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Rocío Nadales
Martes, 15 de abril 2025, 00:15
Hay historias que están escritas para ser contadas, y la de Marina Outomuro Seguer es una de ellas. A sus 20 años, esta joven de Francia se ha convertido en un símbolo de la pasión y la devoción que contagia la Semana Santa malagueña, una celebración que trasciende fronteras. Desde la localidad francesa de Nancy vuelve a Málaga, no solo para revivir una tradición familiar, sino para honrar la memoria de su tío, un hermano de la cofradía que falleció en 2001 durante el Martes Santo.
Marina proviene de una familia con un profundo legado cofrade. Sus abuelos, en busca de una vida mejor, se marcharon al país vecino durante la Guerra Civil, dejando atrás su tierra. Aunque sus padres también nacieron en tierras francesas, la conexión con Málaga siempre ha estado presente en su vida. La abuela de Marina, originaria de Yunquera, le ha transmitido ese cariño y amor por la ciudad, y la Semana Santa es un momento clave en esa narrativa familiar.
«Mi amor por Málaga viene desde chiquitita. Yo estoy enamorada de esta ciudad, de su cultura y su gente», asegura Marina. Nunca había podido vivir la Semana Santa en primera persona debido a su calendario académico. Su llegada a Málaga como estudiante Erasmus en el curso 2023/24 lo cambió todo y pudo seguir por primera vez la estela del Nazareno de los Pasos: «Cuando les dije a mis primas y mi tío que venía de Erasmus, me dijeron que tenía que salir el Martes Santo y no me lo pensé».
Su primera Semana Santa cambió su perspectiva y su sentimiento aumentó tras vivirla en directo: «En ese momento entendí por qué a la gente le gusta tanto la Semana Santa. Fue algo único, muy difícil de explicar». Mientras desfilaba en la procesión, se dio cuenta de que esta tradición era muy especial: «Mientras caminas piensas en muchos momentos de tu vida. Lo disfruté un montón».
La figura de su tío, que falleció en 2001 durante el Martes Santo, es fundamental en la historia de Marina. Aunque nunca lo conoció, siente una profunda conexión con él a través de la cofradía del Rocío. «Siento que el poder salir de nazarena me relaciona con mi tío. Siento que es mi manera de decirle que tenemos algo en común y que lo quiero mucho», cuenta con emoción.
El año pasado, el tiempo acompañó y el Rocío pudo salir a las calles de Málaga. Marina Outomuro cree que esto no fue una casualidad: «Le di las gracias a mi tío. Yo pensé que él quería que saliese porque es su cofradía y yo estoy aquí también por él».
Su abuela se distanció de la Semana Santa tras la muerte de su hijo. Sin embargo, el año pasado retomó esta tradición gracias a la ilusión de su nieta Marina: «Recuerdo que veinte minutos antes de salir, me dijo que no podía venir. Luego salí, la vi allí llorando y me emocioné un poco».
Este Martes Santo será también muy especial para su madre, Dolores Seguer. Desde la muerte de su hermano, la madre de Marina decidió no volver a vivir la Semana Santa en primera persona. Gracias a la pasión de su hija, volverá a Málaga para darle una segunda oportunidad al Rocío: «Mi madre está super contenta. Esta es la primera vez que va a vivirla desde que falleció su hermano. Eso también me emociona», cuenta Outomuro Seguer.
Su primera vez como nazarena fue muy especial y, desde ese momento, empezó a contar los días para repetir: «Recuerdo cómo al terminar la procesión del Martes Santo ya estaba pensando en cómo sería la Semana Santa en 2025». Cada momento vivido, cada paso dado en la procesión, le hizo comprender la importancia de esta tradición. «Francia es un país laico. Allí la religión se vive muy diferente. Cuando le enseño fotos a mis amigas les sorprende un poco. Para ellas es un disfraz de carnaval y tengo que explicárselo», comenta Marina sobre las diferencias entre ambos países.
Este año, Marina ha vuelto a Málaga, decidida y con un objetivo claro: salir de nuevo en la procesión del Nazareno de los Pasos de la Cofradía del Rocío. «Miro el tiempo todos los días. Llevo semanas escuchando música cofrade. Estoy atacada, pero con muchas ganas», comenta.
Además de su papel como nazarena, Marina sueña con convertirse en mujer de trono algún día. «Me encantaría llevar el trono, pero tengo que medir un poco más. Buscaré la forma de conseguirlo porque es mi objetivo». Además, elogió a las personas que llevan el trono cada año: «Fue muy bonito ver el aguante de llevar el trono nueve horas, eso es fe».
Para Marina, la Semana Santa de Málaga es mucho más que una tradición: es una segunda oportunidad para reconectar con sus raíces, con su familia y con la memoria de quien ya no está. Es un reencuentro con una ciudad que siente como suya, una forma de vivir la fe desde dentro, con emoción y respeto. Ese sentimiento difícil de explicar que solo entienden quienes lo han sentido alguna vez. Porque, como ella misma dice: «Tienes que vivirlo para entenderlo».
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