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Simón Cano Le Tiec, filósofo y divulgador sobre la toería queer. Juanlu Rodríguez
Simón Cano: «Lo queer podría ser la letra que englobe a todas las del colectivo LGTBIQ+»

Simón Cano: «Lo queer podría ser la letra que englobe a todas las del colectivo LGTBIQ+»

El filósofo reflexiona sobre identidad, orientación y el odio que sufre la comunidad

Lunes, 16 de diciembre 2024, 23:58

Simón Cano Le Tiec es Graduado en Filosofía y Diplomado e Divulgación y Comunicación Científica por la Universidad de Málaga. Cursa el master de Investigación antropológica en la UNED. Ha sido articulista y crítico de cine. Ha impartido las conferencias Antropología del Arte: el sentido cultural y relacional del arte (Contenedor de Letras), Transformadores del Arte (Proyecto DESAPRENDER). También ha presentado su ponencia El Riesgo y el Otro para el Simposio Filosofías de la Identidad (Universidad de Málaga), donde ha abordado la interacción con la alteridad en los contextos de inseguridad contemporánea.

Divulga sobre Filosofía y Antropología en Torremolinos TV y colabora con el podcast Somos de Colores abordando la realidad LGTBIQ+ desde ambas disciplinas. Sus líneas de investigación son la Filosofía del Lenguaje y de la Sexualidad, la Antropología Queer y la Sociología del Riesgo Contemporáneo.

–La filosofía es un concepto entendible por la sociedad, ¿pero qué es la filosofía queer?

–Detrás de todo esto existe un gran desconocimiento tanto de lo que es la propia filosofía como de lo que es lo queer. Mucha gente relaciona lo queer con una identidad y, en ocasiones, con una estética. Sin embargo, para entender a fondo esa identidad y esa estética hay que recurrir a los planteamientos filosóficos que hay detrás de la teoría queer. Todos estos fundamentos vienen precisamente de unos discursos filosóficos que están asociados con el cuestionamiento de las verdades, de los conceptos que utilizamos, del efecto de esos conceptos a nivel social… Lo queer y la filosofía siempre han ido de la mano. Lo que ocurre es que la filosofía siempre se asocia a un código moral ético. Lo queer es un cuestionamiento que también está en el fondo de la propia filosofía, la filosofía originalmente era una amistad un amor por la sabiduría y lo queer es la última consecuencia de ese proceso de cuestionamiento de las cosas.

–¿Es un cuestionamiento diferente?

–Es un cuestionamiento que va dirigido precisamente a categorías que hemos utilizado durante mucho tiempo y que han encerrado la identidad de los individuos de formas tan dispares como puede ser, por ejemplo, a nivel estético, a nivel psicológico… Es decir, todos los conceptos que utilizamos tienen un efecto y la teoría queer se ha planteado el alcance de esos conceptos y el daño que puede provocar a la hora de señalar a determinadas personas.

–La filosofía y lo queer pueden parecer conceptos muy abstractos, ¿cómo los acerca al público general?

–Lo queer de por sí ya es un concepto que genera mucha ambigüedad. De hecho, para las teóricas queer que han formado el movimiento la cuestión está en que lo queer no puede dejarse industrializar, es decir, es un concepto sin concepto. Es una experiencia conceptual de la identidad que en el momento en el que la define es el momento en el que la captura es con algún tipo de definición ya pierde su esencia. La cuestión está en que puedes transmitir la reflexión que hay detrás de lo queer: es un cuestionamiento filosófico de la realidad. Ocurre que cuando hablamos de la comunidad LGTBIQ+ se nos olvida que lo queer ha sido el reducto final de esa reflexión sobre la discriminación y a la gente se le olvida que realmente lo queer podría ser la letra que englobe a todas las demás: mezcla la identidad, el deseo, la diferencia, el señalamiento y la conciencia de estos.

–¿Siente que en los últimos tiempos lo queer ha quedado relegado respecto a lo LGTBI?

–Muchas de las categorías que componen el acrónimo empezaron siendo conceptos desarrollados por la psiquiatría del siglo XIX y XX para patologizar estas actitudes. Siempre que ha existido una conciencia revolucionaria detrás de los movimiento de liberación gay, siempre ha habido algún segmento del acrónimo que ha quedado al margen. Ahora nos estamos dando cuenta del ocultamiento que han sufrido las personas transexuales. Pienso que siempre hay un acento sobre ese acrónimo y ese acento va cambiando. La cuestión es que lo queer en España no se está entendiendo: vamos atrasados con respecto a la producción académica que hay en Estados Unidos. En Estados Unidos lo queer lleva asentado por lo menos 40 años, aquí lo queer se ha empezado a entender ahora porque nos está llegando filtrado ese conocimiento que se ha producido allí y en universidades europeas. Lo que pasa es que no nos planteamos de dónde vienen las palabras que usamos.

