Paz y amor en Hong Kong
Miles de estudiantes se echan a la calle y protagonizan el mayor movimiento democrático desdela matanza de Tiananmen
zigor aldama
Viernes, 3 de octubre 2014, 01:42
Ava Yip sabe perfectamente a qué se enfrenta. No en vano, acaba de recorrer en solemne silencio el pequeño museo que recuerda en Hong Kong ... lo que sucedió hace 25 años, cuando estudiantes chinos como ella salieron a las calles de Pekín para exigir reformas democráticas. Lo pagaron muy caro: el Partido Comunista sacó los tanques y aplastó la revuelta con virulencia inédita. Pero las brutales imágenes de la matanza de Tiananmen no van a disuadir a Yip de salir a la calle con el puño en alto, ataviada con la camiseta negra y el lazo amarillo que se han convertido en el símbolo de la desobediencia civil en la ciudad.
Porque ahora, con China convertida en la segunda potencia económica y el mundo a sus pies, son los ciudadanos de la excolonia británica los que toman el testigo de una protesta que se antoja imposible en cualquier otro territorio de la República Popular. «Estamos ante el momento perfecto para provocar un cambio, porque la sociedad ha despertado y se ha unido para reclamar libertad», asegura esta joven de 23 años que se siente completamente identificada con Occupy Central, un movimiento que al grito de ¡ocupa (el distrito) Central con paz y amor! pretende bloquear todos los edificios gubernamentales y detener gran parte de la actividad económica de la ciudad.
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Su exigencia es tan sencilla como rotunda: que todos los hongkoneses mayores de edad puedan presentarse a las elecciones que se celebrarán en 2017 para elegir al jefe del Ejecutivo de la Región Autonómica Especial. Entienden que es la única forma de mantener vigente el lema un país, dos sistemas, bajo el que los británicos accedieron a devolver Hong Kong a China en 1997. Según este acuerdo, el territorio mantendrá intactas durante medio siglo sus peculiaridades, entre las que se encuentran el respeto a libertades como la de asociación, la de manifestación o la de prensa. Así, este centro de las finanzas mundiales no se integrará completamente en el comunismo de características chinas hasta 2047.
«Cuando se firmaron los acuerdos la gente pensó que para entonces China ya habría evolucionado hacia un modelo con más garantías como es el de Hong Kong. Pero está sucediendo lo contrario. Las reformas políticas no llegan a pesar del desarrollo económico, y somos nosotros los que estamos perdiendo derechos para asemejarnos más a China», explica Mabel Au, directora de la oficina de Amnistía Internacional en la excolonia. No en vano, el pasado día 31 Pekín dio un portazo a las aspiraciones de Occupy Central con la aprobación de su reforma electoral: aunque otorga el sufragio universal a Hong Kong, requiere que los «dos o tres candidatos» consigan al menos el 50% de los votos de un comité «ampliamente representativo», compuesto por 1.200 miembros. Eso, en la práctica, supone que los hongkoneses podrán votar, pero solo a quien Pekín considere oportuno. Y, a pesar de ello, la ley concede al gobierno central la última palabra sobre el resultado de los comicios.
Similitudes con el 15-M
«Cualquier ciudadano debería tener derecho a presentarse al puesto», reclama Yip. Por eso, miles de estudiantes que piensan como ella comenzaron la semana pasada una huelga que ha derivado en multitudinarias manifestaciones que la Policía tuvo que reprimir el domingo pasado utilizando gas lacrimógeno hasta en 87 ocasiones. «Han sido los medios necesarios para proteger a los agentes», justificaron los responsables de las fuerzas del orden. No obstante, la violencia policial no ha resultado disuasoria. Al contrario, ha servido para bautizar la revolución de los paraguas, utilizados para protegerse de los espráis de pimienta, y ha convencido a más ciudadanos para participar en un movimiento que también comparte algunas similitudes con el de los indignados del 15-M en España. Ayer mismo se les unieron los yayoflautas hongkoneses. «Las decisiones se toman de forma democrática y contamos con grupos para todo: los que organizan la agenda, los que se encargan de suministros, los que hablan con la prensa, etcétera. Es lo que hace falta para poder alargar la protesta hasta que consigamos nuestro objetivo», comenta Yip.
Su órdago no es un farol. Se ha confirmado durante los últimos días con las decenas de miles de personas que participan en las vigilias celebradas en diferentes puntos de esta megalópolis de siete millones de habitantes. «La Policía está desbordada, porque nadie preveía una participación tan masiva. Y cada vez los manifestantes son más. Al principio tuvieron que improvisar, pero ya están muy bien organizados. Piden donativos, comida, medicinas, gafas protectoras y todo lo que puedan necesitar. Luego lo distribuyen. La respuesta de la gente ha sido impresionante y nunca falta de nada», relata Miguel Candela, un fotoperiodista alicantino residente en Hong Kong que desde el primer día ha vivido las protestas con los estudiantes.
«Los estudiantes saben que puede ser arrestados en cualquier momento, pero están determinados a bloquear las sedes gubernamentales. Eso sí, siempre de forma pacífica», recalca Candela. «De hecho, vi un caso en el que los propios manifestantes detuvieron a un pequeño grupo que pretendía destrozar un vehículo policial. No quieren dejar que se infiltre ningún violento, y tampoco responden a las provocaciones de los pequeños grupos que apoyan la política del gobierno chino, y que se manifiestan al lado. La consigna es levantar los brazos en caso de ser agredidos. Por eso muchos se han sorprendido de la facilidad con la que ha comenzado a disparar la Policía».
Sin duda, Occupy Central preocupa en Pekín. Buena muestra de ello es el bloqueo total que sufre en China la información procedente de Hong Kong. Los medios de comunicación apenas se hacen eco de lo sucedido y los usuarios que comparten contenido relacionado con las manifestaciones en las redes sociales Instagram fue vetada el lunes para evitar que lleguen fotografías ven cómo sus cuentas son suspendidas. «Es un desafío político en toda regla que atenta contra el poder total que ejerce el Partido», explica en Shanghái un profesor universitario de Sociología bajo condición de anonimato. «Tiananmen todavía está en la memoria, pero en el siglo XXI no se pueden sacar los tanques en Hong Kong aunque se han visto vehículos acorazados en la frontera que separa la ciudad de la China continental. El peligro está en que las protestas se extiendan por el resto del país, porque la inestabilidad social es lo que más teme el Gobierno», sentencia. Prominentes activistas chinos como Hu Jia ya han mostrado su apoyo en internet.
El Gobierno exige a los diferentes países que han mostrado ya su preocupación que no se inmiscuyan en sus asuntos internos. «Hong Kong es una región administrativa especial de China, y, por lo tanto, los asuntos que conciernen a Hong Kong conciernen exclusivamente a China», sentenció la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying. Los miembros de Occupy Central piden que el Reino Unido no se desentienda del tema, ya que, como apunta Yip, prometió vigilar que no se vulnerasen los derechos de Hong Kong. De momento, lo único cierto es que nadie va a dar su brazo a torcer.
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