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Los nervios son consustanciales con los cofrades, pero hay distintos tipos, claramente diferenciados y diversos. Están los nervios más hermosos, esos que inundan todos los poros de tu cuerpo, te ponen los vellos de punta y te hacen un nudo en la garganta; los del niño que la noche antes, con su túnica colgada del perchero, sus guantes, su cíngulo y su capirote sobre la silla, ansía que amanezca el día en el que llegará el momento idealizado y ansiado de salir vestido de nazareno con su Cristo o con su Virgen. O los del zagal que ha dado ya la talla para sacar el trono, o de quien va a dejar de hacerlo por culpa de la edad; o, simplemente, los nervios que te secarán la boca, te harán sudar las palmas de las manos o te llenarán de angustiosa impaciencia por ver salir a tu Cristo o a tu Virgen… Es el estado del cofrade malagueño horas antes del bendito momento de salir a la calle para acompañar al Señor o a la Señora en su triunfal paseo por Málaga en una renovación de la antiquísima tradición que se inició allá por el siglo XV cuando los penitentes seguían a una cruz desnuda y a la imagen de la Virgen de la Victoria por los límites de la Málaga reconquistada a la luz de hachones y antorchas en la noche de una Málaga de hace nada más y nada menos que seis siglos, para poco después incorporar al Cristo de Ánimas de Ciegos, hoy cotitular de Fusionadas, que ayer no pudo salir. Ojos para ver a quien no tenía tal posibilidad. Cristo de los Ciegos. El de la Brigada Paracaidista. Tradición renovada. Nervios al sentir en su traslado la madera que no es tal, porque en realidad notas como si portaras a un hombre muerto. El frío te llega por el hombro y los nervios se desatan por el interior. O los nervios de los más pequeños al tirar la paloma al paso de la Virgen de los ojos verdes, o cuando intuyes oír a lo lejos los roncos tambores de la Expiración.

Nervios de los cofrades. Muchos nervios. También los que en días como ayer y presumiblemente según lo anunciado hoy, atenazarán las entrañas de hombres y mujeres que anhelando que llegue el gran día se encuentran con la inesperada visita de la lluvia o su terrible amenaza. Son otros nervios, otros estados de ánimos, de los cofrades, los que antes te hacían implorar al cielo con la mirada puesta en el infinito y ahora los claves en la aplicación del tiempo en tu teléfono móvil. Nervios tradicionales ya en cada Semana Santa, que por mucho que no llueva en el resto del año, cuando llega, las nubes no quieren perder lo que aquí pasa...

Nervios, muchos nervios. Los buenos y los malos, que de ambos hemos hablado en lo que llevamos de este día 4. Nervios de emoción o de miedos… Susto a la lluvia. Muchas veces en demasía. Hay que cuidar el tesoro conquistado durante siglos, por eso, porque somos herederos de una tradición histórica hemos de cuidar mucho las decisiones a adoptar. Meditarlas, sopesarlas, pensarlas, y, sobre todo, no precipitarse... Los nervios y el miedo afloraron ayer en demasía. Fue un atípico día cofrade de una hasta ahora atípica Semana Santa. Necesitábamos de un gran día de Miércoles Santo. Sólo Mediadora y Salesianos se echaron el cielo por montera y El Rico acudió a liberar al preso. Elogio al valor. Se lo merecen. Fueron espléndidos. De la humildad surge la grandeza. Así se hace, del valor también, Semana Santa.

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