Palabras que llenan vacíos
Con paso ceremonioso y protocolario Javier González de Lara pisó las tablas de un Teatro Cervantes exornado con una sobria escenografía en la que destacaron ... dos tribunas de las que se colocan en las calles durante la Semana Santa y desde las que 35 personas siguieron el pregón. Una exaltación a lo largo de una hora y diecinueve minutos cargada de gestos para llenar dos años de vacío de procesiones en la calle y para recordar los huecos que el coronavirus ha dejado en la sociedad en general y en las cofradías en particular.
Uno de los momentos más emotivos de la intervención de pregonero se produjo cuando este se calló, se dirigió a una mesa pequeña situada al fondo del escenario, de la que cogió un ramo de flores que depositó con solemnidad, tras llevarse la mano al corazón, en un asiento vacío de una de las tribunas; un gesto de homenaje a los cofrades que han perdido la vida a causa de la pandemia de coronavirus.
A lo largo de su alocución fue interrumpido en dieciséis ocasiones por los aplausos del público en un pregón donde, como ya avanzó, primó el fondo sobre las formas, aunque estas también estuvieron muy cuidadas. Todo estuvo muy medido y nada se dejó a la improvisación en una exaltación en la que hubo momentos de reivindicación, de espiritualidad, recogimiento, recuerdos personales y sinceridad.
Para envolver las palabras que González de Lara dirigió al público que llenó el Cervantes –entre ellos la consejera de Empleo, Rocío Blanco, el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, y uno de los vicarios generales Antonio Coronado, y el presidente de la Agrupación, Pablo Atencia– vaharadas de incienso evocaron las estampas que se viven en cualquier calle de la ciudad con el paso de un cortejo procesional.
Una parte de la construcción del pregón se basó en la narración de vivencias de cinco cofrades: Paula, Rodrigo, Marina, Daniel e Irene.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
