Luz Arcas, coreógrafa y bailarina: «La Semana Santa me inspira muchísimo, me parece la gran puesta en escena»
La danza de la malagueña se nutre de los símbolos y de la «catarsis colectiva» que genera el rito de las procesiones
Recuerda el sobrecogimiento que sintió la primera vez que escuchó una marcha procesional. No sabe ni cuándo ni dónde fue, pero lo que no olvida ... es cómo le emocionó ese sonido. Todavía hoy lo hace. Luz Arcas no es creyente, no en el sentido católico apostólico romano, pero la Semana Santa forma parte de su construcción como artista, como bailarina que explora con el movimiento de su cuerpo el folclore de los pueblos. Y ahí entran los misterios, las tradiciones, las imágenes marianas... Referencias que volverán a estar en 'Trilla', la nueva coreografía que estrena en el Museo Carmen Thyssen justo después de la Semana Santa (21 de abril, 21.00 horas, 6 euros). Antes paseará por las calles de Málaga para dejarse inspirar de nuevo por su «gran puesta en escena».
–La Semana Santa, ¿es una buena fuente de inspiración?
–Me inspira muchísimo. Es como el gran teatro, en el buen sentido. La gran confluencia de lo ritual, con lo emocional, con lo religioso; una conglomeración de personas de diferentes edades y clases sociales. Me parece la gran puesta en escena.
–¿La contempla con ojos de artista más que como malagueña?
–Todo se mezcla, y eso es lo grande también. Yo escucho a una banda tocando una marcha y me emociono como persona y como artista. No me puedo despegar del ojo artístico (risas).
–Pero imagino que ahora la ve de una manera diferente a como lo hacía hace 20 años.
–Es que siempre me ha inspirado un montón. Mi padre y mi madre no han sido muy 'semanasanteros', pero yo siempre me iba con mis amigas del colegio y sus padres, con mis tías... Desde muy pequeña me emocionaba.
«Ha conseguido algo genial, una gran idea muy bien lograda a lo largo de los tiempos»
–¿Es creyente?
–Desde ese punto de vista no. Tengo mis creencias, pero no diría que soy católica apostólica romana.
–Quizás esa sea una de las grandezas de la Semana Santa, que emociona sin ser una religiosa.
–Para mí esa palabra es muy amplia. Yo tengo una visión religiosa de la vida, tengo mis creencias. Me considero una persona espiritual por decirlo de una manera más libre, porque la palabra religión está muy marcada por nuestra institución religiosa, que es otra cosa. La Semana Santa toca cosas muy espirituales y emocionales y consigue hacer el gran espectáculo. Y lo digo como algo profundo, no de manera superficial. Me parece que ha conseguido algo genial, una gran idea muy bien lograda a lo largo de los tiempos y que se sostiene porque es buena. Y luego toda mi cultura, todo mi aprendizaje, tiene un apego hacia ese imaginario. Por mucho que políticamente piense lo que piense, el acto funciona y emociona. Eso es una maravilla.
–¿Cómo se baila la Semana Santa?
–La he bailado mucho. Ahora en el Thyssen con 'Trilla' hay un trabajo muy contemporáneo, con música tecnoelectrónica mezclada con folclore sobre Dolorosas y anunciaciones. Me inspiro mucho en imágenes marianas. La figura femenina de la Virgen, con todo lo que nos dice de cómo está construida la imagen de la mujer, de su papel en el mito de la salvación, me ha inspirado muchísimo. Siempre con una doble mirada: crítica, pero también apasionada hacia la imagen. Lo bonito de los símbolos es nunca pecar de tenerlo muy claro con ellos. Hay la misma dosis de emoción y de apego que de rechazo y posicionamiento crítico.
–En Málaga sucede algo peculiar: la Virgen es una imagen venerada, pero a la vez cercana a la que se le gritan piropos en la calle.
–Sí, traída a tierra. Y ese es el logro, ese es el rito para mí, conseguir que tú estés dentro hasta el punto de que no haya una barrera entre la persona y el elemento mágico y divino. Eso es lo catártico, que de repente parece que es tu prima o tu hermana. Se mezcla todo y eso es lo que hace el folclore. Para mí es súper poderoso, se salta lo institucional aunque esté utilizado por lo institucional.
«Por mucho que políticamente piense lo que piense, el acto funciona y emociona. Eso es una maravilla»
–Cuando se desacralizan los símbolos, ¿dónde está el límite para no ofender?
–Nunca trabajo desde la parodia. No me interesa. Trabajo siempre desde el conflicto con el símbolo. En 'Toná' se veía: me visto de torera, está la Dolorosa, la bandera de España, y tengo el mismo grado de amor que de rechazo. Hay un apego, una pasión, es parte de mi vida, hay una entrega y una dedicación. Y luego a la vez soy consciente de todo lo negativo que eso pesa en mi vida y en la vida de las personas. Eso se ve.
–¿La Semana Santa le ha hecho llorar?
–Sí, claro. He visto la Semana Santa de Tavira en Portugal, que es una belleza absoluta; la del Salvador, la de Perú... Me interesa mucho el rito antropológicamente y lloro siempre que voy.
–¿Encuentra conexiones?
–Sí, la gran conexión es que realmente genera esa catarsis colectiva en quien va. Pero luego son muy diferentes estéticamente. No hay algo tan barroco y tan extremo como las de Andalucía. En El Salvador es mucho más desnudo, los penitentes caminan de rodillas. En Perú es muy impresionante. Es la misma religión con sus claves simbólicas pero encarnan la personalidad colectiva y la historia concreta de cada pueblo.
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