría fama y dinero como para volver al teatro en un papel más cómodo. Merodeaba por los estudios de Edendale, en California, sin mucha fe en lo que estaba haciendo. El productor Mark Sennet se lo había llevado hasta ese lugar prodigioso de Los Ángeles en el que se parían filmes sin parar. Allí andaba, medio perdido durante más de quince días en los que nadie le hizo mucho caso. Le pagaban 150 dólares a la semana. Corría 1914 y todo era distinto. Se hacían películas como churros, los argumentos se construían sobre la marcha y casi todo era un trámite, una excusa para lo verdaderamente importante: la persecución. Los pioneros de aquel cine no sabían que estaban a punto de descubrir a un hito de la cultura moderna. Sucedió cuando Sennet, que necesitaba algo para un gag de Mabels Strange Predicament a las puertas de un hotel, pidió a ese tal Charlie Chaplin que improvisara: «Ve y ponte algo». Entró en el camerino sin saber qué iba a hacer y de allí salió nada menos que Charlot. Hace de esto un siglo.

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