–¿Cómo cuáles?

–La palabra homosexual, por ejemplo, los primeros que la utilizan son psiquiatras que lo que quieren es señalar esa conducta y ese deseo sexual como algo antinatural. Hoy en día todo el mundo usa la palabra, pero tiene una serie de connotaciones que hemos ido cambiando. Lo queer se presenta como un concepto que intenta hablar de lo extraño y, la mayoría de las letras que conforman el acrónimo, siempre se han entendido como sinónimo de extraño. Por eso es tan sorprendente que se intenté hablar de olvidar lo queer cuando realmente siempre ha sido esa conciencia antidiscriminatoria que se ha ocultado detrás de los movimientos de liberación.

–¿La entrada de las empresas y otros agentes de la sociedad han hecho que lo LGTBI sea más 'mainstreaming' mientras que lo queer sigue siendo lo extraño?

–Hay filósofos que plantean que en el momento en el que generas una categoría estética y esto se incorpora a la industria se puede reproducir de manera más sencilla. Si ya tienes esos modelos encasillados, las personas que se identifiquen como trans, gay, lesbiana… van a perseguir una estética que ya está industrializada: es el estereotipo. Por eso, en la conciencia queer se lucha mucho contra el estereotipo. En el momento en el que la sexualidad y la identidad se convierten en una categoría de mercado deja de representar de manera auténtica a la persona. Se convierte en una señal de marca, que es lo que se puede explotar desde este tipo de empresas.

–¿Esto ayuda a la visibilidad de las personas LGTBI?

–Michel Foucault decía que la visibilidad es una trampa. Lo que quiere decir es que en el momento en el que tú te incorporas a la sociedad, estás generando unos modos de vida y estás generando una imagen con respecto a esos modos de vida, que va a tener sus detractores. Es una manera también de mostrarnos y darnos a conocer, sí. La cuestión está en que desde lo queer se reflexiona sobre esos modos de vida y esos estereotipos que pueden ser la primera entrada de muchas personas al conocimiento de la comunidad. No hay que usar estos binarismos de bueno o malo, sino más bien hay que plantearse las consecuencias, analizarlas, ver quién queda opacado y quién no. Tenemos que ponernos en la piel de las personas que quedan opacadas y, por eso, se utiliza el lenguaje inclusivo.

–¿Cuál es el punto de vista de la filosofía del lenguaje inclusivo?

–Habría que dividir esto en dos partes. La primera: el cambio lingüístico opera con nuevas necesidades sociales y, a medida que estos usos del lenguaje se van incorporando a la convención general, se institucionalizan o no. Por otro lado, la filosofía podría decir que toda nuestra designación de la realidad funciona a través de convenciones. No hay realmente nada a lo que refiramos que signifique lo que la palabra designa. No hay que ver el lenguaje inclusivo como un acto de vanidad de las personas que lo utilizan, sino como una tecnología para identificarse ante los demás. Es muy fácil señalar a alguien que está utilizando una tecnología distinta a la tuya porque tú no la necesitas. Estos señalamientos tienden siempre a generar diferencias y, por lo tanto, odio.

–¿Cuándo llega el odio es más difícil revertir una situación?

–El odio siempre lo politizamos. Ya no pasa a ir dirigido hacia un sector de la comunidad, sino a la ideología política a la que se asocia a esa comunidad. Cuando hablábamos de los queer, hablábamos de algo que no se deja definir. La cuestión está en que hay una tendencia siempre a politizar a la comunidad. A mí no me gusta. Creo que hay partidos que van a luchar por los derechos de la comunidad, pero también es verdad que se acaba convirtiendo en una especie de cuchillo arrojadizo entre partidos y los que acaban padeciendo este tipo de acciones son los miembros de la propia comunidad. Creo que uno de los factores que ha enaltecido el odio hacia la comunidad ha sido el asociar a la comunidad con determinadas alas ideológicas.

–Una pregunta más general. ¿En qué punto está la filosofía respecto a la comunidad LGTBI?

–A nivel general, vivimos en el marco de la sociedad del desconocimiento. Hay mucha información, la persona no sabe qué tipo de información tomar y siente la idea de que cualquier discurso es válido. A este relativismo hay que asociar ciertas prácticas sociales, como el decaimiento de la lectura, un interés cultural amenazado por la sobreabundancia de productos de libros… Dentro de la comunidad creo que, fuera del ámbito académico, somos muy pocos acríticos con los postulados ideológicos que defendemos.

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